Shoichi Yokoi fue un sargento del Ejército Imperial Japonés que pasó a la historia por una de las historias más sorprendentes de supervivencia y lealtad. Nacido en 1915 en la prefectura de Aichi, Japón, trabajaba como sastre antes de ser llamado al servicio militar en 1941. Dos años más tarde fue destinado al 38º Regimiento en Guam, una isla del Pacífico ocupada por Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

 

En julio de 1944, cuando las fuerzas estadounidenses retomaron Guam, Yokoi y otros soldados decidieron no rendirse y se internaron en la selva. Mientras sus compañeros fueron muriendo con el tiempo, él logró sobrevivir en soledad durante casi tres décadas. Se ocultaba en cuevas que él mismo construía, fabricaba ropa con corteza de árboles, cazaba ranas, peces y camarones, y se alimentaba de frutas silvestres. Aunque en varias ocasiones encontró volantes y avisos que informaban que la guerra había terminado, nunca confió en ellos y temía que rendirse significara una humillación para él y su país.

 

Fue el 24 de enero de 1972, 28 años después del fin de la guerra, cuando dos pescadores locales lo descubrieron en el río Talofofo, en Guam. Al ser llevado de regreso a Japón, Yokoi pronunció una frase que quedó grabada en la memoria colectiva: “Es vergonzoso, pero he vuelto”. Estas palabras reflejaban el fuerte sentido de honor y deber que había marcado su decisión de permanecer escondido durante tanto tiempo.

 

De vuelta en su país, se convirtió en una figura mediática. Dio entrevistas, participó en programas de televisión y compartió su experiencia como ejemplo de disciplina y sencillez. En noviembre de 1972 se casó con Mihoko, y en los años siguientes dedicó su vida a promover valores de autosuficiencia.

 

Shoichi Yokoi murió en 1997 a los 82 años en Nagoya, dejando un legado que aún hoy genera debate.

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