Arrancó la participación de la selección mexicana de futbol en el torneo denominado “Copa Oro”, organizado por la CONCACAF. Hacía un buen rato que no se veía a los jugadores aztecas salir con bríos, meter la pierna, correr y prácticamente borrar al rival. Independientemente de la manifiesta debilidad del cuadro catracho, que no fue capaz de competir ni siquiera en su fuerte, que es el tema físico, la realidad es que se vio un cambio importante en el quehacer futbolístico del tricolor. Sin embargo, me niego a treparme al carrusel del elogio desmedido a la labor del entrenador nacional, Jaime Lozano. Es imposible, desde el punto de vista técnico, táctico, funcional y deportivo que, con solo cuatro días de trabajo alguien pueda influir definitivamente en el accionar de un equipo. Concuerdo con la designación de Lozano para este compromiso. Tampoco creo que hubiera muchos entrenadores que en estas circunstancias aceptaran fungir como interinos, con la lumbre tan cercana. Jaime es un tipo sensato, que se prepara para hacer huesos viejos en esta sufrida actividad de la dirección técnica y muy probablemente lo logre. Este paso es fundamental y por ello deberá ir partido a partido pero sobre todo, no marearse con el canto de las sirenas. Ganar la Copa Oro puede ser un logro importante en su carrera aunque debemos dimensionar el tamaño de ese éxito, en caso de producirse. No hay un solo equipo que se asemeje siquiera al nivel del cuadro azteca. Estados Unidos y Canadá con su equipo “B”; al invitado Qatar apenas le alcanzó para perder 1-2 con Haití; los caribeños no han mostrado músculo y en Centroamérica el tiempo parece haberse detenido. Si México logra jugar a toda su capacidad, se va a llevar el trofeo a su vitrina. El temor es que un triunfo en esta justa pueda servir de “cortina de humo”, para que los altos mandos federativos crean o quieran hacer creer al gran público que el enfermo está curado. Vienen dos rivales a modo como son Haití y Qatar. La calificación a la siguiente ronda no corre ningún peligro. Lo demás tendrá la suerte que el grupo persiga. Por respeto a Jaime Lozano, hay que exigir a los federativos que, terminando el torneo, hagan público si continúa al frente o se acabó su interinato. Hay que recordar que en el pasado, las formas no han sido tersas, por decirlo suave. Particularmente pienso que todavía no es el momento para el Jimmy. México necesita un director técnico hecho y derecho, elegido sin prisas y en consenso. Luego, dejarlo trabajar, conseguir rivales de jerarquía para preparar lo que será todo un suceso: La Copa del Mundo en nuestro país. Por lo pronto, Lozano deberá buscar un estilo, un cuadro base, imbuir su idea futbolística y tratar a toda costa que el jugador ni se achique ni se vuele. Pero sobre todo él deberá mantener la calma y no creer que de verdad es…un mago.

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