Este domingo 1 de junio no es un día cualquiera, mi gente. No es sólo para echar la flojera o ir al tianguis. Es domingo de votar, de salir con la cabeza en alto y decir: ‘Aquí estoy, y mi voz también cuenta’.

Porque sí, aunque a veces parezca que todo sigue igual y que los de arriba se hacen los sordos, cada elección es una nueva oportunidad pa’ mover las cosas. Y esta vez no es cualquier movida: es la chance de meterle energía ciudadana a algo que por años estuvo lejano. Pero más allá de lo que se elige, lo importante es que tú, sí tú, participes. Que no te hagas el occiso ni te quedes viendo el partido desde la banca.

Votar no es una obligación aburrida. Es un acto de poder. Es como levantar la mano y decir: ‘No me da lo mismo. Yo sí quiero que las cosas cambien, y empiezo por aquí’.

Muchos andan diciendo que nada sirve, que todos son iguales, que ‘pa’ qué’. Pero la neta es que cuando la gente no participa, los de siempre hacen y deshacen a sus anchas. En cambio, cuando el pueblo se pone trucha, se nota. Y se siente.

Además, hay algo bonito, hasta sabroso, en salir a votar. Ver a la gente formada, escuchar a la señora que siempre lleva su rebozo a las urnas, al chavo que va por primera vez, al señor que ya lleva décadas votando. Esa vibra no se compra, se vive.

Así que este domingo no se me arrugue. Vaya, vote, y hágalo con gusto. Porqué tu rock es votar y si no votas… ¡cállate! ... ¡Ahhh se crean!

Solo recuerde que cuando usted participa, México se mueve. Y eso, créamelo, vale más que mil quejas en la sobremesa después de la barbacoa.

No está de más decir que esto es a título personal.

¡Saludos!

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