Los habitantes de Puente Campuzano, el poblado más cercano a la Boca del Diablo, afirmaban que antes de que el pozo Meléndez fuera clausurado se escuchaban lamentos y peticiones de auxilio que emergían desde el fondo. Como toda superstición, ésta también tiene una justificación.
Las fosas comunes son propias de las guerras. Durante la Segunda Guerra Mundial, por citar el caso universalmente conocido del Holocausto, los nazis las utilizaron como cementerio de judíos asesinados.
No es descabellado, entonces, adjudicar esta categoría a las narcofosas que surgieron de la “guerra” de Felipe Calderón contra el tráfico de estupefacientes, utilizadas por los grupos criminales para ocultar a los interfectos de sus ejecuciones.
Las fosas ocultan el resultado de las atrocidades, suelen pasar inadvertidas durante décadas e impiden a los familiares honrar a sus difuntos.
Fosa clandestina. En los medios de comunicación se utiliza a veces la denominación “cementerio clandestino”, pero no es muy preciso, ya que un cementerio tiene carácter civil y público. Se trata más bien de las “fosas clandestinas”, para referirse a aquellos sitios en los que se descubren enterrados uno o más cadáveres procedentes de asesinatos. Por lo tanto, un “cementerio clandestino” es una perogrullada, y es suficiente decir “fosas clandestinas” o “enterramientos clandestinos”, cuando los cadáveres son inhumados irregularmente. La categoría de fosa clandestina aplica a las también atrozmente famosas “narcofosas”.
El asunto alcanza para desatar leyendas o escándalos, según se trate de hechos del pasado añejo o de vigente actualidad. Desde la perspectiva histórica, los lugares o reductos utilizados como depósitos bajo tierra de personas fallecidas, se pueden convertir en un cuento gótico o del más puro terror, como se verá a continuación.
El Pozo Meléndez, ¿Quién no ha oído hablar de este lúgubremente famoso lugar? También conocido como “La Boca del Diablo”, su fama se remonta a la época de la Revolución Mexicana, y durante las décadas de los sesenta a los ochenta esta grieta vertical, cuya profundidad es desconocida, se convirtió en una leyenda terrible, muy popular en Guerrero y famosa en casi todo México.
“Meléndez era el apellido del jefe revolucionario que descubrió el pozo y que allí arrojaba vivos a sus enemigos porque se creía que no tenía fondo”, afirma la leyenda local. “Si te acercas, te vas a dar cuenta que una caballería sí se pudo arrojar allí. Un caballo cabe perfectamente en ese agujero”, dice la conseja popular en los alrededores de Taxco.
Cuentan que en los años setenta, con la guerra de exterminio de la guerrilla de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, no era extraño ver automóviles que se estacionaban cerca del pozo y después de pocos minutos se retiraban. La frecuencia de personas que conducían por las noches hacia el pozo ponía los cabellos de puntas a los lugareños. Era inquietante, pero nadie se atrevía a denunciar la situación a las autoridades.
Recuerda un lugareño: “El miedo era grandísimo. Hubo un tiempo en que se volvió tan frecuente que una vez a la semana veíamos carros que llegaban por las noches. A nosotros nos tocó escuchar gritos de auxilio que nadie quería denunciar porque sabíamos que eran los (policías) judiciales”. En ese entonces, al lado del pozo había un árbol de capiro, sus ramas crecían encima de la grieta, y cuando los policías querían sacar información
Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.
