El año que nos embiste lo hará literalmente, arremeterá social y económicamente hablando; no se necesita ser adivino para verlo. Y en la cosa política también. Los nuevos presidentes municipales comprobarán que no es lo mismo ver los toros desde la seguridad de la barrera que lidiarlos en el peligro del ruedo.Agujeradas las tesorerías, colapsadas las finanzas de tantos municipios, en enero los alcaldes pasarán las de Caín para poder pagar la segunda parte de los aguinaldos a los trabajadores de los ayuntamientos, sindicalizados y de confianza. Algunos alcaldes salientes se fueron sin pagar la primera parte. Se trata de centenares de millones de pesos, pues docenas de miles son los trabajadores merecedores de esta prestación laboral. 

Volverán a tener causa y efecto las tomas de instalaciones municipales, replicadas, las protestas aquí, allá y acullá por medio de bloqueos al tránsito vehicular. Y nuevamente pagarán justos por pecadores, es decir, la gente ajena al problema que sin embargo padecerá el caos. 

Angustiados, los ediles poco tardarán en clamar al gobierno por anticipos de participaciones federales, y antes, durante o después aumentarán impuestos, inevitablemente, dígase lo que se diga. Al igual que los que acaban de causar baja, a los alcaldes entrantes los laudos les quitará el sueño. Impagable la deuda global por este concepto, suma varios cientos de millones de pesos en un cuento de nunca acabar, y poco tiempo pasará para que sean presentadas nuevas demandas por parte de trabajadores despedidos y relevados por “compromisos de campaña” de los ediles debutantes.  

Pero, entusiasmados tras ganar el cargo en las elecciones y conscientes del desafío que les esperaba, si todo esto era de su conocimiento entonces que no se quejen. Y ni pensar en que renuncien. Locos por el poder, unos ya acarician la reelección y otros sueñan con ser diputados. 

Del día de la elección a las tomas de posesión de los presidentes municipales ha pasado el tiempo suficiente para que dejen de planear y empiecen a hacer. Sin embargo, las semanas se les fueron como agua entre los dedos, perdieron el tiempo y, de seguir deslizándose en el tobogán de la ineficacia, les pasará como a los zopilotes estreñidos que vuelan y planean pero no obran. 

Escasos en unos e inexistentes en otros municipios los aportes a las soluciones de los principales problemas, prevalecerán el cáncer de la inseguridad y la estrechez de la economía popular.  Se supone que el primer día del año los cabildos tienen el carro afinado para de inmediato arrancar proyectos de gobierno con objetivos coordinado desde la perspectiva de las zonas metropolitanas, en el centro: Huitzilac, Cuernavaca, Temixco, Jiutepec, Zapata y Xochitepec; en la zona cañera: Jojutla, Zacatepec, Tlaltizapán y Tlaquiltenango, y en el oriente, Cuautla y Ayala. 

Pero solamente se supone pues otra cosa es la realidad, una serie de situaciones larga de enumerar en la que los cabildos debieron trabajar verdaderamente, haciendo a un lado el discurso mentiroso de que primero está el pueblo y al último los partidos. 

Cuernavaca ilustra el comentario. Antonio Villalobos le dejó un basurero a José Luis Urióstegui. Sólo en 2006 cuando el PAN privatizó el servicio de la recolección, traslado y confinamiento de la basura Cuernavaca estuvo tan sucia, asquerosa, maloliente, convertida en fosa séptica. Urióstegui y sus asesores buscarán “cuadrarle” una denuncia administrativa o penal a “Lobito”. Lo ha dicho el propio José Luis, quien es abogado. Pero naturalmente escépticos, los cuernavacenses no creen en las promesas de políticos… (Me leen después).

Por: José Manuel Pérez Durán / jmperezduran@hotmail.com 

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