Lo que comenzó como una búsqueda desesperada por una niña desaparecida terminó en uno de los casos más dolorosos e impactantes que ha vivido Sudáfrica en los últimos años.
Joshlin, una pequeña de apenas 6 años, desapareció de su humilde vecindario en Saldanha Bay, al norte de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Su imagen —una niña sonriente, con coletas— se volvió viral en noticieros y redes sociales. La comunidad entera se volcó a buscarla, creyendo en el sufrimiento de su madre, Racquel Chantel Smith.
Sin embargo, la verdad que se reveló semanas después dejó helado a todo un país.
Smith, junto a dos hombres, fue arrestada y posteriormente condenada por haber entregado a su hija a un curandero tradicional, supuestamente por mil dólares. Según testigos en el juicio, la niña fue vendida para ser utilizada en rituales que involucran prácticas similares a la esclavitud. El juez Nathan Erasmus, encargado del caso, indicó que no pudo determinar con exactitud qué ocurrió con Joshlin tras su desaparición, pero sí concluyó que fue víctima de un acto cruel, inhumano y profundamente alarmante.
La sentencia se proclamó en un centro deportivo local, para permitir a la comunidad —que inicialmente apoyó a Smith— presenciar el fallo y escuchar la verdad. Fue un momento cargado de tristeza, rabia y decepción para todos quienes creyeron que ella luchaba por su hija.
Este caso no solo revela una profunda herida social, sino también la vulnerabilidad de miles de niños en comunidades marginadas, donde la pobreza, el abandono y las creencias distorsionadas abren puertas al horror.
Joshlin sigue desaparecida. No hay cuerpo. No hay cierre. Solo una comunidad marcada y una niña que, como muchas, fue traicionada por quienes debieron protegerla.
