La nota de más adelante da lugar a un pedacito de historia. Sale y vale: Antes que por el Parque Ecológico San Miguel Acapantzingo, a lo largo de siete décadas este predio fue ocupado por la desaparecida Penitenciaría de Atlacomulco. Ubicada en la entrada de la colonia Acapantzingo y conocida popularmente como “La Peni”, el portón daba a la avenida Atlacomulco, alto como el muro perimetral que albergaba bajo reglas no tan estrictas a hombres y mujeres culpables o inocentes, compartida la ansia de libertad que al menos un preso anticipó huyendo.

Trascendió entonces la evasión de un reo llamado Pedro Bello Jaramillo, un guerrerense migrado a Cuernavaca dedicado por años al robo a establecimientos comerciales. Huyó hasta en dos ocasiones, y lo hizo mucho antes que “El Chapo” Guzmán. Durante meses cavó con paciencia desde su celda, apuntalando un “túnel” con tablas de unos treinta centímetros que obtenía subrepticiamente en el taller de la carpintería del penal. Esparcía puños de tierra que sacaba de los bolsillos del pantalón mientras daba largas caminatas en el patio donde los internos circulaban más o menos libremente. Verdad o mentira, se dijo que ideó un “extractor de aire” usando las aspas de una licuadora con los polos invertidos. Terminado el túnel, a fines del verano de los setenta aprovechó una tarde que llovía a cántaros para escurrirse, arrastrándose panza abajo por el túnel hasta la calle. Alcanzó la libertad saliendo por un “boquete” pegado al piso de la barda del lado Este, al cual tuvo la precaución de tapar con una piedra para que no fuera visto por los vecinos que caminaban rumbo a las vecindades de la zona, entre otras, la de Los Charros. No fue sino hasta el pase de lista de la mañana del del día siguiente cuando los guardias se dieron cuenta de que Pedro no estaba en su celda. Pasados unos meses, la portada del periódico “La Prensa” dio cuenta del asesinato de un ex comandante de la

Policía Judicial de Morelos, de quien Pedro se vengó por una antigua afrenta. Lo “cazó” cuando llegaba a su casa en el estado de México, y lo dejó irreconocible rociándole el rostro con una ráfaga de metralleta. Mas como quien mal anda, mal acaba, cierto día Pedro cayó muerto en una ciudad del Bajío, aniquilado por un modesto policía de crucero al que se le hizo sospechoso y le ganó el saque de la pistola, disparándole antes de que el delincuente irredento alcanzara a reaccionar. Hoy, comparada con el penal de Atlacholohaya, la “peni” de Atlacomulco que fue cerrada veintitrés años atrás resultaría un jardín de niños. En los últimos meses, las riñas han sido la constante en el mal llamado Centro de Readaptación de Morelos, memorable el intento de fuga en el que murieron dos reos y un custodio, lo que intentó ocultar la autoridad. Evidentes las incapacidades y típicos los negocios que caracterizan a todo centro de reclusión, éstos funcionan desde los días lejanos de la desaparecida en la entrada a la colonia Acapantzingo…

Recientemente, el Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos gestionó 14 millones de pesos del Fondo de Competitividad y Promoción del Empleo para el mantenimiento del parque San Miguel Acapantzingo y la reparación de sus fuentes danzarinas. Esto se publicó como si fuera la gran cosa. Se resaltó la “novedad” de que las fuentes se encuentran inservibles y obsoleto el sistema por falta de mantenimiento, por lo que está cancelado el espectáculo musical que funcionaba con chorros de agua sincronizados. Todo esto para presumir que la aportación local podría ser, tal vez, de sólo un millón de pesos… (Me leen mañana).

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