Plantaron árboles nativos: syrian, cuachalalate, caulote, tepemezquite, tepehuaje. Unos siete mil, anteayer en El Texcal. Aprovecharon la época de lluvias, que dicho sea de paso este año no está siendo regular. Los arbolitos fueron enterrados en tierra húmeda por gente del pueblo, hombres y mujeres de Jiutepec que encabezó el alcalde Rafael Reyes Reyes. Fue una mañana ecológica, como deberían ser muchas en Morelos, en México y el mundo entero. Por aquello del calentamiento global que reta a la ciencia y ocupa a científicos. En El Texcal precisamente, por lo que significa y lo que es en esta parte de la geografía morelense. Político que en 1964-70 fue diputado local, procurador de justicia y escritor de entre otros libros “Zapata, el intransigente de la Revolución” y “La flota”, el desaparecido Francisco Javier Arenas describió así al Texcal: “…Aparte de la hermosa y pequeña laguna de Hueyapan, cubierta en gran parte por tules, entre los que se esconden patos, este pedregal esconde innumerables encantos. (…) Alimañas que ocultan sus mimetismos entre tantas breñas y con los fantasmales órganos o cardones resulta muy fácil dejar inadvertidos venenosos reptiles, hermosos pero peligrosos. Amates prietos y amarillos, ceibas y chaparros, uñas de gato y zacatales, zarzamoras y otras arbustáceas. (…) Hay desde inocentes tórtolas y aves canoras, hasta aguilillas y gavilanes que hacen frente a serpientes y otros reptiles. (...) Me consta que hay tigrillo, pues lo vi pasar un mediodía en que me había perdido con otros compañeros de excursión por esos agrestes parajes tan primitivamente hermosos. (…) El texcal es abruptamente bello, producto de una vieja erupción volcánica. Por el oriente de esta selva de piedra surge como macizo retén el cerro Barriga de Plata. Es un cerro negro, mejor verde oscuro. Y allí al pie del cerro, la laguna de Acolapa...”. La gran cisterna del Texcal, durante años invadido por asentamientos irregulares y recuperado parcialmente. Cinco años atrás, en sus once áreas naturales protegidas habitaban especies representativas del 10% de las plantas de México, el 33% de las especies de aves, el 5% de peces de agua dulce, el 14% de reptiles y el 21% de las especies de mamíferos. En este sentido, ¿hoy día cuál es su status? Originalmente abundante, la superficie forestal disminuyó drásticamente en las últimas décadas. Con un millón 800 mil habitantes, la tasa de crecimiento poblacional en Morelos es una de las más altas del país, sólo después del ex Distrito Federal y el estado de México. (En los ochenta, Jiutepec estaba entre los primeros lugares de explosión demográfica). Bellos nuestros bosques, existen de oyamel, pino y encino localizados en las áreas templadas y frías en los altos del norte, y selvas bajas y matorrales en el centro y el sur. La desforestación representa uno de los problemas ambientales más apremiantes del país y Morelos, con graves consecuencias económicas y sociales de mediano y largo plazos. Millones de metros cúbicos de madera han sido saqueados desde Huitzilac a Tetela del Volcán, de Ocuituco a Tepoztlán. En esos lugares el silencio de la noche es reventado por el ruido de las motosierras, de hombres matando árboles a diestra y siniestra. Que se recuerde, no ha habido un golpe grande a los talamontes como el ocurrido hace ya tres lustros. La noche del martes 11 de mayo de 2004, personal de la Policía Preventiva Estatal y de la Comisión Estatal de Agua y Medio Ambiente decomisaron en Huitzilac once tráileres cargados con 869 metros cúbicos de madera talada ilegalmente. Entonces el dato ya era ominoso: México ostentaba el quinto lugar en la tasa de desforestación más grave del planeta, sólo superado por Brasil, Indonesia, Sudán y Zambia. Esto significa que en nuestro país cada minuto desaparecía una superficie boscosa del tamaño de dos canchas de fútbol, o que a cada hora los mexicanos perdíamos bosques equivalentes a 23 veces las dimensiones del Zócalo de la Ciudad de México. Por desgracia, el panorama no ha cambiado gran cosa. Eso es una cosa, y otra que afortunadamente hay medidas para ir mitigado la desforestación mediante un plan de largo aliento y un día no tan lejano alcanzar la solución. Consistiría en todos los domingos de los meses de lluvias plantar árboles en puntos específicos de los treinta y seis municipios de Morelos, cinco, diez, quince mil en cada jornada y en cada lugar, y hacer lo mismo el año próximo, el que siga, el otro y otro hasta la recuperación de la flora y la fauna. Soñar no cuesta nada… (Me leen mañana).

José Manuel Pérez Durán
jmperezduran@hotmail.com

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