Como dice y repite AMLO: una cosa es la política y otra la politiquería.
 La política social privilegia el justo medio que ejemplifica la sabiduría del refrán popular de “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.
 Lo que por estos días no aplica en Cuautla donde, presionado por los comerciantes, el cabildo aprobó la reactivación comercial pero más tardó en hacerlo que el Ejecutivo estatal en ser amparado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ganar el recurso de la controversia constitucional y ordenar que el comercio de la Heroica volviera a cerrar.
 Lo cual si se replica en Cuernavaca, uno: poco les habrá durado el gusto a los dueños y empleados de restaurantes y otros tipos de establecimientos que apenas empezaban a levantar las cortinas, y dos: los alcaldes de Cuautla, Jesús Corona Damián, y de Cuernavaca, Antonio Villalobos Adán, pueden decir a los comerciantes que han hecho todo lo que pueden para apoyar su economía, pero la politiquería los frenó.
 ¿Ya acabó la película? No.
 La mañana de ayer, fenicios de Cuautla llegaron en autobuses al centro de la capital para manifestar su encabronamiento ante la orden del cierre de sus negocios.
 Parte del problema se debe a que en Morelos sigue prendido el rojo del semáforo sanitario por la pandemia del Covid-19.
 Sin embargo, aunque tozuda la ignorancia del grupo de foráneos, todavía está por verse si pierde la política o gana la politiquería.
 Aquí brinca el ejemplo de la inteligencia proverbial de los tepoztecos, que históricamente han pintado su raya frente al centro del poder estatal y siempre le han ganado.
 Encabezado por el alcalde Rogelio Torres Ortega, el Consejo Municipal de Salud de Tepoztlán dispuso que a partir de ayer fuera reabierto el 40 por ciento del aforo turístico de los hoteles, posadas y restaurantes.
 Ojo: sin amparo alguno de controversia constitucional y con los filtros sanitarios en las entradas y salidas del pueblo mágico número uno de Morelos, aguardando el dos, Tlayacapan, el foco amarillo para la reactivación turística y artesanal, según una declaración de la alcaldesa Carmen Pochotitla Tlaltzicapa… Tepoztlán: la comunidad que se maneja con códigos encriptados ante los fuereños.
 Dos historias: Dispuesto al todo o nada, el ejido le ganó un litigio a Guillermo de Jesús Occelli, el entonces poderoso cuñado del ex presidente Carlos Salinas.
 Les llevó seis años, hasta que los ejidatarios tepoztecos se salieron con la suya, confirmada a su favor en enero de 2002 la legítima propiedad de nueve hectáreas en varios lotes de los predios La Quinta Piedra y La Sexta Piedra por el Tribunal Federal Agrario.
 En 1992, Occelli había iniciado la construcción del fraccionamiento La Quinta Piedra, un conjunto residencial de lujo formado por 24 condominios horizontales, casa club, canchas de tenis y lago artificial.
 Los 98,000 metros cuadrados del fraccionamiento formaban parte, desde 1929, de la superficie decretada como zona ejidal del municipio por el presidente Emilio Portes Gil.
 Ladinos, los tepoztecos dejaron que avanzara el proyecto y declinara el poder de Salinas.
 Esa fue una lucha ganada, y otra que también ganaron la confirmación oficial de la muerte y entierro del proyecto empresarial Club de Golf Tepozteco.
 En octubre de 2019, los comuneros informaron sobre la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que a través del Tribunal Unitario Agrario del distrito 18 materializó el acto de ejecución de devolver 229 hectáreas a la comunidad del pueblo de los cerros míticos.
 Ganaron tierra, y si tal fue su propósito también ganaron dinero, más de 200 millones de pesos a razón de mil pesos metro, o el doble o el triple porque ahí la tierra no es nada barata… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com

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