Morelos figura en los estados con más accidentes en sus carreteras. El dato tiene vigencia: ocupa el lugar número 18 con un total de 82 accidentes, únicamente de enero a marzo de 2021. Otros números confirman la peligrosidad de la famosa curva La Pera, en la autopista México- Cuernavaca. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Accidentes, en 2019 se registraron 64 colisiones que produjeron 25 muertes y 24 lesionados. En 2021 Morelos ocupó el lugar 18 con 82 accidentes, únicamente de enero a marzo de 2021
La historia viene de mucho tiempo atrás, cuando a mediados del siglo XIX el servicio de diligencias de la Ciudad de México a Cuernavaca era una agotadora jornada de doce horas, diez y media horas más que hoy, en que de la capital morelense al centro de la CDMX se hacen 90 minutos. Pero al final de cuentas el común denominador sigue siendo el riesgo de viajar.
En la época del transporte tirado por caballos, el carruaje partía a las cuatro de la mañana de la calle de Plateros, hoy Eje Central, pasando por los pueblos de Tlalpan, San Ángel, Coajomulco y Ajusco hasta que, por ahí del mediodía, los viajeros llegaban al mirador de la sierra del Chichináutzin con las asentaderas hechas polvo, en el pueblo de Huitzilac.
Arribar a la quinta etapa de la jornada era en sí una proeza. En el camino de la sierra del Ajusco, después de las Guerras de Reforma,
la intervención francesa y el Imperio de Maximiliano, las gavillas de chinacos asolaban a los viajeros. Sucedió que, licenciados por el gobierno del presidente Juárez, desempleados y mal retribuidos, optaron por ganarse la vida asaltando diligencias.
Pero también podía romperse una de las ruedas de la carroza en el empedrado del Camino Real, atascarse en el lodo en temporada de lluvias, romperse la pata un caballo o encontrarse de pronto un enorme árbol caído a mitad del camino. La llegada a Cuernavaca era un alivio, si es que no se rompían los frenos del carruaje en la empinada bajada y las pronunciadas curvas del empedrado de Hutzilac a Santa María. Se consideraban afortunados los viajeros si lograban llegar entre las cuatro o cinco de la tarde, podían hacerlo ya entrada la noche, o debido a algún percance arribar hasta el día siguiente, para lo cual debían pernoctar en los pueblos de la ruta o en medio del bosque tenebroso. Una romántica y aventurera jornada motivada, entre visitantes del país y el extranjero, por el atractivo de la exuberante Cuernavaca.
A principio del siglo XX llegaron a México los primeros automotores, y con esto la necesidad de caminos y carreteras donde circularan. Los coches únicamente podían ir a Xochimilco o cuando mucho a Texcoco, porque en esos artefactos realizar un viaje a Puebla, Cuernavaca o Toluca era una hazaña peligrosa y atrevida.
El 25 de diciembre de 1917, el Gobierno Constitucionalista expidió una ley para comunicaciones y obras públicas que volvió obligada la construcción de los caminos carreteros. Siete años más tarde, en noviembre de 1924 fue inaugurada la calzada que une la Ciudad de México con el poblado de San Ángel, hoy Avenida de los Insurgentes.
Calificado como “el constructor del México moderno”, Plutarco Elías Calles fijó un impuesto de tres centavos por litro de gasolina para ser aplicado a la construcción de nuevos caminos. Nació entonces la nueva Comisión de Caminos. Este organismo, con un presupuesto inédito de un millón de pesos mensuales, empezó la construcción de las carreteras MéxicoPuebla y México-Pachuca. En septiembre de 1926, el presidente Calles inauguró la carretera México-Puebla… y protagonizó la paradoja de encabezar lo que sería el primer embotellamiento que se produjo en el otrora Distrito Federal México como la consecuencia de la avalancha de dos mil automóviles que se lanzaron a la carretera para estrenarla.
El 18 de noviembre de 1952, Miguel Alemán Valdés inauguró los dos primeros tramos carreteros de cuota que comunicaron mejor a la Ciudad de México con el puerto de Acapulco. El primero tenía una longitud de 52.5 kilómetros, se recorría desde Amacuzac (Morelos), pasaba por Buenavista de Cuéllar (Guerrero), para concluir en las inmediaciones de Iguala. El segundo tramo de cuota tuvo una longitud de 61.5 kilómetros; iba de la Ciudad de México a Cuernavaca.
La remembranza viene a cuento por la frecuencia de accidentes en la curva de La Pera. En la actualidad, se calcula que el estado de Morelos recibe un aproximado de un millón de visitantes cada año. La mayoría viene a Cuernavaca… (Me leen mañana).
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