Aun costado de la emblemática Plaza de Armas de Cuernavaca, donde antes se levantaba un tradicional puesto de periódicos, hoy habita “La Innombrable”, un pequeño espacio cultural dedicado a la venta y circulación de libros usados, literatura alternativa, y pensamiento crítico. Lejos de la lógica comercial, este punto se ha convertido en un refugio para lectores que buscan voces disidentes, textos de izquierda, rarezas editoriales y obras que no suelen encontrarse en librerías convencionales.
La historia de “La Innombrable” comenzó hace poco más de un año, cuando el chileno Martín Cinzano —residente en México desde hace dos décadas y avecindado en Cuernavaca desde hace cinco años— pasó por el lugar y notó que el antiguo local estaba abandonado o poco utilizado. En un encuentro fortuito con la dueña, integrante de la Asociación de Voceadores, surgió la posibilidad de darle nueva vida al espacio bajo un principio claro: distribuir literatura.
“Traje libros de mi casa, los que ya no iba a leer o los que no sabía si iba a leer algún día”, cuenta Martín con una sonrisa, mientras repasa los inicios de este proyecto. Con el paso del tiempo, el fondo bibliográfico creció de manera orgánica, con aportaciones propias, hallazgos callejeros, envíos desde Chile y hasta encargos especiales que los visitantes hacen con frecuencia.
El nombre del puesto nació, irónicamente, de la dificultad de encontrar un nombre adecuado. “Intenté por todos los medios ponerle uno, pregunté a muchas personas, le di muchas vueltas… hasta que dije: ‘esto no se puede nombrar’ y ahí quedó: La Innombrable”, relata.
A simple vista, el lugar es un refugio para los amantes de los libros. En sus anaqueles se pueden encontrar títulos de narrativa, ensayo, poesía, historia de México y del mundo, arte, política, revistas discontinuadas, fanzines, libros infantiles, separadores artesanales, postales e incluso pequeños cuadros. Una mezcla que responde más a la intuición y el espíritu de búsqueda que a criterios editoriales rígidos.
Aunque el clima y la intemperie son factores que a veces complican la jornada, Martín asegura que la calle es su lugar natural. “Siempre me ha gustado trabajar en la calle. En Ciudad de México vendía libros afuera de la biblioteca. Esto de estar expuesto tiene algo bueno también, hay contacto directo, conversación, encuentro”, comenta.
Los clientes de La Innombrable son tan variados como los libros que ofrece: estudiantes curiosos, adultos mayores que asisten a las tardes de danzón, coleccionistas, turistas de paso o lectoras fieles que buscan textos que no se consiguen fácilmente en el circuito comercial. Algunos ya saben que Martín tiene un don especial para encontrar títulos difíciles de hallar, incluso aquellos que rara vez cruzan las fronteras editoriales de América Latina.
“El trabajo es olfatear libros, andar por ahí buscando lo que no se espera encontrar. Y también me mandan títulos desde Chile, de editoriales pequeñas que no circulan por acá”, explica.
