Un musical biográfico que desprende genialidad, una oda a los sueños que retrata la frustración que se vive en medio de una crisis, y el miedo a afrontar el futuro.

Una película personal y sincera, que nos muestra la vida del compositor musical Jonathan Larson, un artista que lleva más de ocho años inmerso en la escritura de su obra maestra: Superbia. A punto de cumplir treinta años de edad, John se plantea cuáles han sido sus logros, cómo contrastan con sus fracasos, y si vale la pena seguir intentando.

El primer punto a destacar, es que, tristemente, la vida de Jonathan Larson no es la típica historia de éxito, pues, a pesar de que la fama y la apreciación a su labora finalmente llegaría, él no estaría presente para verlo. Esta película muestra eso, y más allá de exponer sus sueños cumplidos, nos enseñan lo que cuesta conseguirlos.

Conocemos la intimidad de Larson, quien falleció súbitamente de un aneurisma un día antes del estreno de Rent, su mayor obra, que lo llenó de premios y reconocimiento, y lo convirtió en uno de los mejores compositores del teatro musical americano.

Es una película con la que cualquier persona en medio de un proceso creativo o una crisis de identidad se puede identificar; vemos la genialidad de Larson, su facilidad para componer y estructurar ideas, y cómo todo este cúmulo de talento se ve aplastado ante un entretenimiento polarizado que no valora su trabajo.

Jonathan Larson es perseguido por una crisis de edad, en la que el personaje se ve envuelto entre la decepción y la incertidumbre, la realidad lo golpea en la cara, reflejando que es un adulto que cuenta con responsabilidades que no puede atender, y que no ha tenido un éxito en toda su carrera.

Es un personaje optimista y sumamente creativo, que se ve atormentado por todos los miedos que lo rodean; su círculo más cercano se disuelve, sus relaciones se acaban, y, en el interior, sabe que el tiempo se agota poco a poco, y que su creatividad podría perecer ante la falta de reconocimiento ajeno.

Las canciones son perfectas, no sólo por su composición, que exhibe claramente los sentimientos del protagonista, sino también por el contexto; cada una de estas canciones entra en el momento preciso, y sabe cómo y cuándo irrumpir en la historia para asombrar con un número musical, que mantiene el aspecto emocional y el dinamismo en un punto altísimo.

Como se menciona anteriormente, es una cinta sumamente personal, y aquí entra otro de los puntos fuertes de la obra: Andrew Garfield es Jonathan Larson. El actor, que ha tenido altibajos a lo largo de toda su carrera, ha relatado en más de una ocasión que se ha perdido por el camino, y que han habido experiencias amargas en torno al haber trabajado en películas que merman el arte a favor de intereses; su interpretación se siente pura, y se puede percibir una clara conexión entre el punto de la película y la propia carrera de Garfield.

A pesar de mostrarnos la maravillosa forma de ver el mundo de Larson, su manera de relacionarse o de entender el arte, la cinta no busca compartir una historia con un final feliz, en la que el protagonista logra de modo predecible sus objetivos, sino que intenta transmitir un mensaje claro, que nos invita a aprovechar el tiempo que nos queda.

Tick Tick Boom explora la presión sofocante que existe al vivir una crisis, y al no tener la estabilidad suficiente para seguir viviendo de ilusiones; vemos a una persona completa, con sus sueños, relaciones, logros y fracasos, que nos enseña que todos tenemos una voz única que tiene el mismo valor que todas las demás, que merece salir a expresarse para mostrarle al mundo de lo que somos capaces.

Es una obra creada para el soñador, para aquel que cree en sus proyectos e ideas, y piensa en plasmarlos en su arte algún día; a pesar de que no hay cambios drásticos para Larson, él se mantiene firme hasta el final, confiando en que algún día tendrá su oportunidad, y enseñándonos que nosotros también tendremos la nuestra.

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