Técnico en el tratamiento de aguas, vendedor de autos, dueño de una compañía de agua purificada, incansable trabajador y un gran padre de familia es Eduardo Ricardo Guachicoa Mendoza, quien nació en Ensenada Baja California el 9 de julio de 1954. Su papá se llamaba Eduardo Gochicoa Aldama quien era ingeniero en electrónica; trabajó por un tiempo en Estados Unidos y cuando Lalo tenía dos años de edad falleció en el país vecino. Su mamá es doña Elsa Patricia Mendoza Chavarín, quien sigue siendo una amable ama de casa.

Eduardo tiene cinco hermanos: Patricia Daneth, Eduardo Ricardo, Armando Guillermo, Ernestina, Mario Rolando y Maudicel. Su abuelo, don Antonio Caballero fue uno de los impulsores en traer el telégrafo a México en 1867, el cual se usaba para cerrar los grandes negocios y para el control de Porfirio Díaz en todo el territorio.

Don Antonio trabajó para el gobierno en la creación de la Dirección General de Telégrafos. Nos cuenta que el uso del telégrafo tuvo mucho que ver con las derrotas de que fueron objeto los revolucionarios con Francisco Villa y Emiliano Zapata, el telégrafo que fue usado por el gobierno para sus comunicaciones, mientras que los revolucionarios seguían usando el correo a base de recuas o del uso del ferrocarril. (Museo del telégrafo en la Plaza Tolsá).

Su familia vive por lugares diferentes dentro de la república y a Eduardo lo adoptaron su abuelita y su tío a quien le decía papá. Ellos tenían casa en Cuernavaca siempre ha sido una familia numerosa y de un gran prestigio.

Llegó a vivir a esta ciudad en el año 1972. Poco después se fue a vivir a la Ciudad de México en el negocio de compra venta de autos con el señor Roberto Becherano Maya en la calle Xola y Uxmal de la colonia Narvarte.

Estudió la secundaria en la Academia Militarizada “México”, la preparatoria la cursó en la Escuela Mixcoac en la colonia del valle.

Llegó a Cuernavaca e ingreso al Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca (IRBAC) ahí estudió la carrera de escultor. Ya como escultor, presentó varias exposiciones donde ganó dos reconocimientos, pero necesitaba trabajar y se fue a la Ciudad de México a laborar a la industria automotriz. Se metió al negocio de compraventa de coches de un lote de Roberto Becherano.

Le gustaba mucho el patinaje sobre hielo y no había ocasión que no fuera a alguna de las pistas que había en la plaza de la Constitución y las pequeñas pistas que ponían diferentes delegaciones. Hasta llegó a ser instructor de patinaje y recibía de pago el permiso de entrar a patinar gratis en cualquiera de las pistas de la ciudad.

En verano tomaba su motocicleta de 750 cilindros y salía con un grupo de amigos que traían sus motocicletas  por el Estado de México, tres Marías a comer tacos o barbacoa, a Tequesquitengo y a otros lugares.“Una vez, saliendo de un restaurante de la Ciudad de México: El Caballo Bayo, derrapó mi moto en un charco y me raspé todo el costado, paramos la máquina entre dos y a la motocicleta no le había pasado nada. Nos subimos a nuestras motocicletas y alcanzamos a los demás que pareciera que no se habían dado cuenta del accidente, pero todos me chotearon al vernos llegar y se alegraron de que no me había roto siquiera un hueso, pero de todas maneras se la vendí a un amigo, quien me la vendió de inmediato porque eso no era para él”.

“Luego se la di a mi amigo Roberto Becherano quien la uso poco tiempo y me pidió que se la vendiera a uno de los motociclistas al precio que fuera, la vendí y Roberto me dio el dinero.

Eduardo fue agente de seguros y dueño de una promotora y después de varias de ellas. Lo requerían en varias compañías por los buenos resultados de venta y servicio en Seguros de Vida, Autos y Gastos Médicos Mayores. Compañías como la Nacional Provincial, Monterrey, Seguros Azteca y varias más. Después trabajó un tiempo en Manzanillo en una promotora de seguros

Nos cuenta que cuando vendía seguros, tenía una excelente cartera llena de clientes importantes, de la mejor sociedad y también les vendía a los del Mercado de la Merced y a varios comerciantes del centro de la Ciudad de México. Con lo que vendía de seguros, las compañías le pagaban todos los gastos para presentarse en los congresos y a veces para unas vacaciones. Estuvo dando clases de capacitación a los agentes de nuevo ingreso.

Muchos de ellos trabajaron para él.

Se regresó a la Ciudad de México trabajando otro año en seguros retirándose de esa actividad, para poner un negocio de rattán que importaba de Filipinas. Luego vendió la fábrica y se fue a trabajar a unas tiendas de información donde lo nombraron Gerente General de la Corporación Mazako S. A. de C. V. En esta compañía se traían varios contenedores de los Estados Unidos de artículos de todo tipo de productos, pues como acababan de desaparecer los aranceles, los precios a la venta eran bajos. La compañía tenía montadas varias tiendas al público instaladas en diferentes lugares de la Ciudad de México, a la vez que también vendían a tiendas y locales a muy buen precio.

Inició con una nueva compañía con dos amigos que le decían socio de una franquicia llamada Aqua line donde seguían vendiendo los artículos de Mazako.

Junto con Salvador Becherano y su papá Roberto, Eduardo consiguió un local en la calle Tonalá de la colonia Roma, donde en 1989 pusieron la misma compañía Aqualine. En esta compañía se fabricaban purificadores de agua, abriendo una sucursal en Ixtapa, Zihuatanejo y otra en Querétaro. Eduardo tiene una licenciatura de Ingeniero Técnico Operativo en Sistemas y equipos para tratamiento del agua.

En abril de 1993 abrieron la sucursal de Cuernavaca que se llamó Aqualife Morelos en el centro comercial K Mart, donde trabajó durante 9 años. Eduardo se casó con Patricia Pasos Muñoz y tienen una hermosa hija llamada Karina.

En la calle Rufino Tamayo de Acapatzingo y ya trabajando por su cuenta, pero siempre apoyado por los señores Becherano, comenzó a vender agua purificada en botellas y garrafones la que a la fecha se sigue llamando Aqualife Morelos. Traspasó ese negocio y se fue a las oficinas de Acapntzingo donde lleva cinco años y prácticamente está retirado del negocio.

Cuando la familia Becherano viene a la conversación, se refiere a ellos como una parte importante de su historia íntima. Menciona que don Salvador Becherano Mitrani era una persona con la que siempre se podía contar. No había problema que se le planteara, en el que él no le diera una solución inmediata al igual que sus hijos: Roberto, Gastón, Rafael y Alberto (Kiko), de quienes no ha recibido más que grandes conocimientos y profunda amistad.

Hombre honesto y trabajador ha sido don Eduardo Ricardo Gochicoa, “Lalo” quien se ha sabido ganar la confianza de todos.

Con su comportamiento, don Eduardo ha demostrado como ser un excGelente ciudadano.

Por: Rafael Benabib / rafaelbenabib@hotmail.com

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