Real Academia Española, fundada en 1713
El purismo lingüístico, tiende a conservar la pureza de un idioma, no admite cambios ni concesiones, rechaza el uso de palabras que no son propias de lo que se dice, como también extranjerismos y vulgarismos. Sin embargo, nuestro idioma está vivo, crece y decrece; muchísimas palabras que habían sido “propias” o exclusivas para algo determinado, se han ido tomando prestadas para usos distintos al de su origen, de ahí se dice que son “apropiadas” en el sentido de raptadas, otras han caído en desuso y se conocen como arcaísmos. Sin embargo, nuestro idioma va aceptando palabras nuevas, siempre y cuando sean de uso generalizado, cotidiano y permanente por lo menos en una región -de ahí los regionalismos- de lo contrario seguiríamos hablando el limitado español castizo del Siglo de Oro de hace 500 años.
Es mejor estar abierto a los cambios y propuestas, pues los que se consideraban errores hoy se admiten, como decir “subir para arriba; bajar para abajo, entrar para adentro y salir para afuera” pero solo de manera hablada o coloquial para dar énfasis a nuestras palabras habladas, sin embargo, esto, no es recomendado ni aceptado en textos.
Los nuevos libros de texto enseñan a los niños que está bien dicho; “subistes, bajastes, entrastes, hicistes” solo porque así habla el presidente -como también acostumbra el incorrecto “dequeísmo”-. Y así aparece en los nuevos libros de texto gratuitos, pero qué bueno que no dijeron que “dijieron” está bien dicho. Estos libros dejan -por otra parte- un adoctrinamiento ideológico tanto de género como político, que han sido, y son, temas absolutamente privativos de cada individuo. Eso sucede porque hoy, no existe un equilibrio en el Congreso Federal, donde por mayoriteo -que no democracia- se aprueban aberraciones en franco “agachamiento” -propongo sea registrado también como obediencia supina- a quien desde el palacio dicta leyes a su capricho, ordenando a los diputados no quitar ni poner una sola coma a sus imposiciones. Por lo pronto, el país ha caído también en un divisionismo educativo, y esto es solo un ejemplo de lo que sucede a diario en nuestro país.

La Real Academia Española tuvo –ya no- como segundo cometido -aparte de la gramática- un intento purista de rechazar las “influencias”, principalmente de los idiomas vecinos como francés y el inglés que, en España, solo por esnobismo ya invadían nuestro idioma desde el siglo XVII -y hasta la fecha- y al no lograr detener esta influencia, ahora tamiza esas tantas palabras, y registra en su diccionario las de más uso, sin embargo, el hecho de incluirlas, no significa que han sido aceptadas como correctas, sino que las incluye, solo para entender lo que leemos y escuchamos en nuestro idioma aun siendo barbarismos, esa es la finalidad del diccionario. Hoy, hay una corriente de palabras “nuevas” que invaden nuestra lengua, sobre todo anglicismos que se españolizan, ya que, se deben pronunciar no con la dicción británica o estadounidense, sino en español, como twitter, que en español ya se escribe y pronuncia “tuiter”.

La defendida “pureza” del idioma debería llamarse “pobreza”; porque para aceptar un neologismo -nueva palabra- no se requiere que falte su sinónimo en el español, basta que la nueva tenga o más propiedad, más energía o más contundencia o sonoridad o exclusividad.

Se dice que los puristas son fríos, secos y descarnados, pues igual resultan sus trabajos. José Reinoso, de la Academia de Letras Humanas de Sevilla, en 1798, reconoce; él derecho, que tiene, toda persona instruida, a “innovar con tiento”. Lo humanitario, lo fraternal, lo contundente sea del idioma que sea anula barreras entre pueblos y lenguas, sería un error querer que cada lengua se limite a sí misma.
Simón Bolívar, culto “polígloto”, innovó muchos vocablos que después registraría nuestro diccionario. En 1812 emplea por primera vez “patriota”; en 1813 utiliza “terrorismo”; en 1826 usa “liberticida” y “constituyentes”, unos tardarían pocos y otros más de cien años en ser registrados por la Academia; lo mismo sucede con investigaciones de historia que van descubriendo nuevos datos, y sin embargo son aceptadas hasta tiempo después. Por tanto; los que escribimos podemos innovar palabras, y también jugar con la gramática para dar énfasis o un sentido distinto o adicional al texto, incluso con palabras fuertes o groseras que por su contundencia ahorran largas explicaciones, pero hay posturas puristas o hasta puritanas que lo ven como error.  

Cuate, en el sentido de amistad, es una palabra atacada por los puristas, porque argumentaban era un error emplearla de esa manera ya que estaba registrada en el diccionario únicamente como un mexicanismo de gemelo. Hoy; cuate, es una palabra ya registrada por el Diccionario de la Real Academia Española también como “amigo íntimo”.

En nuestra muy extensa lengua mucho se admite el “sí, pero no” y el “no pero sí”, como en nuestro gentilicio “cuernavacense” que es un nombre catalogado como propio, y que sin embargo se escribe con minúscula como todos los gentilicios, salvo después de punto, en títulos o inicio de párrafo.
¡Hasta la próxima!

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