Cuando comenzó a ope­rar la planta de coches japo­ne­ses en CIVAC, la pri­mera gene­ra­ción de obre­ros le lla­maba “la Dasun”, sin la “t. Les pre­gun­ta­bas: “¿Dónde tra­ba­jas?” Con­tes­ta­ban: “En la Dasun”, omi­tiendo el apodo del pri­mer modelo de la marca Dat­sun, el “Blue Bird”. A punto de arran­car la ensam­bla­dora de auto­mó­vi­les, los obre­ros eran capa­ci­ta­dos en un depar­ta­mento del pri­mer piso del edi­fi­cio Bene­dicto Ruiz, por la entrada del número 17 de la calle Miguel Hidalgo que ren­ta­ban 700 pesos de los de enton­ces. Poco a poco empezó la pro­duc­ción de coches en la ensam­bla­dora japo­nesa con el carrito apo­dado pájaro azul. Enton­ces en México los autos eran esta­dou­ni­den­ses, gran­des, de 6 y 8 cilin­dros.

Esta his­to­ria data de 60 años. Los eje­cu­ti­vos de Japón que vinie­ron a la cere­mo­nia de la colo­ca­ción de la pri­mera pie­dra le obse­quia­ron per­las al his­to­ria­dor Valen­tín López Gon­zá­lez, al gober­na­dor Emi­lio Riva­pa­la­cio Mora­les y al empre­sa­rio Raúl Ira­go­rri Aranda. El man­da­ta­rio los puso al frente de las direc­cio­nes de Fomento Indus­trial y Fomento Turís­tico, crea­das ambas depen­den­cias como parte del pro­yecto indus­trial de More­los. Un acon­te­ci­miento his­tó­rico que ligó a la enti­dad more­lense con el país del sol naciente y hoy me per­mito ree­di­tar:

Tes­tigo de hechos que die­ron paso a la crea­ción de CIVAC, el desa­pa­re­cido alcalde de Cuer­na­vaca, Valen­tín López Gon­zá­lez –nos deja­ría el 10 de sep­tiem­bre de 2006– con­taba que los pre­si­den­tes muni­ci­pa­les toma­ban pose­sión del cargo los unos de enero. Valen­tín lo hizo el pri­mer día del año 1964, en tanto que don Emi­lio Riva­pa­la­cio –quien había sido el ofi­cial mayor de la Pre­si­den­cia de la Repú­blica con Adolfo López Mateos– se pre­pa­raba para tomar pose­sión de la guber­na­tura, en mayo del mismo año. Ape­nas empe­zaba la tem­po­rada de llu­vias, la recau­da­ción de impues­tos bajaba hasta des­plo­marse. Los agri­cul­to­res des­ti­na­ban el poco dinero que tenían a la com­pra de semi­llas para sem­brar, y las zafras, que no ter­mi­na­ban sino hasta la caída de las pri­me­ras llu­vias, con­cen­tra­ban la acti­vi­dad en los inge­nios de Zaca­te­pec, Oacalco, Casa­sano y Coco­yotla. Pero el dinero no lle­gaba a las teso­re­rías del estado ni de los muni­ci­pios, por lo que era nece­sa­rio crear un polo que gene­rara una buena derrama eco­nó­mica, fábri­cas donde los obre­ros cobra­ran un sala­rio cada semana y empre­sas que requi­rie­ran insu­mos y paga­ran impues­tos. Licen­ciado en eco­no­mía e inge­niero agró­nomo, Riva­pa­la­cio con­ci­bió una solu­ción al desa­fío: fun­dar un par­que indus­trial. A ello se abocó, trajo un equipo de eco­no­mis­tas del Banco Nacio­nal de México que más tarde mane­ja­ría un fidei­co­miso para el manejo de la nueva zona fabril, y al poco tiempo ya esta­ban en CIVAC las inver­sio­nes de las pri­me­ras fac­to­rías, prin­ci­pal­mente Nis­san Mexi­cana. En 1965, miem­bros del gobierno esta­tal y fede­ral, así como el emba­ja­dor de Japón en México cele­bra­ron la colo­ca­ción de la pri­mera pie­dra con lo que dio ini­cio la cons­truc­ción de la pri­mera planta de Nis­san fuera de Japón. El 12 de mayo de 1966, Nis­san Mexi­cana cele­bró el ini­cio de ope­ra­cio­nes de su pri­mer cen­tro de manu­fac­tura, es decir la planta de CIVAC. La misma que hubiera cre­cido, a no ser por­que en 1982 arrancó la planta de Aguas­ca­lien­tes. De cual­quier manera, desde aque­llos días leja­nos nada siquie ra pare­cido en mate­ria de gene­ra­ción de empleos ha ocu­rrido en More­los. La Secre­ta­ría de Desa­rro­llo Eco­nó­mico y del Tra­bajo lamentó que en noviem­bre será liqui­dado el resto del per­so­nal vin­cu­lado al con­trato colec­tivo.

El mar­tes ante­pa­sado le pusie­ron el ultimo clavo al ataúd de Nis­san en CIVAC. Miles de more­len­ses se que­da­ron sin empleo. Mien­tras cir­cula el rumor de que cinco empre­sas bus­can adqui­rir el pre­dio que fue de Nis­san.

(Me leen mañana).

Las opi­nio­nes ver­ti­das en este espa­cio son exclu­siva res­pon­sa­bi­li­dad del autor y no repre­sen­tan, nece­sa­ria­mente, la polí­tica edi­to­rial de Grupo Dia­rio de More­los.

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