Durante años se dijo que las redes socia­les serían la nueva plaza pública, un espa­cio para deba­tir, infor­marse y con­vi­vir. Hoy los datos mues­tran otra cosa: la mayo­ría de los usua­rios sigue conec­tada, pero par­ti­cipa cada vez menos.

Un estu­dio de la firma GWI, empresa bri­tá­nica de inves­ti­ga­ción de audien­cias, ana­lizó los hábi­tos de 250,000 adul­tos en más de 50 paí­ses, incluido México, com­pa­rando el tiempo dia­rio en redes entre 2022 y fina­les de 2024. El estu­dio docu­menta el fenó­meno del Pos­ting Zero: usua­rios que dejan de publi­car. El uso activo de redes cayó cerca del 10% desde 2022 y quie­nes más se reti­ra­ron no son los adul­tos mayo­res des­co­nec­ta­dos, sino los jóve­nes de 16 a 29 años, los de la Gen Z y los millen­nials más jóve­nes.

En Europa, el tiempo de uso dis­mi­nuyó, mien­tras que en Amé­rica del Norte aumentó un 15 % res­pecto a Europa. Ese dato no implica más con­ver­sa­ción ni más comu­ni­dad, sino más con­sumo pasivo: horas de videos cor­tos, menos publi­ca­cio­nes y más entre­te­ni­miento barato.

¿Por qué ocu­rre esta reti­rada? Hay tres fac­to­res cen­tra­les. El pri­mero es lo que el escri­tor bri­tá­nico-cana­diense Cory Doc­to­row llama ens­hit­ti­fi­ca­tion, tra­du­ci­ble como la “mier­di­fi­ca­ción” de las pla­ta­for­mas. El ciclo es claro: pri­mero ofre­cen un buen ser­vi­cio, casi gra­tuito, para atraer usua­rios; des­pués pri­vi­le­gian a los anun­cian­tes y no a las per­so­nas; al final abu­san de todos con publi­ci­dad inva­siva, cam­bios de reglas y métri­cas poco con­fia­bles. El usua­rio abre la apli­ca­ción y encuen­tra más anun­cios, pro­pa­ganda y con­te­nido irre­le­vante que infor­ma­ción útil o con­tac­tos rea­les. Ante eso, la res­puesta racio­nal es par­ti­ci­par menos.

El segundo fac­tor es la teo­ría del “inter­net muerto”. Cada vez más con­te­nido ya no es creado por per­so­nas, sino por bots, gran­jas de clics e inte­li­gen­cia arti­fi­cial. El viejo esquema de ver lo que publi­ca­ban ami­gos y cono­ci­dos fue sus­ti­tuido por lo que el algo­ritmo decide. En pla­ta­for­mas como X, buena parte de las dis­cu­sio­nes polí­ti­cas son cho­ques entre cuen­tas auto­ma­ti­za­das. El usua­rio común per­cibe que su opi­nión no pesa frente a ese ruido y elige reti­rarse.

El ter­cer fac­tor, en paí­ses con delin­cuen­cia orga­ni­zada e impu­ni­dad casi total como México, es el miedo. La visi­bi­li­dad en redes socia­les puede ser un riesgo. Antes muchos pre­su­mían coches, casas, via­jes e incluso su ubi­ca­ción en tiempo real. Hoy, para muchas ban­das de extor­sio­na­do­res y secues­tra­do­res, las redes son una base de datos gra­tuita. Opi­nar de polí­tica a la vista de todos puede cos­tar el empleo o desa­tar cam­pa­ñas de odio.

Por eso cre­cen los gru­pos de What­sApp, Tele­gram y Sig­nal, y los men­sa­jes direc­tos. La con­ver­sa­ción se des­plaza de los espa­cios públi­cos a los chats pri­va­dos.

El Pos­ting Zero marca el fin de la inge­nui­dad digi­tal. Las pla­ta­for­mas no son ami­gas ni pla­zas demo­crá­ti­cas: son nego­cios que cobran con datos, tiempo y, en paí­ses como México, a veces con segu­ri­dad per­so­nal. Las redes segui­rán ahí, pero cada vez más como vitrina de polí­ti­cos, cele­bri­da­des y mar­cas. La vida social ya se mudó a otra parte. En un entorno de ruido arti­fi­cial y ries­gos rea­les, publi­car menos o nada en las redes socia­les es pro­te­gerse física, emo­cio­nal y eco­nó­mi­ca­mente.

Las opi­nio­nes ver­ti­das en este espa­cio son exclu­siva res­pon­sa­bi­li­dad del autor y no repre­sen­tan, nece­sa­ria­mente, la polí­tica edi­to­rial de Grupo Dia­rio de More­los.

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