Decía mi abuela hace muchos años que cuando regresó a Cuernavaca en 1922, después del desalojo de la ciudad, que la Virgen de la Natividad de Tlaltenango era una de las figuras importantes dentro de la grey católica de Morelos desde antes de la Revolución.

La leyenda es extraordinaria. He aquí la reseña, para que la disfrute, de la Virgen de la Natividad de Tlaltenango de Cuernavaca, Morelos.

El 31 de mayo de 1720 llegaron a esta ciudad dos jóvenes cargando una caja. Se sentaron a descansar en la puerta de una hostería que fue la Hacienda y el Ingenio de Hernán Cortés. Empezaron a buscar hospedaje para descansar. Preguntaron si había una casa de huéspedes y los llevaron a la casa de la señora Agustina Andrade, que los recibió muy bien y les dio la mejor habitación. En la estancia había una mesa y ahí colocaron el arcón que llevaban.

Al amanecer los jóvenes se despidieron de doña Agustina y le pidieron que cuidara de su valiosa caja hasta que regresaran. Ella les prometió que cuidaría muy bien su caja como si fuera un relicario.

Así pasaron los días y, como los jóvenes no regresaban, Doña Agustina cerró con llave la habitación. Una noche, al no poder dormir, pasó cerca de la habitación y se sorprendió al escuchar una música celestial que salía de allí. Apurada y nerviosa llamó a sus hijos y todos escucharon la música y, abriendo el cuarto, vieron luces que salían de la caja.

Preocupados, acordaron guardar esto en secreto; pero, como en todo pueblo pequeño, un vecino se dio cuenta, por lo que ya no pudieron guardar el secreto.

Se armó tal escándalo que decidieron ir avisar a las autoridades y fueron a ver a Fray Pedro de Arana, que era el Párroco de la Asunción de María (hoy Catedral de Cuernavaca), un hombre sabio y virtuoso que no se dejaba sorprender por las supersticiones que había entre los indígenas y españoles. Le contaron con lujo de detalles lo que estaba sucediendo con aquella caja que dejaron los jóvenes y que ya no regresaron por ella. Pero el párroco no les creyó. Por lo que Doña Agustina lo invitó a que fuera a su casa.

Al mismo tiempo una comisión de vecinos fue a ver al Alcalde Mayor de Cuernavaca y, después de contarle su relato, con la intervención del Alcalde se le pidió a Fray Pedro de Arana que lo acompañara a Casa de Doña Agustina, a lo que accedió éste no de muy buen grado.

Al caer la tarde arribaron los dos hombres a Tlaltenango. Los vecinos los miraba con curiosidad y se dirigieron todos en una pequeña multitud a la casa de doña Agustina.

Después de los saludos, Fray Pedro pidió se apagara la luz y se empezó a escuchar más claramente la música y se veía que de la cajita salía la bella luz y se podía percibir un rico aroma que se desprendía del arcón. Nadie se movía, entonces Fray Pedro se acercó, la observó, la tocó y pidió se abriera la caja; todos estaban ansiosos por ver qué había en el interior. Emocionado abrió la tapa y ante la vista de todos apareció la bella imagen de María con sus manos en actitud suplicante sobre acojinada felpa y nívea seda con ribete rojizo y azul. Toda ella despedía una luz que llenaba la habitación.

En ese momento todos se hincaron y Fray Pedro se bajó su capucha y besó con ternura las delicadas manos de la bella María. De la misma manera hicieron Doña Agustina, su familia y las personas ahí reunidas. La túnica de la Virgen era rosa y su manto azul.

El 30 de agosto de 1720 la santa imagen fue llevada al Templo de San José en Tlaltenango. El arcón fue llevado por Fray Pedro, sus frailes y el Alcalde de Cuernavaca. Junto al Templo de San José se construiría años después el actual Santuario de Tlaltenango, dedicado a esta bella imagen de María, que por decisión del clero y del pueblo recibió la advocación de Nuestra Señora de los Milagros. Fray Pedro aprovechó ese momento para anunciar la feliz llegada de la Virgen de Tlaltenango que aquí quiso manifestarse, y dijo que volvería al día siguiente para celebrar una misa y empezar un Novenario que terminaría el 8 de septiembre, día en que se celebra la Natividad de la Bella María.

Desde entonces, del 31 de agosto al 8 de Septiembre celebramos la aparición de la hermosa Virgen María de Tlaltenango, con una feria que ha llegado a ser la más famosa de la región.

Por cierto, este año se cumplen 300 años de la aparición y, por lo mismo, Don Ramón Castro Castro, Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Mor., ha declarado Año Jubilar para poder ganar Indulgencia Plenaria al visitar este Santuario con las debidas condiciones, como lo manda la Santa Madre Iglesia.

Esta es la bella leyenda de la Virgen de Nuestra Señora de los Milagros de Tlaltenango. Hermosa, ¿no cree usted? Gracias a mi amiga Edith Ruiz que me la proporcionó.

Felicidades a “Las Mañanitas” y a la familia Bernot Kraus por el premio al “Spa Orlane” que recibió el Spa Throphy como el mejor a nivel mundial aquí en Cuernavaca.

 

Teodoro Lavín León
lavinleon@gmail.com / Twitter: @teolavin

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