Por estos días que llueve en Cuernavaca parece que caen sapos del cielo. Pero a los diluvios estamos acostumbrados, sabemos que en la no por nada considerada ciudad de la eterna primavera regularmente llueve de noche y brilla el sol de día. Es cuando tras el chaparrón que se prolonga hasta la madrugada Protección Civil reporta afectaciones leves, informa que, auxiliados por los bomberos, en alguna colonia la crecida arrastró a personas y animales pero por fortuna raras veces se generan pérdidas humanas. Así que los de Cuernavaca sabemos que nos llueve de noche y muy seguido a cubetazos. Iluminado el horizonte por los relámpagos, parecería que el cielo se va a desplomar sobre la tierra, que caen sapos del cielo mientras el agua se precipita en las calles empinadas y descarga en otra bendición, las barrancas, gracias a las cuales casi nunca sufrimos inundaciones. A la mañana siguiente vuelve a brillar el sol, los pájaros se sacuden el agua de las plumas, cantan felices y los humanos imaginamos que las plantas también están cantando, alegres, alimentadas por la humedad y los rayos solares. Otro gallo suele cantar en Yautepec. Pasado por agua el territorio estatal, las lluvias se perfilan a su apogeo desde mediados de junio, permanecen hasta septiembre y un poco más adelante. En Los Altos muchos se acuerdan de que veintiún años atrás el río Yautepec fue noticia nacional, y que en 2013 se desbordó el Amacuzac. Con diferencias apenas notables, de 2009 a 2013 se registraron severos daños por inundaciones. La más grande inundación ocurrió en 1998, cuando el nivel del río Yautepec sobrepasó dos metros y los perjuicios fueron ciertamente graves, aunque no al grado de once años después, en agosto de 2009, cuando el caudal rebasó los diez metros sobre las orillas del cauce. En la zona sur, el del 14 y 15 de septiembre de 2013 se consideró como un “desbordamiento histórico” del río Amacuzac: dejó en seis comunidades de ese municipio, del de Puente de Ixtla y Jojutla a decenas de familias sin hogar, pérdidas de ganado, cultivos y múltiples averías en caminos y carreteras. Cajones y Huajintlán (Amacuzac), El Coco y El Estudiante (Puente de Ixtla) y Tehuixtla, Chisco Río Seco y Vicente Aranda (Jojutla) fueron golpeadas por el agua. El reporte de daños incluyó el puente La Fundición que enlaza las comunidades de Tilzapotla, La Tigra y El Zapote, en la sierra de Huautla. Desde entonces y antes la furia del dios Tláloc va y viene. Además del luto por los familiares desaparecidos y las pérdidas materiales, queda el daño psicológico. Lo común es que en clínicas y hospitales del sector salud atiendan a pacientes con hongos en los pies, ronchas y comezón en el cuerpo, ardor en los ojos, temperaturas altas, dolores extraños en el estómago, diarreas en los niños y demás enfermedades que proliferan después de inundaciones y desbordamientos. Será por eso que se sabe que ahora mismo el alcalde de Yautepec, Agustín Alonso Gutiérrez, pasa las noches en vela, reportando en sus redes sociales la forma como está lloviendo, si mucho, poco o regular. ¿Además del Covid-9, inundaciones? Sería el acabose… SI el Partido Encuentro Social (PES) de Morelos va solo en las siguientes elecciones, estará en peligro de perder el registro electoral porque no obtenga el mínimo de votos. Para conservar la patente comicial es que su dirigente estatal, Jorge Argüelles Victorero, se dice abierto a una coalición con el PAN, PRI o el PRD. Pero se amarra el dedo al rechazo, advirtiendo que “siempre y cuando quieran hacer buena política”. (?). De sentido común la negativa de los panistas y conocida la enemistad personal del perredista non con el principal del PES, a éste sólo le quedaría le opción PRI que también anda arrastrando la cobija. De Morena, ni hablar; está claro que su dirigencia nacional nada quiere saber del PES… (Me leen después).
Por José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com
