No sólo se trata del calor, también de las consecuencias globales del cambio climático: altas temperaturas, huracanes cada vez más grandes y poderosos, deshielos en los polos, el aumento del nivel del mar, el calor en Morelos –específicamente en Cuernavaca, a veces más intenso que en Acapulco–, la depredación de los bosques por los incendios, contingencias ambientales en el Valle de México, inundaciones de ríos. Un escenario de alcances apocalípticos que se presenta en este año y se repetirá en los años por venir.

En medio del bochorno de la canícula y la lengua de corbata, revisamos las consecuencias de maltratar a la Naturaleza y desperdiciar sus recursos. El calorón es un período más o menos prolongado, en exceso cálido que puede ser también muy húmedo, lo cual parece raro ya que el propio calor atmosférico hace que la humedad se condense formando nubes con lo que disminuye el calor atmosférico. Se le conoce como “calor” de condensación al ser en parte absorbido por las nubes. Las olas de calor suelen ocurrir durante los días del verano. Por cierto, el término “canícula” denota el fenómeno general de una ola de calor y deriva del italiano “canicola” –perra de pequeño tamaño– aplicado a la estrella Sirio, de la constelación del Can, cuya elevación en el cielo nocturno del Hemisferio Norte coincide con la época de más calor.

Por lo general, los climas secos registran una mayor cantidad e intensidad de las olas de calor que los climas húmedos, debido a que la mayor cantidad de agua atmosférica en los climas más húmedos ayuda a regular las temperaturas atmosféricas, bien sea en forma de vapor de agua o del agua que forma las nubes. Además, las olas de calor provocan severos aumentos en el consumo de electricidad, por el uso de aparatos de aire acondicionado, lo cual puede generar fallos en el suministro de electricidad y ello agrava el problema. Todavía con mayor frecuencia, el masivo consumo de electricidad va acompañado por un descenso de la producción hidroeléctrica, ya que la sequía reduce considerablemente la capacidad de las represas destinadas a producir el fluido eléctrico. Una más: si la ola de calor se produce durante una sequía, la vegetación muerta, contribuye al incendio forestal que, por una quema agrícola descontrolada, una simple colilla de cigarro o una botella de vidrio haciendo de “lupa” con los rayos del sol, pueden ser los detonadores de incendios que consumen miles de hectáreas de pastos, hierbas y árboles con todo y su fauna.

Para ejemplo local, tenemos que en Tlaquiltenango suelen registrarse las temperaturas más altas. En este municipio, que es el de mayor extensión territorial, específicamente en la comunidad de Xicatlacotla el domingo 12 de abril de 2017 el termómetro llegó hasta los 41 grados y el lunes 13 disminuyó a 40.5. Bajó medio grado de un día para otro, pero ¿cuál fue la diferencia? El clima de Xicatlacotla no han cambiado, los datos históricos de temperaturas en Morelos advierten que en Xicatlacotla hizo la séptima más alta registrada en la entidad desde 1981, año en que la comunidad de Huajintlán, municipio de Amacuzac, padeció la sorprendente y desmesurada temperatura de 46.5. Un infierno agobiante, abrazador. Morelos no es solamente la primavera de Cuernavaca; hay que salir más seguido… (Me leen mañana).

Las opiniones vertidas en este espacio son exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la política editorial de Grupo Diario de Morelos.

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