Todos cuantos se enteraron reprocharon el hecho. Los funcionarios hicieron declaraciones. En el Ejecutivo se dijeron preocupados. La gente común se alarmó. Reaccionó la voz de la calle: “si eso le pasa a una señora que es política, imagínense lo que le puede suceder a las personas comunes y corrientes”. Las diputadas de izquierda, que son mayoría en el Congreso del Estado, rápidamente se manifestaron solidarias con el infortunio de su compañera del Partido del Trabajo, Érika García Zaragoza. Le exigieron al Ejecutivo que garantice la seguridad de todos los morelenses. Tania Valentina Rodríguez Ruiz, Blanca Nieves Sánchez, Maricela Jiménez, Ana Cristina Guevara, Dalila Morales, Naida Díaz y Keila Figueroa se pronunciaron en contra de la violencia “irracional y el clima de inseguridad” que rodea a la población morelense. Urgieron al Gobernador a que aplique una estrategia de seguridad eficaz. Tania, la presidenta de la Junta Política y de Gobierno, criticó que la táctica anticrimen no está funcionando. Pero tamizó: el Ejecutivo está a tiempo de darle un giro a la política de seguridad. Lo mejor fue que Erika la libró, por un pelito pero por fortuna se salvó. Tocada superficialmente en la parte trasera del hombro derecho la mañana del martes, fue porque le estaban dirigiendo una lluvia de tiros, diecinueve, contaron los peritos, disparados por sicarios desde un automóvil en Tetelcingo... Y VOLVIÓ a suceder. Atada a un poste de luz, la turba le puso en los pies pedazos de madera y cartones para quemarla viva. Por ratera, “justificaban” sus verdugos, comerciantes de la plaza 11 de Diciembre de Cuautla porque poco antes había robado en los puestos aguacates, carne y verduras. Para comer cometió un delito de pobreza que no debería ser punible. Gracias a Dios esta vez no les dio tiempo de consumar el linchamiento, aunque sí le causaron quemaduras leves en la pierna antes de que fuera rescatada por policías. Condenable el acontecimiento, lo explica sin embargo que la sociedad está harta de la delincuencia. No debería ser así, pero lo es, plagados de historias vergonzosos los pueblos. Martes 31 de julio de 2018. Por ahí del mediodía, un sujeto llega a Tetela del Volcán. Moreno, joven, viste una playera azul turquesa. Después se sabrían sus generales: Ricardo Alonso Lozano Riva, de 33 años de edad y nacionalidad colombiana. Conduce un Chevrolet Spark modelo 2016 blanco, con placas de Morelos al parecer propiedad de una arrendadora que al rato será incendiado. El extranjero es asegurado por hombres del lugar que lo acusan de cobrar derecho piso. Un extorsionador. La intercepción es espontánea o ya lo esperaban. Le ordenan que descienda del auto, lo esculcan y, ¡eureka!, le encuentran 80 mil pesos que deducen son producto de la extorsión. Aparecen varios elementos de la Policía Morelos que se hacen cargo del presunto delincuente, así que lo llevan a la comandancia, en el primer piso del Palacio Municipal. El gentío lo acusa de ser uno de esos prestamistas colombianos que ejercen el método de los préstamos que crecen “gota a gota” y llegan a sumas estratosféricas imposibles de pagar por los deudores que acaban perdiendo hasta la camisa. Enardecidos, los lugareños se apoderan del colombiano que, superados en número y coraje, ¿les fue entregado por los policías?  Lo atan al asta bandera de la placita de armas, donde el moreno pelado casi al rape es golpeado hasta causarle la muerte. Para entonces son poco más de las tres de la tarde, pero todavía debe pasar una hora para que llegue el personal de la Fiscalía, certifique el deceso del extranjero y el cadáver sea subido a la batea de una camioneta pick up que lo traslada al Servicio Médico Forense. Hacía semanas que habitantes de Ocuituco, Zacualpan y Temoac eran amenazados por bandas de extorsionadores que cobran “derecho de piso”, de manera que, avisados de la retención del colombiano, se trasladaron rápidamente a Tetela para añadirse a la gente que acabó linchándolo… No fue la primera vez que este pueblo vecino del Popocatépetl se convirtió en Fuente Ovejuna. En agosto de 2011, si la muchedumbre no linchó a cinco secuestradores –cuatro masculinos y una femenina– fue porque no quiso. Su propósito fue sólo asustarlos, para que “cantaran”. Las imágenes de la televisión mostraron al gentío indignado, pero sin salirse de control, lo cual no es común que ocurra  en este tipo de situaciones, y a un hombre micrófono en mano haciendo funciones de “moderador”, conduciendo el interrogatorio. Igualmente amarrados al asta del mismo zocalito, desnudos, aterrados, sintiéndose en la antesala de la muerte con la lumbre llegándoles a los aparejos por la fogata circundante que les arrimaron a los pies, los delincuentes despepitaron sus crímenes. La conclusión del juicio sumario ratificó a los cautivos como secuestradores y homicidas… (Me leen mañana).

 

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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