Ciudad de México.– Con el otoño tiñendo las calles de naranja y negro, el mundo se prepara para una noche de disfraces, calabazas iluminadas y un festín de golosinas. Halloween, esa festividad anglo que ha cruzado océanos para colarse en nuestras tradiciones, despierta curiosidad: ¿de dónde viene este ritual de sustos y caramelos? ¿Por qué los niños extorsionan dulces puerta a puerta? Y en México, donde el Día de Muertos reina con su altar de cempasúchil y calaveritas de azúcar, ¿cabe espacio para este invitado gringo? Exploramos sus orígenes ancestrales, mitos escalofriantes y el dulce misterio detrás de su celebración, aterrizando en un país que, aunque fiel a sus muertos, no rechaza del todo el "trick or treat".
Orígenes: De la Niebla Celta a las Campanas de la Iglesia
Halloween no nació en una película de terror de Hollywood, sino en las brumosas colinas de la antigua Irlanda y Escocia, hace más de 2,000 años. Todo remite al festival pagano de Samhain (pronunciado "sow-in"), celebrado por los celtas al final del verano, el 31 de octubre. Era el umbral entre el mundo de los vivos y los muertos: las cosechas terminaban, el ganado se sacrificaba y, según la creencia, los espíritus –buenos y malos– vagaban libres, difuminando la línea entre realidades. Para ahuyentar a los fantasmas traviesos, los celtas encendían fogatas y se vestían con pieles de animales, un precursor directo de los disfraces modernos.
La llegada del cristianismo en el siglo VII transformó esta fiesta precristiana. La Iglesia Católica la fusionó con el "Día de Todos los Santos" (1 de noviembre), convirtiendo la víspera en All Hallows' Eve –o Halloween, por su abreviatura escocesa–. Así, lo que era un rito druídico se volvió una noche de vigilia religiosa, donde se honraba a los santos y se rezaba por las almas en purgatorio. Esta hibridación explica por qué Halloween oscila entre lo sobrenatural y lo devoto: no es solo terror, sino un eco de transiciones cósmicas.
Mitos y Curiosidades: Calabazas Malditas y Fantasmas con Historia
Detrás de las decoraciones espeluznantes hay leyendas que siguen erizando la piel. La icónica jack-o'-lantern, esa calabaza tallada con rostro siniestro y vela adentro, surge del mito irlandés de "Stingy Jack", un avaro borracho que engañó al diablo dos veces. Condenado a vagar eternamente con una brasa en un nabo hueco (sí, nabos, no calabazas), Jack se convirtió en símbolo de almas errantes. Los inmigrantes irlandeses llevaron la tradición a EE.UU. en el siglo XIX, donde las abundantes calabazas la reemplazaron al nabos.
Curiosidad: la primera jack-o'-lantern registrada data de 1663, y originalmente se usaba para guiar a las hadas o ahuyentar a los espíritus.
Otro mito persistente son las brujas volando en escobas: inspirado en persecuciones medievales, pero con toques paganos de diosas de la fertilidad. ¿Y los gatos negros? Símbolo de brujería por su asociación con la diosa egipcia Bastet, pero también por la superstición celta de que eran guías espirituales. Una rareza dulce: el candy corn, ese triángulo amarillo-naranja-blanco que devoramos hoy, se inventó en 1880 como "Chicken Feed" (alimento para pollos), ¡y su eslogan era "Algo por lo que cacarear"! Vendió millones, pero nadie sabe por qué evoca maíz de cosecha.
¿Por Qué Dulces? El Origen de la Extorsión Azucarada
Nada define Halloween como el trick-or-treating: niños disfrazados exigiendo golosinas bajo amenaza de "truco". Pero esta tradición no es un capricho capitalista reciente. Sus raíces se hunden en la Europa medieval, con la práctica del souling (o "pedir almas"). Pobres vestidos de demonios y ángeles iban de casa en casa ofreciendo rezos por las almas del purgatorio a cambio de soul cakes –pasteles con pasas simbolizando huesos de los difuntos–. Era caridad disfrazada de piedad.
El salto a los caramelos modernos ocurrió en EU durante la Gran Depresión (años 30), cuando el begging (pedigueño) se volvió trick-or-treat para evitar vandalismos. Post-Segunda Guerra Mundial, con la prosperidad económica y la explosión de la industria azucarera, los dulces baratos –como barras de chocolate y caramelos envueltos– se convirtieron en el botín ideal. Hoy, los estadounidenses gastan unos 10 mil millones de dólares anuales en golosinas, ¡equivalente a 600 millones de libras de chocolate! Pero cuidado: el mito del "dulce envenenado" –razor blades en manzanas o arsénico en Snickers– es sólo eso, un mito urbano sin casos reales documentados, alimentado por el pánico moral de los 70.
Halloween en México: Entre Cempasúchil y Fantasmas Gringos
En México, Halloween choca –y se funde– con el Día de Muertos, esa joya cultural indígena-católica que transforma el luto en fiesta. Mientras Samhain era sombrío, el Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) es un carnaval de colores: ofrendas con fotos de difuntos, pan de muerto y alebrijes que guían almas de vuelta. Honra a los niños el 1 y a los adultos el 2, con un tono festivo que celebra la vida eterna, no el miedo.
Orígenes prehispánicos, como el Miccaíhuitl azteca, lo diferencian radicalmente del terror hollywoodense.
Sin embargo, el "efecto frontera" ha infiltrado Halloween en ciudades como Tijuana, Monterrey o la CDMX. Jóvenes en colonias urbanas organizan fiestas temáticas, desfiles de zombies y tricks con huevos podridos –inspirados en películas como Scream. En Polanco o la Roma, verás calabazas junto a catrinas, creando híbridos culturales: "Hallomertos", los llaman. Según expertos, esta mezcla enriquece el Día de Muertos sin diluirlo; al contrario, globaliza su mensaje de recordatorio amoroso.
En pueblos como Pátzcuaro, Michoacán, el epicentro de Muertos, Halloween apenas asoma, pero en Cancún o Guadalajara, los hoteles ya venden paquetes "spooky" para turistas.
En un mundo interconectado, Halloween nos recuerda que las tradiciones no son estáticas: mutan, como un vampiro en la niebla. ¿Truco o trato? En México, optamos por el dulce equilibrio entre susto y ofrenda. Este 31 de octubre, ¿te unirás a la marcha de los muertos o al desfile de brujas? La noche decide.
