Estados Unidos ha reforzado su campaña de presión sobre el presidente venezolano Nicolás Maduro, centrando los esfuerzos en sanciones económicas y medidas directas contra la industria petrolera venezolana, su principal fuente de ingresos.
La administración del presidente Donald Trump impuso esta semana nuevas sanciones contra tres sobrinos de la esposa de Maduro, además de seis grandes petroleros y las empresas de transporte vinculadas a ellos. Las autoridades estadounidenses sostienen que estas embarcaciones han participado en prácticas engañosas y continúan financiando al “régimen corrupto” liderado por Maduro.
Estos movimientos se producen en un contexto de tensiones crecientes tras la incautación de un buque petrolero frente a las costas de Venezuela el miércoles pasado. El presidente Trump anunció que se había confiscado un tanque de crudo sancionado, describiéndolo como uno de los más grandes jamás intervenidos por Estados Unidos, y sugirió que el país se quedaría con el petróleo tras completar el proceso legal correspondiente. El gobierno venezolano calificó la acción de “acto de piratería internacional” y anunció que denunciará el caso ante instancias internacionales.
La operación para interceptar ese petrolero forma parte de una campaña más amplia de Washington que combina sanciones económicas, despliegue militar en el Caribe y amenazas de futuras intervenciones, oficialmente justificadas por la lucha contra el narcotráfico y el tráfico ilícito de petróleo.
En Caracas, el gobierno de Maduro ha rechazado con firmeza estas acciones, acusando a Estados Unidos de buscar el control de los recursos naturales venezolanos y de intentar derrocar su administración. Las autoridades venezolanas sostienen que las sanciones y la confiscación de embarcaciones perjudican directamente su economía y soberanía.
Analistas y fuentes gubernamentales estadounidenses han señalado que más interceptaciones de petroleros sancionados podrían ocurrir en las próximas semanas, y que las medidas buscan cortar los ingresos petroleros de Caracas, una estrategia que podría agravar aún más la ya frágil situación económica del país sudamericano.