Colmadas de atributos por poetas, escritores y creadores de las artes y el mundo, sin duda todas son grandes, sublimes. No podemos soslayar el Día de la Madre, pero ubicándolo en un contexto poco abordado que es el histórico. Con todo el respeto y la consideración que nos merecen, entresacamos algunos datos para recordar que ser esposa y madre no ha sido lo mismo en todos los tiempos.

Madres en la Revolución. En el tema que nos ocupa y el papel de las madres de familia en un contexto histórico, el dato primordial no es lo enamoradizo del Caudillo del Sur, sino las circunstancias en que cientos de mujeres de Morelos llegaron a la maternidad. Fueron tiempos de reconcentraciones de pueblos, razzias, secuestros, enfermedades. Hubo hambre por la falta de cosechas y por los prolongados sitios militares a pueblos y ciudades, además de una epidemia de influenza que diezmó a miles de niños y adultos. Y si no por esos males, niños y niñas morían en brazos al ser picados por insectos y animales ponzoñosos, en el vientre o al nacer, debido a la anemia y la falta de salud en general. Ser mamá en tales situaciones fue heroico y no pocas veces trágico.

Hasta donde se sabe, Emiliano Zapata tuvo quince hijos con nueve mujeres, aunque el dicho popular es que engendró catorce.

Pero además de madres, otras mujeres participaron como guerrilleras. La lista es corta, pero no se agota. En cada pueblo de Morelos hay muchas historias que pasan de generación en generación sobre la participación de madres en la Revolución. Recurrimos al segundo tomo del libro “Los Valientes de Zapata”, del cronista Agur Arredondo Torres, quien incluyó en ese libro de 2008 el apartado “Mujeres en la Revolución zapatista”.

Rosa Bobadilla viuda de Casas, es mejor conocida como La Coronela, grado extendido por acuerdo del general Emiliano Zapata por sus méritos en campaña. Era una auténtica guerrillera. Nació en el pueblo de Coatepec de las Bateas, Tianguistengo, Estado de México, el 4 de septiembre de 1875. Cuando estalló la revolución maderista de 1911 vivía en Yautepec, lugar donde se sumó a la lucha de los pueblos por las tierras. Otra versión apunta a que su esposo fue un coronel zapatista que cayó en una de las primeras batallas, por lo que Rosa Bobadilla, al unirse a los rebeldes y por su enjundia, la tropa y la gente le empezó a ser llamada La Coronela. Lo cierto es que, junto a sus hijos José María y Alfonso Casas Bobadilla, combatió desde el inicio de la revolución zapatista. Llegó a mandar a más de doscientos hombres, bajo las órdenes de los generales Genovevo de la O y Francisco Pacheco. Además de los rigores de la guerra y de perder a su esposo por la misma causa, La Coronela sufrió como madre la pérdida de sus hijos. José murió en un combate en 1914 y Alfonso corrió la misma suerte, luchando contra la invasión yanqui el mismo año en Veracruz.

Pero Rosa Bobadilla, sublimando su dolor de madre y utilizándolo como acicate para la lucha armada, a finales de 1915, combatiendo en los pueblos de su estado natal llegó hasta El Oro, en los límites con Michoacán, y ahí fue hecha prisionera. El pasaje es citado en estos términos por el autor del mencionado libro: “Cuando el general Alejo González supo que Rosa Bobadilla estaba presa preguntó: ‘¿Dónde está esa vieja?’. Quiso fusilarla en venganza a que ella había dado muerte al coronel Rodríguez, jefe de su estado mayor. Mas la suerte estaba del lado de la mujer, debido a que una barda de la cárcel se cayó esa misma noche pudo escapar”. La leyenda reproducida por el cronista dice que Rosa corrió a esconderse de los federales junto a un caballo muerto y en estado de descomposición, y que pese al fuerte olor pestilente aguanto el paso de sus perseguidores. Un zapatista también herido la reconoció y exclamó: “Coronela, tú estás muerta”, a lo que ella se limitó a replicar: “¡No!, estoy viva”.

A finales de 1920 y principios de los años treinta, con la vuelta a la casi normalidad en Morelos y sus ciudades y poblados la vida tomó su propio cauce. Entonces famosas, entre las Posadas en las vecindades sobresalía por su organización y concurrencia las que preparaban los inquilinos de La Coronela, ubicada calle abajo de Leandro Valle y la curva de Guerrero, al lado de los arcos, el antiguo emplazamiento de los lavaderos comunitarios para las señoras del rumbo… (Me leen el lunes).

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