En los últimos días, el término “tormenta negra” ha ganado atención internacional tras las lluvias históricas que azotaron a Hong Kong, donde en solo 24 horas se acumularon más de 355 milímetros de precipitación. Aunque el concepto no se usa oficialmente fuera de Asia, describe un fenómeno extremo de lluvias críticas con alto potencial destructivo.
La tormenta provocó muertes, evacuaciones masivas, suspensión de actividades escolares y laborales, así como el colapso de transporte y servicios. Lo que distingue a una tormenta negra no es solo la cantidad de lluvia, sino su impacto inmediato en zonas urbanas y la capacidad de paralizar ciudades enteras.
En México, no se utiliza el término “tormenta negra”, pero expertos advierten que el país sí enfrenta riesgos similares. La Ciudad de México, por ejemplo, activa su máxima alerta cuando las lluvias superan los 70 litros por metro cuadrado, un umbral comparable al de alerta negra en Hong Kong.
Además, entidades como Veracruz, Tabasco, Guerrero, Oaxaca y Chiapas han vivido en años recientes lluvias intensas que han causado inundaciones, deslaves y desbordamientos de ríos. La combinación de mal drenaje, desarrollo urbano desordenado y falta de infraestructura hace especialmente vulnerables a muchas ciudades mexicanas.
Por ello, aunque México no emplee esta clasificación, los efectos de una tormenta negra —lluvias extremas y colapsos urbanos— sí pueden repetirse. Especialistas hacen un llamado a fortalecer la prevención y preparación ante fenómenos de esta magnitud, especialmente durante la temporada de lluvias y ciclones.
