A ver, seamos francos. La famosa marcha de la ‘Gen Z’ tenía todo para convertirse en un parteaguas: juventud indignada, redes en ebullición, memes al (primer amor) 1000 x hora y un País que, aunque avanza, sigue cargando dolores viejos. Sonaba a que el ‘sombrero de paja’ iba a cimbrar el escenario político nacional. Pero, como cuando uno le quita la espuma a su chela y mira el vaso, la pregunta cae solita: ¿de verdad fue la marcha que nos vendieron? La semana pasada hablamos del oportunismo descarado: partidos de oposición subiéndose al tren como si lo hubieran encendido ellos, empresarios opinando como si de verdad entendieran a la juventud e influencers pagados – y bien pagados- creyendo que un hashtag es lo mismo que un movimiento social. Lo dijimos entonces: había más colgados que en tendedero de Twitter. Pero hoy, más allá de ese ruido reciclado, toca revisar lo que en realidad pasó.
Primero lo básico: la marcha nació del hartazgo, eso nadie lo discute. Un País con heridas abiertas, el asesinato de una autoridad que remeció la conversación pública y un ambiente en redes donde cualquier chispa se convierte en incendio nacional. Chavos—y no tan chavos—compartieron videos hablando de inseguridad, justicia y miedo. La idea original era sincera: ‘somos jóvenes, estamos cansados y queremos ser escuchados’. Peeero… ahí viene el matiz: cuando tocó salir a la calle, la Gen Z no apareció con la fuerza que prometían los hilos virales. Las cifras, aunque varían según quién las cuente, coinciden en algo: no fue la movilización masiva que se anunció. No se vio esa marea juvenil que algunos vendían, casi casi, como si fueran a llenar dos estadios Azteca. Incluso muchos asistentes eran claramente adultos, explicando que ‘era una marcha de todo México’, como si eso los volviera veinteañeros por decreto. Y lo otro: la marcha perdió el sello de pacífica cuando un grupo pequeño de encapuchados empezó a tirar vallas, empujar, jalar y provocar enfrentamientos. No fueron mayoría, pero bastó para que todo el evento cargara con ese manchón. Lo que nació como expresión ciudadana terminó contaminado por quienes buscan romper, no construir. Eso también pasa cuando los movimientos no tienen organización ni liderazgo claro. Entonces… ¿tuvo éxito? Pues depende. Si el objetivo era mostrar fuerza generacional, la respuesta es no. Si el objetivo era presionar al gobierno federal, tampoco movió el tablero. Si el objetivo era posicionar el tema en la conversación pública, ahí sí: lo logró. Pero para efectos prácticos —los que cambian realidades, no solo timelines— la marcha quedó corta.
No hubo estructura, vocerías ni continuidad. Se diluyó entre agendas ajenas, gritos contradictorios y la eterna tentación de la derecha por usar cualquier causa, aunque ni la entiendan ni la representen, como arma para pegarle a la Presidenta Claudia Sheinbaum. Y sin embargo, hay algo más profundo que vale la pena decir, sobre todo porque muchos prefieren ignorarlo: la juventud mexicana no se siente representada por los partidos de siempre. No les hablan, no los entienden y, peor aún, no les ofrecen futuro. Por eso se cuelgan del enojo juvenil: porque sin enojo prestado, no tienen nada. Pero también aquí toca decir lo nuestro: hay que cuidar a la Gen Z. Escucharla más, acompañarla, entender que viven en un mundo más acelerado, más expuesto y más duro. Les toca navegar redes tóxicas, violencias nuevas, ansiedades colectivas, información saturada. Si no se les guía, si no se les orienta, si no se les blinda del oportunismo político y de los malos pasos, habrá quien sí quiera hacerlo… y no precisamente para su bien. La marcha deja una doble lección. Por un lado, sí, hay enojo, cansancio y necesidad urgente de diálogo. Pero por el otro, queda claro que sin organización, sin claridad y sin una verdadera brújula juvenil, ningún movimiento improvisado será capaz de disputar el país que hoy se construye desde la Cuarta Transformación. Esa es la verdadera noticia: el futuro no está en quienes intentan manipular a las y los jóvenes, sino en quienes realmente los escuchan. No está de más decir que esto es a título personal. Fuera de contexto: Por otro lado l@s ‘no tan chav@s’, pero que se siguen vistiendo como chav@s, sacaron ya la reserva de su pila festivalera en el Corona Capital que se volvió un choque generacional delicioso: los que aún guardan su iPod Classic conviviendo con los que nunca han visto uno. Vámonos rapidito con este ‘riviu’. Weezer apeló a la nostalgia como si fuera superpoder; OMD recordó por qué los clásicos no pasan de moda; AFI quedó debiendo un poquito, tal vez porqué ya ni ellos se disfrazan emo y era lo que muchos esperaban ver; Queens of the Stone Age demostró el porqué a mucha banda nunca le gustará el reggaetón; y Don TR/ST volvió a iluminar la noche con ese electro-goth gay que solo él sabe aterrizar. Linkin Park, en cambio, dejó esa sensación rara: sin Chester no es igual, así de fácil. Chappel Roan puso el toque pop queer extravagante que traen los nuevos talentos sin pedir permiso para brillar. Pero el triunfo absoluto fue Deftones, que no solo reventó el escenario, sino que encontró eco en la Gen Z gracias al revival del White Pony y los edits eternos de TikTok donde suenan como si fueran banda nueva. Y bueno… todo este ‘reporte de campo’ lo hice desde mi casa, porque la verdad, ni mi rodilla, ni yo, ya estamos para esos trotes. 6x6: Está a punto de terminar uno de los mejores años en la historia del Consejo Mundial de Lucha Libre, uno lleno de grandes eventos, muy buenas luchas y la consolidación de su alianza con AEW. Pero hubo un luchador ausente por lesión durante casi todo 2025, una de las promesas ya consumadas que parecen ir trazando el camino para convertirse en ídolo: Soberano Jr. ‘El lujo de la lucha libre’ es una de las caras nuevas que, desde hace un par de años, han contribuido a devolverle solidez al CMLL. Junto a Templario, Neón, Hechicero, Máscara Dorada, entre otros, es uno de los candidatos a tomar la estafeta como referente de la Arena México… aunque eso signifique pasar por encima de las estrellas actuales, empezando por el mismísimo Místico, a quien Soberano Jr. ya lanzó un reto en la semana de su reaparición. Tiene buena escuela, conecta con la gente – más con las féminas, ¡cuiden a sus novias!- y su transición a luchador rudo se dio de manera muy natural (aprende algo, Hijo del Vikingo). Su irrupción en el panorama luchístico del Consejo y sus alianzas prometen un 2026 bastante entretenido. ¡Saludos!
