Hombre trabajador, renombrado maestro peluquero y amable ciudadano, es don Adolfo Ranfla Castro, quien le ha dado renombre a su profesión cumpliendo acertadamente con su servicio a la comunidad y al noble trabajo de ser de los mejores peluqueros de Cuernavaca, donde nació el 21 de junio de 1945 en su casa en la calle Salazar, junto a las casas de las orquestas que dirigían Vicente Suazo y Vicente Ojeda.
Su padre fue Adolfo Ranfla Cosío, quien tenía la peluquería “La Moderna” adentro del Hotel España de la calle Guerrero. El pequeño Adolfo era el “chícharo”, quien empezó haciendo la limpieza. Su mamá fue Ricarda Castro Flores, ambos nativos del pueblo de Chamilpa de esta ciudad. En 1942 su padre se sacó cinco mil pesos en la Lotería Nacional y con eso se casó con la señorita Ricarda, compró la peluquería “La Moderna” donde estuvo cuatro años. Se cambió a la calle Morelos, donde ahora está el Hotel España Colón y se regresó a la calle Salazar, donde había tenido más éxito.
Eran cinco hermanos: María del Refugio, Adolfo, Raymundo, Violeta y Rocío Ricarda. María del Refugio está jubilada de Teléfonos de México, Raymundo es licenciado en Administración de Empresas, pensionado por el IMSS, Violeta es comerciante en bebidas nutricionales y Rocío es Bióloga e imparte clases en Iguala.
Adolfo fue al kínder Resurgimiento en la calle no relección, a la primaria a la Evolución  y a la escuela Benito Juárez. La secundaria la hizo en el anexo de la Universidad en la calle Rayón y la preparatoria en el Instituto de Educación Superior.
En 1975 el primer trabajo de Adolfo fue en el Sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Era un programa para los cortadores de caña en el Ingenio Bellavista en Jalisco. El objetivo era capacitarlos a través de películas, cómo cortar la caña, la construcción de letrinas, como evitar enfermedades. Ahí estuvieron durante seis meses. El resto del año fueron enviados a trabajar a Saltillo en la “Cera de Candelilla” en La Laguna, pero estuvieron tres años.
El profesor Rafael González de Alba le propuso a su padre que pasara la peluquería a su despacho por un traspaso de 18 mil pesos, los que logró pagar en más de tres años, gracias a la paciencia y a la confianza del profesor González de Alba. Este lugar se ubicaba en la calle Lerdo de Tejada 4 frente al banco Bancomer y la gasolinera de la señora Bautista esquina con la calle Matamoros en 1955, donde siguió trabajando.
Nos cuenta que de soltero, Adolfo iba a Aguascalientes, a Colima y a casi todo el norte de la república de vacaciones. Se recuerda del Puente que une al Estado de Coahuila con el Estado de Durango atravesando el Río Nazas, el que estaba siempre seco y lleno de piedras redondas y que termina hasta llegar a la hermosa ciudad de Gómez Palacio. Mientras atravesaban el puente, veía a los jóvenes que se tiraban piedras con sus hondas y alguien siempre salía dañado.
Su papá y su mamá cuando salían de vacaciones dejaban la peluquería en manos de sus hijos, que en ese entonces estaban casados y por eso cada quien se fue con su familia, hasta 1984 en que su padre don Adolfo Ranfla Cosío falleció en un accidente automovilístico. Su esposa, la señora Ricarda se quedó a cargo del negocio junto con sus hijos. Tiempo después, cambiaron la peluquería a la calle Salazar a un costado del Colegio Cristóbal Colón. Ese mismo año, de 1984 el 15 de junio se casó con Patricia Muñoz Álvarez y procrearon tres hijos: Pedro Adolfo, Diana y Lorena. Tienen seis nietos. Su hijo Pedro le dio tres nietos, dos hombres y una niña; de Diana tiene una mujercita y de Lorena tienen a sus otros dos, una niña y un niño. Don Adolfo nos dice emocionado que los seis nietecitos lo han llenado de felicidad.
El joven Pedro trabajaba con su padre hasta que se independizó y puso su propia peluquería en la avenida Morelos en la antigua casa del licenciado y catedrático, Bernabé L. de Elias. Diana y Lorena trabajaron en la peluquería
Adolfo se quedó al frente de su propio negocio en el que le ayuda Patricia su esposa. Adolfo y Patricia eran unos grandes bailarines y nunca se perdían de una fiesta y cuando hablan de esto, Patricia le recuerda que jamás le perdonará el que de soltero Adolfo fuera un coqueto con todas sus amigas y, como era un buen bailarín, todas las muchachas le pedían que las sacara a bailar, lo fustigaba de broma. Aún cuando se recuerda de eso se lo vuelve a echar en cara.
La señora Ricarda se hizo cargo de la peluquería y dos años después de la muerte de su esposo, su mamá falleció en 1986. Adolfo se encargó de la peluquería. Su hermano Raymundo fue nombrado albacea, pero como vivía en la Ciudad de México, Adolfo manejaba el negocio y las ganancias las repartía entre todos los hermanos. El local era rentado y la dueña era Teresa Velazco Velazco, pero sus hermanos y él no estuvieron de acuerdo con el alza que la señora Tere quería, ya que en aquel entonces, las rentas no se podían incrementar más del 10 por ciento.
Duraron cinco años de pleito, el que finalmente perdieron, por lo que tenían que dejar el local, pero cuando estaban por desocupar el negocio, Tere le dio permiso que lo siguiera trabajando. Adolfo pregona que por esa acción siempre le estará muy agradecido. Ahí estuvo de 1994 a 2012, prometiendo que le pagaría hasta el último centavo. Don Adolfo se sacó un premio de “melate”, de 9 mil pesos, con lo que terminó de pagarle a la señora Tere.
En enero lo recomendó el señor Héctor Antillano con la dentista Ríos, dueña de una propiedad en Lerdo de Tejada 99, casi esquina con Morelos, donde hasta la fecha se encuentra su prestigiada peluquería.
Cuenta con muy buen nombre. Una vez necesitaba un fiador para que firmara de aval. Solo se encontraba su esposa Patricia y la señora Ríos, la cual mencionó que Patricia debería firmar como fiadora. “Pero si yo no tengo dinero para responder” respingó Paty. “No importa con la palabra de ustedes es más que suficiente, yo sólo necesito la firma como un requisito para cerrar el contrato”. Desde aquel entonces su palabra ha sido aceptada para cerrar cualquier trato.
Adolfo Ranfla Castro goza de un gran prestigio, su peluquería es una de las más conocidas en Cuernavaca. Con él trabajan su esposa Patricia y sus hijas Diana y Lorena, quienes se encargan que los clientes salgan complacidos del magnífico servicio y las atenciones recibidas.
Ese niño de 8 años, que empezó a laborar en la peluquería de su papá. Este año en el que ya cumplió los 74 años de edad, sigue trabajando como el primer día y recibe el reconocimiento de la gente de Cuernavaca por su servicio al público, por su honestidad y bonhomía.
Adolfo Ranfla Castro
Don Adolfo, su esposa Patricia con su hija Diana y tres de sus nietos.j Don Adolfo Ranfla y su distinguida esposa, la señora Patricia Muñoz.

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