Al Ingeniero

Cuauhtémoc Cárdenas.

Los generales Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río, figuras preponderantes de la Revolución y el siglo XX mexicanos, tuvieron algunos puntos de coincidencia en común: no provenían de las élites al momento de incorporarse a la Revolución, abrazaron la carrera de las armas ascendiendo y destacando por indiscutibles méritos propios y a partir de la revuelta de Agua Prieta y la muerte del presidente Carranza, permanecieron con lealtad en el bando vencedor. Todo lo anterior los catapultó hasta alcanzar ambos la Presidencia de la República, Calles en 1924 y Cárdenas diez años después en 1934. Sin embargo, sus concepciones diferentes de ver el derrotero de México y su Revolución, así como sus diferencias, diametralmente opuestas los llevaron a romper y ser antagonistas, después de haber sido aliados y compañeros.

Calles, a pesar de ser el brazo derecho de Obregón, tuvo un perfil más administrativo que militar, o bien ese complemento seguramente consolidó a una dupla invencible por lo menos hasta la muerte de Obregón, Calles fue gobernador de su natal Sonora, secretario de estado con Carranza y al concluir Obregón su mandato tras la cruenta rebelión De la Huertista, en la cual prácticamente una mitad del ejército se enfrentó a la otra, Calles entonces secretario de gobernación, fue el sucesor natural del Caudillo de Celaya y por ende presidente para el periodo 1924-28. Como presidente, Calles destacó como el hombre de estado del cual ya había dado visos en años anteriores y consolidó la reorganización de las instituciones y la administración pública, entre lo más destacado robusteció la industria, la agricultura, profesionalizó el ejército con el general Joaquín Amaro, creó el Banco de México y renegoció la deuda con los norteamericanos. Posteriormente fue el artífice del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, abuelo del desacreditado PRI. 

A la par de sus luces, Calles también destacó por sus sombras, en lo particular las resumo en no haberse desligado de Obregón en su mandato, en emprender el conflicto religioso y la sangrienta guerra cristera y por supuesto, en sucumbir ante la ambición del poder y perpetuarse en el mismo a lo largo del Maximato.

Durante sus años de poder, Calles eligió Cuernavaca como sitio de descanso, y hasta aquí los políticos más importantes vinieron a establecerse algunos, y otros a conferenciar y a tener acuerdo con el presidente y después Jefe Máximo de la Revolución, muchas decisiones importantes para el país se tomaron en Cuernavaca en aquellos años. Ello se tradujo en el surgimiento de la antigua Cuauhnáhuac como sitio turístico de primer orden en México, también consecuencia de lo anterior fue la creación del Club de Golf Cuernavaca, y la presencia del embajador Dwigth Morrow, quien a su vez financió los murales de Diego Rivera en Palacio de Cortés. Calles vivió en una mansión en Avenida Morelos y Motolinia, donde ahora se levanta un supermercado y compartió la cuadra con su yerno, el influyente Fernando Torreblanca, con Federico de la Chica y enfrente se construyó el Hotel Papagayo del general Almazán.

El general Cárdenas, a diferencia de Calles, y a la par de sus méritos en el campo de batalla, fue particularmente destacada su participación combatiendo a los De la Huertistas, comprendió y asimiló tal vez como nadie, la vena social del movimiento revolucionario, ello lo ha llevado a ser una de las figuras más entrañables del imaginario colectivo de la nación y uno de los presidentes más queridos y reconocidos por la nación mexicana. Sin embargo su talante social, su visión progresista y su cercanía con el pueblo no lo exentaron de ser un hombre de carácter y con amplia capacidad para dirigir los destinos de México, supo con energía y enorme habilidad política terminar con el Maximato y enviar a Calles al exilio sin disparar un cartucho, nacionalizó los bienes del subsuelo, llevó a cabo una enorme política agraria que en su momento fue adecuada materializando los anhelos de la Revolución, en Morelos hizo justicia al zapatismo al establecer el Ingenio de Zacatepec, tampoco descuidó nuestra memoria histórica e inmenso patrimonio cultural, fundó el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Castillo de Chapultepec pasó a ser desde entonces el Museo Nacional de Historia, siendo inaugurado formalmente el 27 de septiembre de 1944. Al concluir su mandato fue el líder indiscutible de la Revolución y el guía moral de México hasta su muerte en 1970.

Cárdenas tampoco pudo sustraerse de las bondades de Cuernavaca y en la década de los treintas estableció al sur del municipio el Rancho “Palmira” bautizado en memoria de su fallecida hija y que con el paso del tiempo dio nombre a la zona, además  de la pujante producción agropecuaria, el Rancho Palmira fue un centro desde donde el general Cárdenas impulsó su labor social a favor de los morelenses, no en vano en la propiedad se levantó una escuela normal para señoritas que aún sigue en funcionamiento y que el general legó a Morelos. Otra anécdota ligada a Palmira es la que da cuenta que al regreso de una gira al Ingenio de Zacatepec, ya por llegar a Palmira, el general Cárdenas ordenó orillar su auto en la cuneta de la carretera y allí con el general Mujica, decidió dar luz verde a la expropiación petrolera de 1938.

Como ya se mencionó, a pesar de sus diferencias, los generales Calles tuvieron en común el origen revolucionario, el haber sido secretarios de estado, presidentes de la república, incluso comparten aniversarios luctuosos pues ambos murieron un 19 de octubre, Calles en 1945 y Cárdenas en 1970, el pasado 19 de octubre también murió Celeste Batel, nuera del general Cárdenas y esposa del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, mujer excepcional que dio cuenta que la discreción no solo es manifestación de inteligencia, sino que también no está reñida con el apoyo a las mejores causas de México, fue una compañera magnífica en todas las batallas que el ingeniero Cárdenas emprendió.

A todas estas coincidencias se suma y destaca también el afecto y la predilección que los generales y presidentes Calles y Cárdenas tuvieron por Cuernavaca.

Los presidentes Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río tuvieron algunos puntos de coincidencia en común, como su afecto y predilección por Cuernavaca.

Por: Roberto Abe Camil / opinion@diariodemorelos.com

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