Hace unos días en las redes circuló una fotografía donde salían muy juntitos y muy sonrientes Lucía Meza Guzmán, Mireya Gally Jordá y Jorge Messeguer, claro que esta foto hubiera sido una más, si no fuera porqué Lucy Meza es la candidata de la coalición PAN-PRI-PRD al gobierno de Morelos, Mireya Gally la presidenta del IMPEPAC, o sea el árbitro de la elección en el Estado, y Jorge Messeguer, marido, exmarido, amasio o vaya a usted a saber que es de la propia Mireya.
Dado el contexto (y no me como nada antes de que me alburee), pues arranquémonos.
En el delicado mundo de la política, donde los intereses compiten y las pasiones arden, la imparcialidad de las autoridades electorales se erige como el santo grial de la democracia. Una imparcialidad tan pura como un arroyo de montaña, tan incorruptible como... bueno, tal vez no tan incorruptible. Pero al menos suena bien en los discursos ¿qué no? ¡ja!
La importancia de la imparcialidad en las autoridades electorales se ha convertido en una especie de mantra sagrado, recitado una y otra vez como si fuera la fórmula mágica que garantiza la legitimidad de cualquier proceso electoral. Sin embargo, como en muchas áreas de la vida, la realidad suele ser un poco más... complicada.
¿Qué ocurre cuando las autoridades electorales se encuentran más cerca de los candidatos que de la neutralidad que se les supone? ¿Es un problema? Bueno, depende de a quién le preguntes. Desde luego, para aquellos que creen fervientemente en la imparcialidad como un pilar fundamental de la democracia, podría ser motivo de preocupación. Pero ¿qué sabrán ellos?
Es cierto que no hay impedimento legal para que las autoridades electorales mantengan una estrecha relación con las candidatas, candidatos o candidates. Después de todo, vivimos en tiempos de libertad y democracia, ¿no es así? Pero en lo moral no se ve nada bien y existe esa pequeña vocecita... Sí, esa misma que nos dice que tal vez sería mejor mantener cierta distancia para evitar cualquier malentendido. Pero ¿quién necesita moral cuando tienes leyes que lo permiten todo?
En el gran espectáculo de la política, donde las alianzas se forjan y se rompen más rápido de lo que se puede decir la palabra ‘democracia’, la imparcialidad de las autoridades electorales a veces parece más un ideal lejano que una realidad tangible. ¿Qué importa si el árbitro del juego tiene su favorito? ¡Al fin y al cabo, todos sabemos que el fútbol político es un deporte de contacto! ¡Juegue!
Así que, queridas, queridos y querides lectores, la próxima vez que escuchen hablar de la importancia de la imparcialidad en las autoridades electorales, piensen que no solo están en juego las elecciones, sino, la democracia misma.
Antes de que nos volvamos parciales, mejor vámonos con lo bueno, lo malo y lo feo.
Lo bueno: la cercanía entre las autoridades electorales y los candidatos podría facilitar la comunicación y la comprensión de los desafíos del proceso electoral, siempre y cuando esa cercanía sea con todos. Lo malo: sin duda la proximidad podría generar conflictos de interés y poner en duda la imparcialidad de las decisiones tomadas por las autoridades electorales. Lo feo: la percepción pública de favoritismo o parcialidad socavaría la confianza en el sistema electoral, minando la legitimidad de los resultados y socavando la democracia misma.
No está de más decir que esto es a título personal.
Fíjense nada más que… tremenda regañada la que le puso Claudia Sheinbaum al Checo Pérez fake, quién, después de esa escena, ya aceptó dócilmente las decisiones tomadas por Morena en Cuernavaca. Tampoco es que le haya ido tan mal, la candidatura para la Diputación Local por el Distrito I cualquiera la quisiera.
Fuera de contexto: ¿Cambio? ¿Con el PAN, PRI o PRD? ¿Neta? Esos partidos representan todo lo negativamente hablando, menos un cambio, que no se nos olvide.
¡Saludos!
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