Una reforma a la Ley del Transporte del Estado le abrirá la puerta a un “servicio del transporte público con plataforma digital”. ¿Una especie de Uber? ¿Mejor o igual? ¿Para qué si ya hay uno? Como sea, el asunto parece ir en serio. De acuerdo a notas publicadas a este respecto, para ello hay un proyecto en el cual labora la Secretaría de Movilidad y Transporte (SMyT) “en coordinación con el Congreso del Estado” y los concesionarios del propio servicio público que será concretado mediante una reforma a la Ley del Transporte del Estado.

Si algo falta, es que los diputados se pongan a trabajar, según se ha visto, algo nada fácil de lograr. Por lo demás, ya que el objetivo consiste en que los dueños de ubers paguen impuestos, el tema lleva a otro. Las concesiones de uber no cuestan, son gratis, pues no las hay ni son necesarias; pero sí las concesiones de taxis, por cierto, hoy día depreciadas, con costos de entre cien mil pesos y un poco más, a diferencia de ocho años atrás cuando las de Cuernavaca, Temixco, Jiutepec, Emiliano Zapata y Xochitepec andaban entre 150 mil, 200 mil y hasta 250 mil pesos. Parte del cochinero urbano es el transporte público en general, carcachizadas dos de cada tres rutas, incómodas, inseguras y onerosas para la economía popular que lleva años arrastrando la cobija, y además perpetrado en cada sexenio el negocio multimillonario para unos cuantos con el trafique de concesiones. Una realidad inmerecida, injusta, odiosa para docenas de miles de usuarios que, si los gobiernos pasados hubieran sido eficaces y honestos, sería distinta. Una cierta suerte como de fantasía largamente deseada y supuestamente imposible, es: sustituir los microbuses y combis con unidades de tamaño intermedio, como camionetas tipo van para doce pasajeros, con asientos amplios y aire acondicionado, que paren en las esquinas pero no todas, ubicados los paraderos en sitios distintos. Ejemplo: las vams de las rutas números dos, tres y cuatro abordadas por los usuarios en lugares para ello señalados, y en otros sitios las números cinco, seis y siete. Inevitablemente, el usuario debe caminar una o dos cuadras, pero el desplazamiento vehicular se vuelve ligero, no denso por el apretujamiento de microbuses o combis como sucede ahora que todas dejan y levantan pasaje en solamente una “parada”. Los taxis sólo deben parar en las esquinas, equipados con taxímetros que indiquen el costo del servicio e identificado el conductor con un gafete tamaño media carta que lo hagan fácilmente visible, con el nombre y la fotografía del chofer así como el número económico, las placas de la unidad, el nombre y el teléfono del sitio al que corresponde. Las terminales de los autobuses de pasaje foráneo en las afueras de la ciudad, de modo que no entorpezcan la circulación ni contaminen el aire que respira la gente. El transporte de carga, camiones tipo “torton” y tráileres, cargando y descargando las mercancías obligadamente a partir de las diez de la noche a las seis de la mañana, para no entorpecer el tránsito de personas y vehículos. Y los camiones de la basura, recolectándola de las 22.00 a las 6.00 horas, cuando transitan menos vehículos, cubriendo más recorridos que de día, contaminando menos y sin aportar al caos vehicular. ¿Es esto una fantasía? No. Grosso modo así funciona el transporte de pasajeros y de carga en ciudades ordenadas, con funcionarios públicos eficientes y honestos, organizaciones de transportistas subordinadas a la autoridad y ciudadanos demandantes del servicio por el que pagan, bueno y al alcance del bolsillo popular. Más razonable que seguir echándole lumbre a la hoguera en una ciudad como la nuestra, donde por cada tres personas hay un vehículo, es la modernización del transporte público, ordenándolo, sacando de la calle a las carcachas, eliminando las rutas y taxis de modelos anteriores al 2010, obligando a los permisionarios a que no sigan explotando a sus choferes que trabajan jornadas de doce horas y más, sin seguro social, vacaciones ni reparto de utilidades… POSIBLEMENTE no hay localidad morelense con mayor tradición teatral que Yautepec. En 1871, ahí nació la actriz Virginia Fábregas, la diva del teatro que fue conocida como la “Sarah Bernhardt mexicana. Fue abuela del actor Manolo Fábregas (15 de julio de 1921-4 de febrero de 1996), de la generación de don Ignacio López Tarso, que nació el 15 de enero de 1925 y quien, recibido el lunes por el alcalde Agustín Alonso Gutiérrez, develó una placa con motivo del 20 aniversario de la Compañía Teatral “Los Paisas”... (Me leen después).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com 

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