Qué momento para estar vivo! Y ¡qué fortuna el haber nacido en México!
La reciente designación directa de un integrante de la Suprema Corte de Justicia Nacional por parte del Presidente de la República ha marcado un momento sin precedentes en la historia judicial de México. Este hecho no solo es significativo por su novedad, sino por las implicaciones que tiene en el panorama político y judicial del País.
Desde una perspectiva histórica, esta acción resalta la evolución y adaptación de nuestro sistema institucional a lo largo del tiempo. Si bien en el texto original de la Constitución de 1917 no se contemplaba la intervención directa del presidente en la designación de miembros de la SCJN, la realidad actual nos muestra una dinámica política distinta, en la que se busca actualizar y fortalecer las instituciones conforme a las necesidades presentes.
La historia constitucional mexicana ha experimentado transformaciones importantes en relación con la integración de la SCJN. Desde las reformas de 1928 hasta la consolidación del papel determinante del Ejecutivo en la selección de ministros durante décadas, el proceso de designación ha sido objeto de cambios y ajustes en función de las circunstancias políticas y sociales del país.
En términos políticos, es comprensible que existan opiniones divergentes sobre esta decisión. Por un lado, algunos sectores celebran la participación directa del presidente en un proceso que, desde su perspectiva, busca garantizar la alineación ideológica y la cohesión entre el Poder Ejecutivo y el Judicial. Por otro lado, hay quienes expresan preocupación sobre el equilibrio de poderes y la independencia judicial en un contexto donde la designación presidencial podría influir en la imparcialidad del tribunal.
Es innegable que esta designación ha generado un debate público intenso, pero también es un reflejo de la diversidad de opiniones y la pluralidad de visiones que coexisten en nuestra sociedad. Más allá de las críticas y el análisis político, este acontecimiento marca un punto de inflexión en la historia de nuestra justicia, y su impacto a largo plazo aún está por ser evaluado y comprendido completamente.
En conclusión, la designación directa de Lenia Batres
Guadarrama como integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por parte del Presidente Andrés Manuel López Obrador es un hecho histórico que abre un nuevo capítulo en la evolución de nuestras instituciones judiciales. Este hito representa un desafío y una oportunidad para reflexionar sobre el papel del Poder Ejecutivo en la designación de figuras clave en la justicia y para analizar los caminos que tomaremos como sociedad hacia un sistema judicial más equitativo, independiente y eficiente.
Y bueno, mientras sigue el caluroso debate sobre si el presidencialismo está más vivo que nunca o si la Cámara Alta no asumió su responsabilidad, vámonos con lo
bueno, lo malo y lo feo. Lo bueno:
pues que ‘haiga sido como haiga sido’, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, ya cumplió parcialmente uno de sus objetivos y su nombre ya quedó escrito en negritas en la historia de México, veremos si su legado lo hace ser recordado como el mejor Presidente que hemos tenido. la lavada de manos que se dio la Cámara Alta al rechazar las dos ternas propuestas por el Presidente.
que a Bertha Luján Alcalde no más no se le hace una, primero fue la Presidencia del INE y ahora el nombramiento como Ministra.
No está de más decir que esto es
Lo malo: Lo feo: a título personal. Fíjense nada más…
que, a pesar del nombramiento de Lenia Batres, el tablero en la SCJN sigue igual, 3 ministras afines a esta administración y 8 totalmente en contra. Veremos en que termina, porque el próximo año parece que será de decisiones relevantes en el Máximo Tribunal.
Fuera de contexto:
Para cerrar el periodo ordinario de sesiones, la Cámara de Diputados Federal, en poquito más de 40 minutos, decidió que sí, pero la Cámara de Diputados local, de madrugada y en 8 minutitos, reviró y decidió que no. Ahora si nos salieron muy chambeadores los diputado ¡ja!
¡Saludos!
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