E

l Miquixtli o Día de Muertos en México, es una tradición religiosa y sagrada de los católicos y data del sincretismo de la cultura anahuaca nahuatlaca con la cultura española cristiana; trata sobre la veneración o conmemoración a los difuntos.  Para los anahuaca los muertos iban a parar a cuatro destinos: el paraíso del sol (dios todopoderoso del cielo), el paraíso de Tláloc (dios de la lluvia y el trueno), el Mictlan (el inframundo) y el paraíso de los niños (árboles que amamantan). Para los españoles los muertos iban a parar a cuatro destinos: el cielo, el infierno, el purgatorio y el limbo. Estas creencias se fusionaron en las ofrendas a los muertos. Para los anahuaca el tema sobre las ánimas de los fieles difuntos que visitan los hogares que en vida habían sido de ellos, es lo que le da sentido a esta tradición. La esencia de esta tradición consiste en un viaje con retorno de los espíritus de los fallecidos, es decir, las ánimas de los difuntos se trasladan desde el más allá a través de un viaje mágico y misteriosos, para llegar al mundo de los vivos, justo donde viven sus familiares. El viaje desde el más allá es largo y cansado, por tal motivo los familiares de los difuntos les dan la bienvenida con una ofrenda colocada en un altar casero;  el recibimiento que se les hace a los difuntos es motivo de luto, no  obstante asimismo es motivo de júbilo y regocijo; de esta forma se recibe a los files difuntos con una diversidad de exquisitos elementos colocados en la ofrenda. El principal componente de la ofrenda son los alimentos que se le ofrecen al difunto. Por esta razón en una ofrenda se colocan distintos presentes culinarios o gastronómicos, que van desde guisos como el  mole y arroz, acompañados de tortillas y tamales hasta bebidas naturales, panes, dulces, calabazas y frutas. Además algunos colocan cigarros, cervezas y refrescos.  Para los anahuaca las ofrendas solo deben colocarse durante cuatro años, porque es el tiempo que tardan los muertos para llegar a su destino final del descanso; ya fortalecidos con lo que degustaron en la ofrenda, los difuntos regresan al más allá.   Pero cabe destacar que la ofrenda más importante es la primera, es decir la ofrenda nueva que se le coloca al difunto que muere en el lapso del último año, previo al 1 y 2 de noviembre. 

Otros elementos de la ofrenda son las flores como el cempasúchil, de color anaranjado o amarillento como el sol, que sirve como señal resplandeciente donde debe arribar el ánima del difunto. Y para asegurar su llegada a la casa de sus familiares, forman un caminito de pétalos de cempasúchil que va desde la calle hasta el interior de la casa donde está la ofrenda y sirve de guía para que no se equivoquen las ánimas. Otro elemento que sirve para orientar al difunto en su camino al hogar familiar, es el incienso de copal, parte integrante que sirve para purificar el ámbito de la ofrenda y para que el difunto no se desvíe a otro rumbo, sino que al percibir el perfume del copal llegue justo a la ofrenda. Otro elemento que sirve de señal son las velas y las veladoras, cuyas luces sirven de señales luminosas para que lleguen a la claridad de la ofrenda. Existe la creencia de que los difuntos llegan fatigados por el largo viaje  y lo primero que buscan es agua o cualquier bebida que calme su sed y refresque su boca reseca. Cabe destacar que los difuntos degustan o saborean el sabor de los alimentos con el sentido del olfato, por tal motivo ningún elemento de la ofrenda debe estar cerrado para que puedan olerlo.

En el estado de Morelos el pueblo más importantes que ha sabido preservar, enaltecer y enriquecer la tradición del miquixtli es  Ocotepec, de profundas raíces culturales y ancestrales que ha convertido en patrimonio cultural el Día de Muertos, conservando todos los elementos anahuacas y cristianos  fusionados para dar seguimiento a esta antigua tradición, sin permitir que elementos transculturales afecten la identidad y la esencia del Día de Muertos, como lo marca el ritual desde hace cientos de años. Por ejemplo, los ocotepequenses sienten repugnancia por la tradición del halloween y rechazan a quienes vestidos de brujas, fantasmas o demonios intentan entrar a donde se encuentra una ofrenda del miquixtli. 

Las ofrendas nuevas de Ocotepec son tan famosas por suntuosas, costosas y apegadas a los cánones del sincretismo cultural, que fueron declaradas hace 6 años por la UNESCO, patrimonio mundial de la humanidad, como puede verse en una placa colocada en la entrada del panteón de Ocotepec. La mayoría de los cuernavacenses no saben de esta distinción a Ocotepec, que por su alto valor se ha convertido en un atractivo cultural y turístico de Cuernavaca. Cada año, excepto este por la pandemia, cientos o miles de visitantes propios y extraños, recorres las calles, barrios y casas de Ocotepec, para visitar las ofrendas nuevas que los anfitriones orgullosos comparten; a través de los años se han instalado ofrendas nuevas entre 10 a 50  y no solo los ocotepequenses abren las puertas de sus casas para que los visitantes las conozcan, sino que como un gesto de generosa hospitalidad  invitan a los visitantes un vaso de café, atole o ponche, tamales, pan de muerto, y hasta hay quienes contratan un servicio de taquiza que durante el día los visitantes  degustan con un rico consomé, acompañado de un vaso de pulque o cerveza.

Las ofrendas nuevas de Ocotepec son las más costosas de México, pues los familiares de los difuntos llegan a gastar entre 10 y 50 mil pesos por ofrenda. Es un espectáculo recorrer las casas donde hay ofrendas nuevas, cuyos implementos, componentes y elementos son todos nuevos. Una casa que presenta una ofrenda nueva se distingue porque en la fachada colocan un arco florido o arreglos florales, lanzan cohetes al aire y se encuentra el caminito de pétalos de cempasúchil. Al entrar a la casa y pararse frente a la ofrenda lo primero que llama la atención es la representación del difunto, a quien le colocan su cabeza, gorra o sombrero, sus manos (guantes), su calzado y su ropa que usó en vida. También llama la atención las varias velas escamadas, cuyos coloridos adornos son elaborados con cera de abeja. También destacan las fotos enmarcadas de los difuntos. El culto a los muertos es una actitud sublime de respeto a lo sagrado y de duelo a la muerte.  

Por:  Juan José Landa Ávila  / opinion@diariodemorelos.com

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp