En México, donde el 64% de las mujeres ha experimentado violencia de género (INEGI, 2021) y la solidaridad femenina se ha convertido en un salvavidas colectivo, es crucial distinguir entre dos conceptos que, aunque se entrelazan, no son lo mismo: la amistad y la sororidad. Mientras una nace del afecto personal, la otra es un acto político que desafía estructuras machistas. Aquí, un análisis para entender por qué ambas son esenciales, pero no intercambiables.
Amistad: Elección, complicidad y afecto personal
La amistad entre mujeres es ese espacio íntimo donde encontramos refugio. Son las compañeras que celebran nuestros logros, nos escuchan en las madrugadas y comparten risas en las cafeterías. En un país donde el 57% de las mexicanas afirma que sus amigas son su principal red de apoyo emocional (Encuesta Nacional de Bienestar, 2022), estos lazos son vitales.
- Se basa en afinidades: Compartimos gustos, valores o historias.
- Es voluntaria: Elegimos a nuestras amigas, pero no todas perduran.
- Tiene límites: Puede romperse por conflictos personales o distanciamientos.
Como dice la escritora mexicana Guadalupe Nettel: "Una amiga es un espejo que nos devuelve la imagen que queremos tener de nosotras mismas".
Sororidad: Un pacto político, no personal
La sororidad, en cambio, trasciende lo individual. Es un compromiso ético con todas las mujeres, incluso con aquellas que no conocemos. Nace de reconocer que vivimos en un sistema que nos ha enseñado a competir por espacios limitados —como los 43% de puestos directivos ocupados por mujeres en México (IMCO, 2023)— y que, para cambiarlo, debemos unirnos.
- No requiere afecto, sino respeto: Apoyar a una víctima de violencia, aunque no sea nuestra amiga.
- Es colectiva: Se ejerce al denunciar acoso en el transporte publico, al comprar en negocios de emprendedoras locales o al validar las experiencias de otras.
- Es una postura anti-sistema: Cuestiona el mandato social de la "rivalidad femenina".
La sororidad se vio en 2020, cuando colectivas como Brujas del Mar movilizaron a miles en el #DíaSinNosotras, o cuando mujeres en Puebla formaron redes para acompañar a víctimas de feminicidio.
¿Cómo se ven en la vida cotidiana?
Amistad:
- Organizar una fiesta de cumpleaños sorpresa.
- Prestar dinero a una compañera cercana en crisis.
Sororidad:
- Corregir a un colega que habla sobre una mujer con tono sexista.
- Recomendar el trabajo de una profesional en lugar de callar por envidia.
"No todas mis amigas son sororas, y no todas las sororas son mis amigas"
Es posible tener amistades tóxicas que reproduzcan machismo (como criticar el cuerpo de otras mujeres) y, a la vez, practicar sororidad con desconocidas. La clave está en:
- Reflexionar: ¿Mis amistades fomentan competencia o apoyo mutuo?
- Actuar: Aunque una compañera de trabajo no sea mi "amiga", ¿defiendo sus ideas en juntas?Como señala la activista mexicana María Salguero:
"La sororidad no es un sentimiento, es una acción".
México: Un país que necesita ambas
En un contexto donde 10 mujeres son asesinadas al día y el 90% de los casos de acoso callejero no se denuncian (SESNSP, 2023), la sororidad se vuelve una herramienta de supervivencia. Pero sin amistades que nos sostengan emocionalmente, el activismo puede agotar.
- Ejemplo: Las redes de acompañamiento en Ecatepec, donde mujeres combinan apoyo legal (sororidad) con grupos de terapia (amistad).
Tejer redes, romper estereotipos
La amistad nos salva como individuos; la sororidad, como género. En un México que ocupa el lugar 66 en equidad global (Foro Económico Mundial, 2023), necesitamos ambas. No se trata de elegir, sino de entender que mientras más mujeres practiquemos la sororidad —aun sin ser amigas—, más fuerte será el tejido social que nos protege.
