Cuauhtémoc Blanco Bravo aún no había nacido, y tampoco el secretario de Obras Públicas, Fidel Giménez Valdez, cuando en el Jardín Juárez pusieron mesas y sombrillas. Al fondo se aprecian el kiosco y tocando la banda de música. Dos chicas que disfrutan las bebidas llevadas por un mesero de una de las refresquerías, suspenden la charla cuando son llamadas porque se les puede ir el camión. Es un autobús de la Flecha Roja con una señorita amable que hace de sobrecargo. Estacionado en la acera del Palacio de Cortés, visibles por segundos el Laurel de la India de enfrente y en el costado sur la estatua del Morelotes, al pasar el armatoste al lado de La Universal la cámara enfoca al fotógrafo que ofrece a los turistas la foto en el caballito apostado en la esquina oeste del Jardín de los Héroes. El camión azul con rojo desciende por el boulevard Juárez y sigue hacia el sur. Poco antes, el letrero en caracteres góticos de “Cuernavaca, 82 mil habitantes” había indicado la entrada a la Ciudad de la Eterna Primavera a los viajeros que animosos se dirigen al puerto de Acapulco. Lo harán siguiendo la ruta Taxco, por la carretera federal, obligada la parada en la población platera antes de continuar hacia el puerto hasta llegar a la terminal ubicada en la avenida costera, enfrente del Malecón. La película es un “churrito” que ofrece postales de hace más de 50 años, se llama “Vacaciones en Acapulco”, una historia cursi de amor con Antonio Aguilar, Ariadna Welter, Fernando Casanova, Rafael Bertrand, Mapita Cortés, Fernando Luján, Oscar Ortiz de Pinedo, Sonia Furió y otras estrellas de la época de oro del cine mexicano. Era el Cuernavaca de 1961, existentes ya las refresquerías del Jardín Juárez, el después extinto Laurel de la India del Palacio de Cortés y el Jardín de los Héroes, o sea, la actual Plaza de Armas. Bella la nuestra entre las ciudades más bonitas de México, envidiados su clima y vegetación, lugar de residencia de famosos, referente de turismo mundial, relajada y sobre todo segura, la Cuernavaca de los sesenta poco tenía poco que ver con la de hoy. Cerrado a fines de los setenta el circuito vehicular del Zócalo,
entonces los carros dejaron de dar vueltas al Jardín de los Héroes, mientras el Juárez casi perdió el encanto de las serenatas de jueves y domingos. No ambulante sino semifijo, el comercio acabó apoderado del corazón de la ciudad y, extendidos los vendedores callejeros a gran parte del primer cuadro, paulatinamente se vino despoblando el centro histórico. Mucha es la gente que “huyó” del centro, convertidos los edificios de departamentos habitacionales en oficinas de empresas privadas y dependencias públicas, deshabitadas las casonas que ocuparon familias de apellidos famosos, rentadas o vendidas para comercios y despachos de servicios profesionales. Con esto tuvo que ver el convenio firmado en diciembre de 2013 por el Gobierno del Estado y el Ayuntamiento, para rehabilitar la Plaza de Armas “General Emiliano Zapata” y rescatar el centro Cuernavaca. De hecho, tres años después se concretó con las obras en la Plaza de Armas, las calles Guerrero, Rayón y otras. El tema no es menor. Estudios revelaron que el Centro Histórico estaba conformado por 101 hectáreas, que existían mil 434 viviendas pero que el 30 por ciento se hallaban deshabitadas. Ello obedeció a que del año 2010 para acá el centro registró un despoblamiento de aproximadamente 36 por ciento, y de no cuidarse podría convertirse en un Tepito, como en el Distrito Federal, anunciado hoy mismo que las banquetas de Guerrero serán nuevamente invadidas por el comercio callejero del tianguis navideño. Incluido el Jardín Juárez, el más antiguo de Morelos y anualmente visitado por 600 mil turistas, aquel convenio preveía mejorar 17 mil metros cuadrados. Continuado en estas primeras semanas del gobierno de Blanco Bravo el mejoramiento urbano del corazón de Cuernavaca, eso es una cosa, y otra, las 17 denuncias presentadas ante la Fiscalía Especializada en el Combate a la Corrupción que involucran al ex gobernador Graco Ramírez por “obras pagadas y no ejecutadas, precios fuera del catálogo y fuera de mercado”, mencionadas así precisamente por el secretario de Obras Públicas, Fidel Giménez Valdez. Punta de lanza del “Cuau”, el denunciante señala que las obras están siendo revisadas físicamente, “para que si se detecta algún concepto pagado y no ejecutado entonces se pueda proceder legalmente”. O lo que es lo mismo: sobre advertencia no hay engaño, amparada por aquello de las dudas la ex secretaria de Obras Públicas, Patricia Izquierdo Medina… (Como todos los años por estas fechas, el columnista se va de vacaciones. Me leen después).
Atril
José Manuel Pérez Durán
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