El desastre nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986, no solo cambió la vida de miles de personas, sino que también transformó el ecosistema de la zona. Hoy, casi 40 años después, la Zona de Exclusión de Chernóbil (CEZ) se ha convertido en un laboratorio natural único, donde científicos estudian cómo la radiación ha afectado a la fauna local. Entre las especies que han logrado adaptarse a este entorno hostil se encuentran los perros salvajes, descendientes de las mascotas abandonadas durante la evacuación. Un reciente estudio analizó su ADN y descubrió que estos animales podrían estar evolucionando más rápido de lo normal.

Un hogar en la zona radiactiva

Tras la explosión del reactor nuclear, los humanos abandonaron la zona, pero muchos animales, incluidos miles de perros salvajes, se quedaron. Estos cánidos, expuestos a niveles altos de radiación durante generaciones, han desarrollado características únicas que los científicos están comenzando a entender.

Un equipo de investigadores, liderado por Elaine Ostrander del Proyecto Genoma Canino, analizó el ADN de 302 perros que viven dentro y alrededor de la CEZ. Los resultados, publicados en Science Advances, revelaron que los perros que habitan cerca de la central nuclear presentan diferencias genéticas significativas en comparación con aquellos que viven a solo 16 kilómetros de distancia.

¿Mutaciones por radiación o adaptación natural?

El estudio sugiere que la radiación podría haber influido en los genes de estos perros, acelerando su evolución para sobrevivir en un entorno extremo. Sin embargo, los científicos advierten que aún no pueden confirmar esta hipótesis, ya que otros factores, como la endogamia o las condiciones ambientales, también podrían explicar estas diferencias.

Lo que sí es seguro es que la vida en la CEZ no es fácil. Según National Geographic, los perros salvajes de Chernóbil tienen una esperanza de vida de solo 3 a 4 años, mucho menor que la de los perros en áreas no contaminadas.

Chernóbil: Un laboratorio natural

La Zona de Exclusión de Chernóbil se ha convertido en un campo de estudio invaluable para científicos de todo el mundo. Además de los perros, otras especies han mostrado adaptaciones sorprendentes, lo que ha llevado a los investigadores a preguntarse cómo la radiación afecta la evolución y la genética de los organismos vivos.

Organizaciones como el Clean Futures Fund también trabajan en la zona, implementando programas de esterilización y vacunación para controlar la población canina. Sin embargo, debido a los altos niveles de contaminación radiactiva, estos perros no pueden ser retirados de la CEZ.

Una excepción: Los cachorros rescatados

En 2018, una excepción marcó un hito: 36 cachorros huérfanos recibieron un permiso especial para ser retirados de la zona. Después de ser descontaminados, estos cachorros fueron adoptados por familias en Estados Unidos y Canadá.

El equipo de Ostrander dará seguimiento a estos animales durante toda su vida, monitoreando posibles tumores, linfomas u otros problemas de salud asociados a la exposición radiactiva. Este estudio no solo ayudará a entender los efectos a largo plazo de la radiación, sino que también podría ofrecer pistas sobre cómo los organismos se adaptan a entornos extremos.

Un legado de supervivencia

Los perros de Chernóbil son un testimonio viviente de la resiliencia y la adaptación. Aunque su evolución acelerada plantea más preguntas que respuestas, lo cierto es que estos animales han encontrado una manera de sobrevivir en uno de los lugares más inhóspitos del planeta.

¿Qué más podremos aprender de ellos? Solo el tiempo y la ciencia lo dirán.

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