Erase una vez (Así comenzaban los cuentos cuando yo era niño), así que; erase una vez que en una hermosa capital del Estado de una República, existían muchos árboles llenos de flores; los parques estaban limpios y a cada veinte metros había un bote de basura. Durante los domingos los niños jugaban libremente, al cuidado de las parejas de policías que no dejaban que se fueran a atravesar la calle, aunque el taxista frenara para levantarlo y recoger sus juguetes.
Sólo estaban los globeros y las bancas recién pintadas, más no había ni un vendedor ambulante y los papás o los abuelos se entretenían leyendo el periódico, platicando con el vecino o la abuelita tranquilamente contando los puntos de su tejido.
-Buenos días, se escuchó una amable voz y las familias contestaron en coro: Buenos días señor presidente, ¿Cómo está usted? al momento que el edil recogía un popote tirado y lo llevaba a uno de los recipientes.
  En eso que llega el gobernador a felicitar al presidente con un abrazo por los hermosos arreglos que colocó en toda la ciudad, que le dio un realce a la entidad durante este mes de la Patria, con sus luces en todas las calles, el atractivo programa de premiación para el local comercial que mejor adornara su negocio con los colores y figuras de lo que se conmemoró este día. Además del arreglo de los postes, de las banquetas con el Lábaro Patrio y las figuras de nuestros héroes de la Independencia de México. “Esto se lo agradecerán los ciudadanos”, dijo.
El señor presidente agradecido aplaudió la distinción y a su vez reconoció que el Palacio de gobierno haya reubicado a los vendedores ambulantes a su nuevo centro comercial, además de adornar las mamparas de alrededor del Palacio de Cortés. Pero nada de esto se compara con el trabajo que el señor presidente municipal ha efectuado en toda la ciudad acerca de los baches, la iluminación de las calles y avenidas y el envío de las fuerzas policiacas municipales para cuidar a los ciudadanos por toda la ciudad.
Y así cada uno reconoció el trabajo efectuado por el otro, dándose un abrazo en cada labor efectuada, respetando su jerarquía ya que cada quien tiene un lugar en la ciudad y en el Estado. El único que faltaba era el Director de la SAPAC, quien ha cumplido con repartir el agua equitativamente en toda la ciudad, sin distinción de clases sociales. Pero envió a su segundo para pedirles que lo dispensaran pues estaba arreglando la única fuga de agua que había en toda la ciudad.
Una pareja de avanzada edad se acercó al señor gobernador para felicitarlo por el hermoso desfile militar que hizo que pasara por su casa al lado del cementerio municipal y no en el centro de la ciudad donde había mucha gente y a lo mejor se encontraban con algún delincuente de otro estado que por celos, quisiera echar a perder tan hermosa parada.
Para tal efecto, no tuvo que enjaular la Plaza de Armas, ni llenarla de puestos de comida de otros estados. Todo estaba limpio. Se echaba de menos esas blancas carpas con panes de puebla, los puestos de garnachas y otros antojitos, las heladas cervezas en lugar de aguas frescas, los vestidos de Taiwán, digo de Oaxaca, la joyería chafa color plata, la alfarería traída de Jalisco con caracteres en japonés al reverso y todos los puestos que no vendieron nada en Tlaltenango porque les llovió. Ni hubo ventas de “artesanías” hechas en China, para así evitar que se fuera a ensuciar el piso de tan bello jardín con la mugre que los habitantes de la ciudad y el molesto turismo siempre trae consigo.
Lo bueno de todo esto es que ni el gobernador ni el presidente municipal se dicen cosas insultantes como en otros lugares, trabajan en completa armonía. Se parecen a los del sexenio pasado, que si bien no se llevaron nada, sí dejaron un clima de seguridad y afecto entre los ciudadanos de Cuernavaca.
En aquellos tiempos había prosperidad, armonía entre autoridades, nadie se metía con nadie, y de igual manera que hoy, todo mundo estaba contento con los resultados positivos que durante ese sexenio existían en la ciudad, entre autoridades y ciudadanía.
Nunca se escuchó, al igual que hoy en día, una queja de la población, ni que los amigos de los funcionarios hubiesen sido hechos a un lado para licitar las obras estatales o municipales, ni entregarle las obras a alguno de sus familiares. Ni fueron culpables del famoso Socavón, en la Estafa Maestra, de la cual el gobernador “nunca se enteró”, lo que sabemos que ya no sucederá.
 Esperamos que al final de estas administraciones de tres y seis años, las que de seguro van a ser iguales que antes, porque como se ve, hay buenos deseos de que la ciudadanía los siga felicitando y que gracias a ellos Cuernavaca haya prosperado como hasta hoy.
En la ciudad tampoco habían los nuevos edificios para la Cámara de Diputados, para un nuevo museo y para todo lo que antaño se necesitó, pero la gente de ahora no pierde las esperanzas de que dentro de poco se construyan los edificios de veinte pisos como los Altitud y las nuevas universidades que hicieron junto a Sedesol y Cuernavaca ya sea una ciudad hermosa que valga la pena venir a visitar.
Que bien que estas autoridades están siguiendo el camino de la 4ª. Transformación, ya que así, nunca serán criticadas por la ciudadanía y las seguirán respetando por su trabajo de plantar árboles, las barrancas y el cuidado del medio ambiente y dejando los nuevos Centros Comerciales, aunque se destruyan doscientos árboles, que es lo mínimo para un estacionamiento, el cual sólo trabaja mientras rentan y quiebran los nuevos negocios.
Lo único que le faltó a mi cuento, es el arreglo de la Plaza de Armas, cuyo piso habrá que levantarlo, poner una fuente en lugar de esa astabandera, desaparecer esos árboles que dejaron en pie, para poder gozar de una vista plena y poder apreciar el Popocatépetl desde el Jardín Borda o del Palacio de Cortés; y de igual manera, seguir enjaulando toda la ciudad para que no haya desfile en el año.
Lo bueno es que ya no va a ser la cuarta transformación, sino la decimocuarta, ya que esperamos que dentro de diez sexenios no vaya a cambiar, ya que como estamos ahora no nos podemos quejar, como no lo hemos hecho durante 500 años en que cada gobierno que entra sabe qué hacer con nuestra Cuernavaca y con el Estado, por lo que los ciudadanos no debemos de preocuparnos por el presente ni por el futuro pues ellos son (o se creen) los dueños de Cuernavaca y del Estado y por eso, no debemos hablar de política.
El peligro es que estas autoridades quieran repetir lo que las pobrecitas anteriores han logrado con tanto ahínco y buena voluntad (¿?) Ahora que les faltan dos años y al otro cinco, no nos debemos quedar callados.

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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