Al terminar la guerra revolucionaria en 1920, el Estado de Morelos quedó en ruinas. El ejercito zapatista fue contundentemente derrotado y su caudillo asesinado. Miles de morelenses, neutrales y alzados, murieron; pueblos incendiados, ciudades devastadas y despobladas, miles de morelenses emigraron, escasez y carestía del comercio, haciendas y fábricas saqueadas y destruidas, la industria azucarara aniquilada, caminos incomunicados, líneas telegráficas y telefónicas destruidas, producción alimentaria suspendida, miles de cabezas de ganado robadas, suspensión de garantías ciudadanas, epidemias y enfermedades. Miedo, tristeza y desolación fue la herencia que nos dejó la guerra zapatista. En 1920 la entidad morelense quedó en poder del gobierno carrancista y desde siete años atrás había dejado de ser un estado libre y soberano para convertirse en un territorio sin poderes, controlado por el ejecutivo federal y resguardado por militares en calidad de jefes de operaciones militares. Ante esta situación hubo quienes quisieron sacar provecho del arruinado estado de Morelos. Tal fue el caso del vecino gobierno del estado de Guerrero, que abusando de la colindancia, pretendió apropiarse de una porción del estado de Morelos que abarcaba 38,583 hectáreas, comprendidas entre al río Amacuzac y la sierra de Ocotlán, alegando los guerrerenses que los límites de su entidad llegaban más al norte hasta el río Amacuzac, lo que era falso, ya que desde la fundación del estado de Morelos en 1869, la línea divisoria entre ambos estados lo marcaba la sierra de Ocotlán. Esta postura abusiva y ambiciosa del gobierno de Guerrero, se convirtió en un serio conflicto que el gobernador de Morelos José G. Parres debía resolver, ya que los guerrerenses pretendían invadir territorio morelense.
Domingo Díez en su libro “El Estado de Morelos y sus derechos territoriales”, dice: “En noviembre de 1920, el presidente municipal y el síndico del ayuntamiento de Huitzuco, Guerrero, se presentaron ante los vecinos de Xicatlacotla, Morelos, conminándolos a reconocer forzosamente al gobierno de Guerrero o de lo contrario a abandonar sus hogares, atentado que obligó al gobierno de Morelos a protestar ante el de Guerrero, quien ratificó su actitud en telegrama del gobernador, diciendo: …que como los terrenos en que está ubicada la cuadrilla de Xicatlacotla pertenecen a la parcialidad de
Chauzingo desde la época colonial, el gobierno de Guerrero reconoce por límites el río Amacuzac y con este motivo ordeno a las autoridad de Huitzuco nombraran autoridades en los poblados de este lado de dicho río… No pudo el gobierno de Morelos tolerar semejante atentado a su soberanía, y cruzó una serie de notas con el gobierno de Guerrero y con la Secretaría de Gobernación, lo que trajo la resolución de efectuar una serie de conferencias en la ciudad de México entre representantes de los gobiernos interesados, presididos de un representante del presidente de la república Álvaro Obregón, quien fue reconocido como árbitro. En el curso de las conferencias, ni el gobernador de Guerrero, ni los representantes de su gobierno, probaron la afirmación de que el río Amacuzac fuera el límite. El resultado de las sesiones que se realizaron en los meses de mayo a agosto de de 1922, fue el laudo del presidente Obregón que dictó el 23 de mayo de 1923, por el que se reconoció la jurisdicción del Estado de Morelos sobre todos los poblados situados dentro de la zona Río Amacuzac– Sierra de Ocotlán. Este fallo fue reconocido tácitamente por el estado de Guerrero, puesto que retiró a las autoridades que había impuesto, las que fueron sustituidas por funcionarios morelenses. La soberanía de Morelos quedó perfectamente establecida en la zona en disputa. Toca al gobierno de Morelos y a su legislatura elevar a la categoría de ley el fallo del presidente Obregón…”
Personal que participó en las sesiones para estudiar, dilucidar, dictaminar y solucionar el problema de límites: Representante del presidente de la república general Rafael Vargas, representantes del gobierno de Morelos licenciado Ricardo Sarmiento e ingeniero Domingo Díez, representantes del gobierno de Guerrero licenciado Faustino Estrada e ingeniero Aurelio Chávez. Las reuniones se realizaron del 24 de mayo al 2 de agosto de 1922, en la ciudad de México. Lo primero que elaboraron fue el reglamento para las sesiones. El Ing. Díez y el Lic. Sarmiento presentaron como pruebas un archivo de 15 documentos y libros y 8 mapas y planos, que sirvieron para comprobar que la línea divisoria entre Morelos y Guerrera es la Sierra de Ocotlán. De mayo a agosto se realizaron 18 sesiones complementadas con igual número de actas. Fue una labor patriótica desarrollada por los representantes morelenses para defender su territorio, y gracias a las cuantiosas pruebas que presentaron, lograron solucionar a su favor este conflicto.
Domingo Díez (18811934) nació en Cuernavaca. Se unió en matrimonio con María Pinal. En 1908 se tituló de ingeniero en la Escuela Nacional de Ingenieros. Comenzó a ejercer su profesión realizando obras de infraestructura en varias haciendas morelenses. En 1913 resultó electo diputado en la XXIII legislatura local; en este mismo año el presidente Huerta mandó aprehender a los integrantes de esta legislatura y al gobernador Benito Tajonar, por haberse opuesto a su dictadura. Díez permaneció en la cárcel mientras duró Huerta en el poder. Ya libre se fue a trabajar a las obras portuarias de Mazatlán. En 1915 desempañó el cargo de jefe de Vías y Edificios de los Ferrocarriles del Ejército Constitucionalista. En 1921 se encargó de la Comisión de Límites del Gobierno de Morelos. Fue miembro de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México. Fue miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. En 1930 ocupó el cargo de director de Obras Públicas del Gobierno del Estado. Sus libros publicados: “El cultivo e industria de la caña de azúcar”, “Reseña histórica de la distribución política del territorio morelense”, “El Estado de Morelos y sus derechos territoriales” y “Bibliografía del Estado de Morelos”. El historiador Domingo Díez fue sepultado en el panteón de la Leona. En su honor una calle de Cuernavaca tiene su nombre, el mismo que aparece en letras de oro en el recinto de Congreso de Morelos. Por su obra y por defender el territorio morelense, debería ser considerado el héroe más brillante del Estado de Morelos, merece que algún día en su honor se coloque un monumento de bronce.
