El partido entre Independiente de Avellaneda y la Universidad de Chile por la Copa Sudamericana, disputado en el estadio Libertadores de América, terminó en una de las noches más violentas que se recuerden en el fútbol sudamericano.
Disturbios en las tribunas
Los incidentes comenzaron en la tribuna destinada a la afición visitante, donde hinchas chilenos lanzaron butacas, piedras y palos hacia los sectores de Independiente. La policía intervino para desalojar a la mayoría de los visitantes, pero un grupo permaneció en el lugar, lo que provocó que barrabravas locales irrumpieran en esa zona y desataran una batalla campal.
Escenas de extrema violencia
Testigos y videos muestran ataques con barras metálicas, aficionados lanzados desde las gradas, personas ensangrentadas y hasta casos en los que se desnudó a hinchas rivales como forma de humillación. El árbitro uruguayo Gustavo Tejera suspendió el encuentro en el minuto 48, con el marcador 1-1, sin que pudiera reanudarse.
Heridos y detenidos
Los reportes oficiales varían, pero se estima que hubo entre 10 y 22 heridos graves, algunos con fracturas craneanas y apuñalamientos. Más de 100 personas fueron detenidas, la mayoría pertenecientes a la hinchada chilena.
Consecuencias inmediatas
La Conmebol decidió cancelar el partido y anunció sanciones severas: Independiente y Universidad de Chile quedaron excluidos de competiciones internacionales en 2026 y 2027, mientras que el estadio Libertadores de América fue clausurado de manera indefinida para torneos organizados por el organismo.
El hecho, calificado por medios internacionales como una “masacre” y una “barbarie”, vuelve a poner bajo la lupa la falta de control en la seguridad de los estadios sudamericanos y la persistencia de la violencia en el fútbol
