Ciudad del Vaticano.- Al presidir la misa por el Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco pidió evitar las miradas altaneras, los comentarios fugaces y despreciadores de quien ha olvidado la ternura, e instó a estar cerca de los vulnerables, los heridos, los "inmersos en el pecado y el error".

La tarde de este miércoles, el pontífice encabezó la tradicional procesión penitencial al inicio del periodo católico de la Cuaresma (los 40 días previos a la celebración de la Pascua) que inició con un momento de oración en la iglesia de San Anselmo en el monte Aventino, al centro de Roma.

Luego, acompañado por cardenales, arzobispos, obispos, monjes benedictinos, religiosos y fieles se dirigió hasta la Basílica de Santa Sabina, donde celebró la misa con el rito de la imposición de las cenizas, primero a él mismo y después a los presentes.

En el sermón, el pontífice estableció que las tentaciones a las que se encuentran expuestas las personas en la actualidad son múltiples y constató, con tristeza que, ante las vicisitudes cotidianas, se alzan voces que sólo saben sembrar desconfianza, aprovechándose del dolor y la incertidumbre.

Advirtió que los frutos de la desconfianza son la apatía y la resignación, unos "demonios que cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente". Pidió aprovechar la Cuaresma para "desenmascarar estas y otras tentaciones".

Más adelante invitó a detenerse un poco de la agitación, del "correr sin sentido" que "llena el alma con la amargura de sentir que nunca se llega a ningún lado" y alejarse de "mandamiento de vivir acelerado que dispersa".

Esa actitud, dijo, divide y termina destruyendo el tiempo de la familia, el tiempo de la amistad, el tiempo de los hijos, el tiempo de los abuelos, el tiempo de la gratuidad y el tiempo de Dios.

Llamó a desatender de la "necesidad de aparecer y ser visto por todos", de estar "continuamente en cartelera", que hace olvidar el valor de la intimidad y el recogimiento; a frenar la compulsión de querer controlar todo, saberlo todo y devastar todo; el ruido ensordecedor que atrofia y aturde los oídos haciendo olvidar el poder fecundo y creador del silencio.

"Detente un poco ante la actitud de fomentar sentimientos estériles, infecundos, que brotan del encierro y la auto-compasión y llevan al olvido de ir al encuentro de los otros para compartir las cargas y sufrimientos", siguió.

"Detente ante la vacuidad de lo instantáneo, momentáneo y fugaz que nos priva de las raíces, de los lazos, del valor de los procesos y de sabernos siempre en camino. ¡Detente para mirar y contemplar!", abundó.

Ponderó que este es el tiempo para "dejarse tocar el corazón" para dejar el camino del mal, que es "sólo fuente de ilusión y de tristeza". Y ponderó: "La verdadera vida es algo bien distinto y nuestro corazón bien lo sabe".

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