Ha dejado de existir el significado Médico Veterinario Zootecnista Fernando Guillermo Arellano y Fernández, un hombre de lucha social y prestigio ganado a pulso por la creciente presencia que adquirió desde sus tiempos mozos, cuando partió de su Tierra natal, Mazatepec a buscar destino que encontró y con gran éxito tanto en el Estado de Morelos como en otros puntos del País, particularmente en Bernal, Querétaro casi al pie de la hermosa Piedra Monumental que es la tercera más grande del Mundo después de la del Estrecho de Gibraltar a la entrada del Mar Mediterráneo y Pan de Azúcar en Brasil… Al luchador social, maestro, funcionario y empresario de éxito, lo conocí en 1960 allá en Jalapa, Veracruz, donde concurrimos a un Congreso Nacional de Estudiantes Preparatorianos, ahí llegamos el cuernavacense Rafael Díaz del Castillo, el puenteixtleño Moisés Velazco Martínez y este Escribano

Pablo Rubén, como representantes del Estado integrantes de la naciente Federación de Estudiantes Universitarios de Morelos a ese encuentro de aspirantes a Bachilleres…

Fernando Arellano ya cursaba su Carrera para Veterinario en la Universidad Nacional Autónoma de México cuya Federación de Estudiantes de la UNAM, fueron los convocantes al Congreso que por desgracia no concluyó en las condiciones más favorables porque los politiqueros por encargos gubernamentales federales metieron las manos a través del Estado de Veracruz para romper esa gran Asamblea Estudiantil de preparatorianos que contó con la asistencia de representantes de casi todo el País… Los de Nuevo León se caracterizaron por su negatividad a todo lo que ahí se acordaba en tanto que los de Querétaro fueron el ariete golpeador que bajo los influjos del alcohol la segunda noche de pernocta en el Hotel México de Jalapa donde fuimos alojados parte de los congresistas, llegaron a provocar y golpear a cuánto cristiano se les atravesó… Muchos compañeros se escondieron donde pudieron pero para mi desgracia algunos me arrinconaron y me pusieron “una santa nodriza” que me costó un ojo, el izquierdo altamente lastimado y una oreja en parte desprendida en el pabellón, por la mordida que me dio uno de los pelafustanes… En algún momento llegaron para poner orden ‘porros’ de la UNAM, grandes jugadores de Futbol Americano como el conocido

“Chiquilín”, quienes me rescataron y me llevaron a otro hotel… Mis compañeros Rafael y Moisés acordaron aprovechar la estadía en Jalapa para viajar al cercano Puerto de Veracruz y allá pasar la tarde noche del desventurado día de la “nodriza”; quién sabe a qué hora retornaron a Jalapa… Desde el momento en que inició el congreso el buen compañero

Fernando Arellano por el paisanaje con nosotros, se convirtió en nuestro asistente y orientador para todo lo que necesitáramos en aquella reunión estudiantil donde en los recesos convivimos y platicamos de múltiples cuestiones relacionadas por nuestra Tierra, Morelos… En la madrugada del día siguiente de la bataola estudiantil que terminó con tres compañeros queretanos super golpeados, uno de ellos el que mordió mi oreja, fue lanzado del tercer piso del hotel referido hasta el techo de una casa vecina, donde fue rescatado por paramédicos para las atenciones correspondientes y según supe años después, quedó paralítico de medio cuerpo… En esas horas tempraneras del amanecer, una voz cuidadosamente apagada pronunciaba mi apellido “Villalobos, Villalobos, Villalobos”… Como pude desperté por la golpiza recibida y sólo dije balbuceante: “Aquí estoy, aquí estoy”… Era la presencia de Fernando Arellano quien como pudo me levantó y solamente me dijo: “Paisano, vámonos, vámonos, vámonos”… La expresión de paisano era la forma usual de Fernando para llamarnos a nosotros tres… Como pude me puse los zapatos y apoyado por

Fernando casi cargado por él, caminamos cuidadosamente aproximadamente cuadra y media, a donde se encontraba el autobús casi repleto de estudiantes para conducirnos a la Ciudad de México, donde fui acomodado en uno de los primeros lugares para mi descanso, protección y traslado… Recuerdo que a ese sitio preocupados, se acercaron

Rafael Díaz del Castillo y Moisés Velazco para anunciarme que ya llevaban mi equipaje, que no me preocupara, que llegando a Cuernavaca me llevarían para ser atendido; Fernando les pidió que me dejaran descansar, me dio dos pastillas con un refresco Sidral, me revisó el ojo, la oreja y me acercó un lienzo frio para que lo mantuviera en mi ojo y me limpió la sangre de la oreja y el cuello… Él estudiaba Medicina Veterinaria… Continuará. ¡Hasta mañana que será un día más!

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