El próximo 30 de mayo han de conmemorarse 241 años del fallecimiento del célebre minero de origen franco-español don José de la Borda Sánchez, singular personaje al cual los habitantes de Cuernavaca referenciamos constantemente con cierta presunción a cientos de turistas nacionales y extranjeros por haber sido él, quien adquirió céntrica propiedad conocida como: “Casa de la Borda”. Pero el legado que, desde su arribo a la Nueva España en 1716, lo fue expandiendo a través de un periodo de más de seis décadas dedicando incansables jornadas de trabajo que le ofrecieron la oportunidad de beneficiarse sobriamente, pero también de compartir y distribuir la riqueza argentífera al llevar a cabo importantes proyectos de índole religioso, público y educativo.

 Don José fue un hombre religioso, autoritario, terco, abstinente, severo y caritativo; al establecer residencia en el Real de Minas de Tasco (actualmente estado de Guerrero) se inclina por abrazar la actividad de su hermano Francisco al cobijo de la familia Verdugo-Aragonés, llegando a ser un minero de respetable fortuna. Para 1743 se asocia con Manuel de Aldaco en la mina “La Cañada”, en el Real de Minas de Tlalpujahua ubicada en el estado de Michoacán, donde obtiene la nada despreciable cantidad de ciento ochenta mil pesos en plata, ganancia que le facilita el sondeo y a futuro el aprovechamiento de un socavón perteneciente a la diputación de Tasco. Al fallecer Francisco el 5 de enero de 1744, José hereda prometedor yacimiento, así como la mansión en el caserío de Tehuilotepec y algunas otras propiedades, mientras que un moderado capital se reparte entre los familiares que le sobreviven.
José de la Borda no sólo es recordado por la realización de tan generosa empresa, sino por muchas obras benéficas, por lo que las personas de la época acuñarían proverbial dicho, recordado hasta nuestros días que expresa el sentir popular hacia el personaje, el cual reza: “Dios darle a Borda y Borda darle a Dios”. En las poblaciones mineras en las que radica ejecutó innumerables obras sociales; en la actualidad algunas de ellas aún se conservan en buen estado y son dignas de admiración. En Tasco, por ejemplo, regularizó el servicio de agua potable, enriqueció el único manantial que surtía del vital líquido por medio de costosa cañería de más de quinientas varas de longitud; mandó empedrar el camino de Acuilapan a Acamilpa, camino vecinal conocido como: “Los Carriles de Borda”, construyó un puente sobre el río que separaba los pueblos de Pilcaya, Malinaltenango y Coatepec. En 1748, ordenó la fundación de la franciscana capellanía invirtiendo significativo capital favoreciendo con las rentas a su hijo Manuel; dedicó el Templo de Tehuilotepec a San Antonio de Padua, pueblo fundado por Francisco de la Borda; de igual manera mandó techar las capillas de los barrios y casas de los pobres habitantes del Real. Con un capital de un millón, doscientos pesos, mandó reconstruir la capilla, dedicando la antigua parroquia a Santa Prisca; concluyó en 1758. En Zacatecas, contribuyó con dos mil pesos anuales para la manutención de veinte niñas que carecían de familia.
En la Villa de Cuernavaca adquirió probablemente entre 1755 y 1765 una propiedad de más de treinta mil metros por la cantidad de dos mil pesos; allí pagó a un maestro de gramática para que enseñara las primeras letras a niños de escasos recursos y sustentó a estudiantes pobres; proveyó de su peculio los gastos de la botica de la villa, pagando los medicamentos necesarios para los menesterosos de la comunidad. Tomó a su cargo el culto del Santuario de Tlaltenango, adquirió ricos ornamentos para el templo, vistió costosamente a la venerada imagen y, además construyó la Casa Rectoral y de Hospedería para los fieles peregrinos.
Cuando el envejecido gambusino radicaba en Zacatecas, padecía de grave enfermedad conocida como: “Ponzoña Mercurial”, trastorno que afectaba a los mineros de la época. Entonces su hijo, el Dr. Manuel de la Borda, en busca de mejores condiciones de salud para su padre decide trasladarlo a la Villa de Cuernavaca, intuyendo quizá que el benigno clima de la feraz región aminoraría las dolencias del minero; la decisión, al parecer, surte el efecto deseado, don José prolonga su existencia por dos años más en la discreta morada, donde finalmente falleció el 30 de mayo de 1778, sin la riqueza a la que estaba acostumbrado. Un par de óleos del minero se conservan hasta nuestros días, el más conocido se encuentra en la sala capitular de la Parroquia de Santa Prisca; otro, menos difundido, pero no menos trascendente, confirma la fecha de muerte y lugar de sepultura del célebre personaje. Dicho cuadro se localiza en la Sala de los Carruajes del Museo de Historia en el Alcázar de Chapultepec de la ciudad de México.
   El historiador Manuel Toussaint, autor del fascinante libro “Tasco”, provee inmejorable descripción de la pintura y agrega el texto que adorna el ángulo inferior izquierdo respetando la ortografía original que a continuación transcribo:  
Don José ha envejecido, su rostro chupado es todo perfil aguileño; ha perdido sus dientes, las arrugas cruzan su perfil en todas direcciones, Borda toma rapé de una caja de plata y de plata es la empuñadura de su estoque y las hebillas de sus zapatos. Viste severamente de negro y su ropa, más ceñida y sin bordados, indican el cambio de moda; a los casacones dieciochescos que trajo la imitación de Francia, va a suceder el traje militar de finales de 1700. La peluca empolvada es más pequeña. Tampoco en este retrato aparece escudo alguno.
“V.R. de S.R. José de la Borda Natural de la ciudad de Oloron del Principado de Bearn, sugeto dla Corona de Francia, quien vino a este Reyno el año de 16 entro en Tasco día de N.s. De la Asunción; desde cuio tiempo se dedicó al empleo de la noble de la minería, assi en dho Real, como en Tlalpujahua, Chontalpa, perteneciente al Real de Zacualpan, y últimamente en la ciudad de Zacatecas: Caso en el 20 con D´Theresa Berdugo: enviudó el 27 y permaneció assi hasta el año de 1778 que murió el día 30 de mayo de hedad de 79 año 9 meses menos 3 días; Fue sepultado su cuerpo, el día 1 de junio en la viya de Cuernavaca, que en paz descanse.”  
Entre los muchos documentos publicados por Manuel Toussaint, se encuentra este que reproduce la partida del Libro de Defunciones del Archivo Parroquial de Cuernavaca.
“Don José de la Borda Español viudo de Dña Teresa Verdugo. En primo de junio de mil setecientos setenta y ocho Yo Fr. Antonio García con licencia del Dr. Manuel de Omaña Propio de esta Villa de Cuernavaca di sepultura eclesiástica en esta iglesia Parroquial al cuerpo de D. José de la Borda Español. Viudo de Dña. Teresa Verdugo, quien recibió los Santos Sacramentos e hizo su disposición testamentaria y para que conste lo firmé.

Por: Heberto González de Matos / opinion@diariodemorelos.com

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