En términos de calidad de vida, la miseria representa cinturones y zonas marginadas adentro y alrededor de las ciudades, sin o escasos servicios públicos, cero alumbrado público y nada de vigilancia. Áreas que se convierten en “tierra de nadie”, explotadas por bandas de la delincuencia organizada. Un ejemplo es la Megalópolis del Centro de México, compuesta por Pachuca, Toluca, Distrito Federal, Tlaxcala y Cuernavaca.

Ante la marabunta de contaminación, deterioro de la naturaleza y calidad de vida de la gente, el intento de los gobiernos es hacia la política y economía sustentables, la economía del conocimiento aplicada a las innovaciones para disminuir los daños acumulados por el desarrollismo alocado y la expansión urbana sin ton ni son con el efecto invernadero por el uso de combustibles derivados del petróleo.  

En términos netamente económicos, del liberalismo económico del siglo XIX que desembocó en el “capitalismo salvaje” del XX los países transitaron al neoliberalismo de las dos últimas décadas del siglo anterior, con el saldo del paso de la pobreza a la miseria llamada eufemísticamente “pobreza extrema”.

Ni el liberalismo político-económico, de la época de Juárez, ni el neoliberalismo de Carlos Salinas trajeron la suficiente y adecuada justicia social. En el primer caso, la cúspide del liberalismo político fue el positivismo progresista del porfiriato, cuyas contradicciones de represión de las libertades y desarrollismo a costa de vida y recursos naturales tuvieron salida en la Revolución de 1910-1919. En el segundo caso, el neoliberalismo estrenado por Miguel de la Madrid tuvo su clímax con su sucesor y la correspondiente respuesta del levantamiento neozapatista de Chiapas, en 1994. 

En el ámbito local y en las primeras dos décadas del siglo XXI, además de haberse borrado de la faz de la tierra el rostro rural de Morelos y buena parte de sus idílicos parajes, el paisaje morelense es un urbanismo desordenado, al igual que muchas zonas de México. Hay zonas de auténtica marginación y miseria. Se puede decir que hasta principios del siglo XX en Morelos y buena parte del país, en efecto hubo pobreza pero no miseria. En la primera condición la gente tiene asegurados los elementos básicos para subsistir. En la segunda, se vive al día y en muchas ocasiones la gente  

La miseria se da también cuando unos cuantos ricos se hacen más ricos, cuando un país –como es el caso de México– tiene a una de las personas más ricas del mundo. Es entonces también que la llamada “distribución equitativa de la riqueza” es sólo un concepto, no una realidad.

La delincuencia… y la miseria son el caldo de cultivo para que los jóvenes marginados, sin posibilidades de estudio ni de trabajo, sean absorbidos por el espejismo del dinero fácil que propicia la delincuencia organizada. Bombardeados por mensajes de los medios electrónicos e Internet que describen los “paraísos artificiales” que sólo un magnífico ingreso puede lograr, los jóvenes sin alternativas son presa fácil del crimen. 

Con el cambio del paisaje territorial se ha transformado también el paradigma del éxito. Antes, ser abogado, ingeniero, médico, licenciado era una aspiración de los jóvenes de la mayoría de las familias. Pero al cancelarse las oportunidades de trabajo, debido a la contracción de la oferta por erradas políticas económicas, los egresados de esas y otras profesiones se convierten en desempleados “de lujo” o subempleados, por lo que muchos manejan taxis, venden cursos de inglés, trabajan por horas en alguna tienda departamental… (Me leen mañana).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 


Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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