Un poderoso sismo de magnitud 6.0 sacudió el este de Afganistán el pasado domingo por la noche, provocando una tragedia de alcance creciente. El número de víctimas mortales ya supera las 1 400 personas, mientras que más de 3 000 resultaron heridas. La región más afectada incluye las provincias de Kunar, Nangarhar y Laghman, donde aldeas enteras han sido borradas del mapa. Las construcciones, en su mayoría de barro y piedra, colapsaron durante el temblor, atrapando a muchas personas en su interior.
La emergencia humanitaria se agrava en zonas aisladas, donde el acceso está bloqueado debido a deslizamientos y carreteras destruidas. Equipos de rescate intentan llegar a los afectados incluso a pie, recorriendo largas distancias en terreno montañoso. Un equipo de Save the Children reportó haber caminado más de 12 millas cargando equipo médico solo para llegar a los poblados afectados.
El Gobierno talibán lanzó un llamado internacional de auxilio, apoyado por organismos como la ONU y UNICEF. Sin embargo, el envío de ayuda se ha visto limitado debido a recortes en fondos, sanciones internacionales y restricciones impuestas por las autoridades locales, especialmente en el despliegue del personal femenino. A pesar de ello, países como India, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos y la Unión Europea han comenzado a canalizar ayuda a través de ONG y organismos humanitarios. India ha enviado ayuda aérea, mientras que el Reino Unido ha comprometido un millón de libras esterlinas.
Miles de niños, en particular, enfrentan una situación crítica: los equipos sobre el terreno denuncian carencias extremas en alimentos, refugio y atención médica. La combinación de la violencia del sismo, el aislamiento geográfico y la infraestructura debilitada ha convertido la respuesta en una “carrera contra el reloj” y resalta una profunda crisis que ha sobrepasado con creces la capacidad operativa de Afganistán.
