Se llevó a cabo la Noche de las Estre­llas 2025 en el Par­que Eco­tu­rís­tico Por­tal del Jaguar en Chal­cat­zingo, Jan­te­telco, de 16:00 a 21:00 horas. More­los par­ti­cipó como una de las 100 sedes ofi­cia­les del encuen­tro nacio­nal, acti­vi­dad que tam­bién coin­ci­dió con el Año Inter­na­cio­nal de la Cien­cia y Tec­no­lo­gía Cuán­tica.

El Con­sejo de Cien­cia y Tec­no­lo­gía del Estado de More­los (CCy­TEM), mediante el Cen­tro More­lense de Comu­ni­ca­ción de la Cien­cia (CeMoCC), coor­dinó talle­res, demos­tra­cio­nes cien­tí­fi­cas, música, danza fol­kló­rica y un pla­ne­ta­rio móvil. Durante cinco horas, 120 teles­co­pios faci­li­ta­ron la obser­va­ción del cielo sin pausa, lo que per­mi­tió a niñez y juven­tu­des mirar de cerca la bóveda celeste por pri­mera vez desde su pro­pio muni­ci­pio.

El con­curso “Mi pri­mer traje espa­cial” reu­nió a niños de 6 a 11 años. Los par­ti­ci­pan­tes dise­ña­ron tra­jes con mate­ria­les reci­cla­dos y mos­tra­ron su talento frente a sus fami­lias. El cer­ta­men com­binó crea­ti­vi­dad, curio­si­dad cien­tí­fica y reu­ti­li­za­ción de recur­sos, y demos­tró que la divul­ga­ción tam­bién es un ejer­ci­cio de cien­cia apli­cada desde la ima­gi­na­ción.

La Direc­tora del CeMoCC, Ale­jan­dra Ramí­rez Men­doza, subrayó que la cien­cia ins­pira cuando se vive en la comu­ni­dad, no cuando solo se explica. Su men­saje resonó en un muni­ci­pio donde muchas fami­lias par­ti­ci­pa­ron en una acti­vi­dad masiva de divul­ga­ción astro­nó­mica por pri­mera vez, sin cos­tos ni dis­tan­cias de por medio.

Este encuen­tro rom­pió barre­ras de acceso al cono­ci­miento cien­tí­fico en el oriente del Estado, región donde este tipo de expe­rien­cias no sue­len ser tan fre­cuen­tes.

La par­ti­ci­pa­ción directa, sin costo, abrió la posi­bi­li­dad de que las juven­tu­des se reco­no­cie­ran cer­ca­nas a la cien­cia, con herra­mien­tas y expe­rien­cias antes con­cen­tra­das en espa­cios aca­dé­mi­cos.

More­los afirmó que la divul­ga­ción cien­tí­fica en espa­cios abier­tos ins­pira voca­cio­nes tem­pra­nas, for­ta­lece el pen­sa­miento crí­tico y apro­xima el cono­ci­miento desde la igual­dad de opor­tu­ni­da­des. En Jan­te­telco, el cielo se con­vir­tió en un salón común, labo­ra­to­rio colec­tivo y puente entre cien­cia, cul­tura e iden­ti­dad local.

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