El maltrato a animales domésticos puso nuevamente en el debate este tema. El código penal federal castiga con seis meses y hasta tres años de prisión el maltrato a animales de compañía, es decir, perros, gatos, etc. Aquí el diputado local panista Daniel Martínez Terrazas aprovechó para declarar que propondrá hasta 10 años de prisión a los humanos que maltraten a perros, gatos y mascotas en general. El asunto fue puesto en la mesa del protagonismo político a raíz del asesinato del perrito Baileys en la colonia Lázaro Cárdenas de Cuernavaca.
El tema de los perritos siempre ha sido del interés general. Son fieles, abnegados, amorosos, desinteresados, guardianes; todo el mundo los queremos. Objeto de historias como la del perro negro que dice: El Valiente ya no volvió a despertar, pues lo mató, y el perro al percatarse lloró y emitió un aullido de dolor. Enojado ante tal acto el perro negro decidió cobrar venganza de su amo, dándole a aquel hombre rico una muerte también. El perro negro ya no sentía la misma energía sin su dueño, pues no quería ni comer ni dormir. Así es como murió, ese gran guardián entristecido con el tiempo y a la espera de Gilberto. Murió el perro negro, aquel enorme guardián, que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julián. Dice la última estrofa de aquella canción.
La ley prevé sanciones al maltrato animal, pero rara vez son aplicadas. Recientemente el juez Natanael Subdías Aguilar suspendió el proceso penal contra el agresor de un perrito a cambio de la entrega de cuatro bultos de croquetas. El juez es tachado de inhumano…
LOS DETALLES han sido devorados por la amnesia de los tiempos, sin embargo y a riesgo de cometer algunas inexactitudes me atrevo a contar esta historia: Una noche de 1975 me pegué como lapa al licenciado José Cepeda, a quien había tratado desde mediados de los sesenta cuando él era el director del desaparecido “Diario de Morelos”, en la esquina del boulevard Juárez y Las Casas. (Cito otro periódico del cual fui linotipista, no este que el lector tiene en sus manos). Estaba muy joven, con hambre “de ser periodista”, y en ese momento listo para cenar algo sabroso. Fuimos “hasta” Acatlipa, al restaurante llamado, si mal no recuerdo, El Paraíso, propiedad del señor Cruz, quien, si la memoria no me falla, era pariente de César Cruz, el mismo que 19 años más tarde sería el alcalde de Temixco. Se trataba de acercarnos a la colonia Rubén Jaramillo, a la que la gente también llamaba Villa de las Flores. Cepeda tenía el “tip” de que algo muy importante iba a suceder esa noche, pero, escueto el dato, no sabía exactamente qué ni a qué hora, de modo que hicimos guardia esperando que en cualquier momento apareciera una nube de soldados e irrumpiera en la colonia Rubén Jaramillo para una de dos: realizar un desalojo masivo o detener al “Güero” Medrano, el líder de esta colonia que había nacido pocos años antes por medio de una gran invasión. Esperamos unas cuatro horas, pero no pasó nada.
La colonia Rubén Jaramillo (Villa de las Flores) y otras fueron fundadas por familias pobres de Morelos y migrantes provenientes de Guerrero y del estado de México, mediante invasiones que en aquella época abundaron en Cuernavaca y en sus municipios conurbados. Acaudillados por Florencio Medrano Mederos, “El Güero”, en 1973 invadieron las colinas de los terrenos que estaban proyectados para el fraccionamiento de lujo Villa de las Flores, propiedad de uno de los hijos del entonces gobernador Felipe Rivera Crespo. Verdad o mentira, se decía que “El Güero” era gente del guerrillero Lucio Cabañas, pero como quiera que haya sido, el hecho fue que una madrugada de 15 de septiembre Florencio se escapó del Ejército y fue buscado infructuosamente en el laberinto de casas de cartón. Seis años después, Florencio sería abatido en la zona chinanteca de Oaxaca... (Me leen mañana).
