La barranca de Amanalco, por el norte de Cuernavaca, se localiza entre cuatro avenidas: por el oriente las avenidas Domingo Diez y Cuauhtémoc  y por el poniente las avenidas Las Palmas y Lázaro Cárdenas. A partir del puente “El Túnel” sigue su trazo entre las avenidas Madero y Morelos, más adelante en el puente Porfirio Díaz, la calzada Leandro Valle bordea la barranca en forma de “U”, y a partir del puente “Los Lavaderos” continúa entre la calle Vicente Guerrero y la avenida o bajada de López Mateos y más adelante va paralela por un tramo de la calle Clavijero hasta el puente de Amanalco, donde prosigue rumbo el sur paralela a las avenidas Humboldt y Palmira y cabe resaltar que esta barranca pasa por territorio del poblado y ejido de Acapantzingo y finalmente concluye en el puente de Las Guacamayas.
Amigos de más de 80 años me platicaron que de chamacos bajaban a la barranca de Amanalco a disfrutar de un paseo. En el año 2000 el arquitecto Miguel Salinas López me platicó con lujo de detalles sobre sus incursiones a la barranca; me contaba que había senderos por donde bajaba, pero tenía que agarrarse de las raíces de los árboles para no caerse y que su mamá siempre le recomendaba que tuviera cuidado; eran tiempos en los que en Cuernavaca reinaba la seguridad y no había problemas por bajar a la barranca. También otro de mis amigos, el médico Jorge Ganem Guerra, me platicó a sus 83 años, que él bajó muchas veces a pasear a la barranca cuando estudiaba la secundaria, acompañado de sus compañeros. Mi papá don Joaquín me platicó de un compañero suyo que bajó a la barranca y subió espantado porque se topó con un puma a finales de los años veinte, del siglo XX.
 El periodista Pepe Gutiérrez platicaba de una señora a la que se le apareció el diablo envuelto en llamas en el puente del Diablo y se volvió loca por el espanto. El puente del Diablo se llama así no porque Hernán Cortés saltó aquí con su caballo, sino porque este puente era un paraje donde la gente mala pactaba con el demonio. Otra crónica que platicaban los ancianos es el de la señora que se suicidó arrojándose al precipicio de la barranca desde el puente Porfirio Díaz. O la leyenda de la Llorona que se aparecía por las noches en esta barranca. Lo que sí es real es la tradición prehispánica de que en la barranca de Amanalco, existen seres invisibles que los nativos de Cuernavaca llaman “Los Aires” y que son causantes de enfermedades o accidentes. Solo pueden ahuyentarse con el humo del cigarro y amarrándose un paliacate rojo en el cuello.  
En 1994 un grupo de ambientalistas encabezados por el biólogo Armando Mojica Toledo y el arquitecto Manuel Quinto Espinoza, le presentaron al presidente municipal Alfonso Sandoval Camuñas, el proyecto integral del Paseo Barranqueño de Amanalco, planeado para construirlo debajo del puente Porfirio Díaz. Afortunadamente este alcalde se interesó en dicho proyecto y de inmediato puso en marcha su ejecución. Los atractivos más importantes de este paseo barranqueño son: admirar por debajo el imponente puente Porfirio Díaz, obra maestra de la ingeniería en 1900; el otro atractivo consiste en conocer la cavidad de la barranca con sus acantilados, su afluente de agua, sentir la baja temperatura y observar la vegetación. El recorrido se hace por andadores protegidos por barandales, de los cuales un tramo sirve de puente peatonal para atravesar la barranca y salir de ella por el puente de “Los Lavaderos”, en la calle Vicente Guerrero. Al salir por este acceso puede verse un tramo del acueducto construido por Hernán Cortés para llevar el agua a su palacio.
A la barranca de Amanalco se le debe la mitad del agua potable que el SAPAC  suministra a la ciudad de Cuernavaca, debido al aprovechamiento que el ayuntamiento hace del  manantial “El Túnel”. Este manantial fue descubierto por el empresario Eugenio Cañas en 1896 y se localiza a unos metros debajo del puente “El Túnel”. Resulta que don Eugenio descubrió en los acantilados de la barranca unos escurrideros de agua y decidió dinamitarlos para que saliera el chorro del agua. Al abrirse el boquete por la explosión se descubrió un túnel por donde salió abundante corriente de agua. Pensaba canalizarla a su rancho que tenía en Atzingo, pero como fue del dominio público este descubrimiento y la gente se lo increpó, mejor decidió que este manantial quedara para el abastecimiento de la ciudadanía. Como pueden darse cuenta “El Túnel” sigue funcionando desde hace 120 años con la bendición de Dios.  
En la barranca de Amanalco existió una cascada de agua cristalina cercana al puente de Gutenberg. Actualmente sigue cayendo pero contaminada y entubada; apenas se alcanza a ver desde este puente. Antaño esta cascada o salto se originaba de los abundantes manantiales provenientes de los  borbollones de los Ojos de Gualupita, las pozas del Pilancón y las cascadas del Miraval. Unidos estos afluentes formaban el arroyo que atravesaba el Rancho Colorado y el Rancho Basoco, pasaba cerca de la piedra del Chimali y en seguida caía al fondo de la barranca de Amanalco.
Según la leyenda la barranca de Amanalco fue creada por el Tepozteco. Un fragmento de esta leyenda dice que al Tepozteco lo venían persiguiendo a toda carrera los xochicalcas, porque había matado el rey de Xochicalco; lo venían correteando desde allá y en la trayectoria de su persecución atravesaba lomas y barrancas. El camino por el que corría pasaba por Cuauhnáhuac, donde estuvieron a punto de alcanzarlo. Pero de repente el Tepozteco se detuvo, se volteó para encarar a sus enemigos, se sacó su pene del taparrabo para echarse una fenomenal miada en forma de arco iris, la que provocó una lluvia de orines, que al precipitarse a la tierra abrió un enorme y hondo surco que impidió que los xochicalcas siguieran persiguiendo al Tepozteco, quien continuó su huída hasta llegar a Tepoztlán. El surco que hizo el Tepozteco con el poder de sus orines, tiempo después se convirtió en una barranca, debido a las potentes corrientes de agua que bajaban de la serranía en la temporada de las torrenciales lluvias. Así fue como se creó la barranca de Amanalco.

Del cronista
Juan José Landa Ávila
local@diariodemorelos.com.mx

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