DICEN, LOS que dicen que saben, que del 1 de enero al reciente 18 de septiembre se habían registrado en Morelos 649 fallecimientos del tipo homicidio doloso, y mil 102 como consecuencia de contagio de COVID-19 

La primera razón de decesos, a fuerza de repetirse con tal frecuencia en los últimos 10 años, se tornó en normalidad, lamentable sí, pero a fin y al cabo la sociedad ha aprendido a convivir con esa triste realidad. 

La segunda razón, no menos lamentable, está en vías de convertirse en normalidad por su ya prolongada frecuencia, a la luz del temerario comportamiento de muchas personas en diferentes puntos de la entidad. 

ES CIERTO que en una entidad con una población aproximada a los dos millones, el asesinato de dos o tres personas por día no impacta mucho, sino sólo cuando son 9 juntos como fue al inicio de septiembre. 

Aun así, el homicidio doloso se ha normalizado en la percepción y en la conducta de muchos morelenses, que han aprendido a capotear el riesgo evitando lugares y horarios de riesgo, sin que siempre sea con suerte. 

En paralelo, el fallecimiento de más de mil cien personas por el maldito nuevo coronavirus cada vez parece ser tomado como una irremediable carga que se debe llevar, porque se relajan las medidas sanitarias. 

UN CASUAL asomo a la Central de Abastos del municipio de Emiliano Zapata, el reciente fin de semana, confirma la visión de que COVID-19 ya no merece tanto respeto, miedo o precaución para chicos y grandes. 

Ahí, como en otros espacios tlahuicas, sí que se observa la normalidad, no la nueva, sino la de siempre, el trajín de la compra-venta sin que el cubrebocas y menos la sana distancia sean conductas comunes. 

Alias, al igual que el homicidio doloso, el fallecimiento por COVID se va tornando en normalidad, con la particularidad de que las bajas por la enfermedad se dan en forma exponencial por la falta de precauciones. 

LA FRECUENCIA de muertos por homicidio se da en leves altibajos, salvo casos excepcionales, mientras que las de COVID tienen una alta probabilidad de una cresta o “rebrote” impredecible. Urge la responsabilidad. 

Por E. Zapata / opinion@diariodemorelos.com / Twitter: @ezapata1

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