Hace años que se localizan enfrente de la Catedral, en la cuesta de Hidalgo, a pocos metros de la esquina con la avenida Morelos. Su ubicación es privilegiada, alta la plusvalía de los locales de negocios y elevado el valor de los locales con uso de suelo comercial. Mesas y sillas de los restaurantes invaden la banqueta, así que se supone que las y los propietarios de los establecimientos pagan renta al Ayuntamiento. Pero cuánto, cómo y específicamente en cuál área de la Comuna. ¿Pagan por metro cuadrado, por mes o por año? ¿Desembolsan una parte con recibo oficial y otra por abajo de la mesa? No tengo respuesta para las preguntas que me hace un posible inversionista recién llegado a Cuernavaca. Lo mismo sucede en el entorno de la Plaza de Armas, hace más tiempo y más amplios los espacios del municipio ocupados por tres restaurantes tradicionales. El tema lleva a otro que tampoco es nuevo pero que igualmente huele a corrupción.

¿Cuántas casas hay en Cuernavaca sobre terrenos de ejidales y comunales cuyos propietarios no pagan el impuesto predial? ¿Y cuántas construcciones están en la misma situación? Muchísimas, 23 mil 720 casos “que han sido ocultas a la acción fiscal”, según el eufemismo de la anterior administración municipal. Claramente dicho, una evasión fiscal de varios miles de millones de pesos, ¿qué son recuperables pese a la cultura del no pago y los ofrecimientos de descuentos a quienes se pongan a mano?

En el mundo inmobiliario se da una situación que parecería un cuento de terror. Los chillidos de las ratas traspasan las paredes. Son miles, y para que el sol se asome en el horizonte deberán pasar todavía horas. Los roedores deambulan por entre las butacas destartaladas, caminan sobre la alfombra deshilachada, compiten por comida, recorren la sala de abajo y la parte de arriba del cine que hace años permanece abandonado en la calle Ávila Camacho. Un rayito de luz que se cuela por un resquicio de la pared rompe la oscuridad de la madrugada. ¿Asustan ahí? ¿Existen fantasmas en el sitio tétrico? ¿Los vecinos han escuchado voces del más allá? En Cuernavaca subsisten varias propiedades abandonadas, como esta del cine que se llamaba igual que nuestra ciudad, arriba de la Carolina, y el cinema Las Palmas, al que su dueño le puso el nombre de Gloria Almada, la esposa del gobernador Armando León Bejarano, a una cuadra de la glorieta del Niño Artillero.

Además de estos cines que fueron fundados en el segundo tercio de los setenta y pocos años después dejaron de funcionar, está el predio del que fuera el hotel Xochiquetzal, ruinoso, cayéndose a pedazos, abandonado hace varias décadas. Se desliza de la calle Leyva al boulevard Juárez, bordeando la cuesta de Abasolo, y mide como una hectárea. Desde afuera no es visible la alberca, y si la hay el agua debe ser fétida. Tampoco se ve el jardín, probablemente invadida de yerba seca la colina que baja del área de habitaciones al portón del boulevard. El muro descarapelado por el lado de Leyva revela restos de una construcción de adobe. ¿También ahí hay fantasmas que asustan o sólo es un refugio de vagabundos que se pasan de vivos?

Cuatro décadas atrás, justo en el punto donde termina la avenida Humboldt y arranca la calle Rufino Tamayo hubo una discoteca. “Sandi”, se llamó. Su inauguración constituyó un acontecimiento en la vida nocturna de aquel entonces, adornado el acto del corte del listón por la belleza de la actriz Claudia Islas y concurrido el evento por el jet set tlahuica. Pero “no pegó”, así que poco tiempo después cerró. De aquella casona construida en dos niveles se decía era propiedad de una viejecita que moriría pocos años más tarde. Intestada y aparentemente sin parientes que la heredaran, fue habitada por una amiga de la anciana y su flamante esposo con quien un mal día discutió y le metió un tiro, matándolo. Cayó así sobre la quinta del muro alto y la privada empedrada una suerte de leyenda de terror que borró el paso del tiempo. Estuvo abandonada hasta 1994, cuando el Gobierno Estatal la rescató. Pero hasta el día de hoy, desde la calle se ve aparentemente deshabitada, valiosa no por la calidad y la edad de la construcción sino por las dimensiones del terreno y su ubicación. Si de esta quinta no se apoderó la mafia inmobiliaria de abogados transas y notarios corruptos que pasan por finísimas personas, se encuentra en la lista de casas y terrenos que componen la reserva territorial del Gobierno del Estado. Repito la pregunta que hice en otra entrega: ¿Pueden el Ayuntamiento o el Gobierno Estatal recuperar las citadas y otras propiedades que permanecen olvidadas para darles un uso de beneficio social?.. (Me leen mañana).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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