CUERNAVACA, MORELOS.- Siempre ha existido gente vanidosa hasta la muerte, y no es casualidad que la mayoría de las historias aterradoras incluyeran a una de ellas; es el caso de La dama de los Espejos.
En Cuernavaca, existió una mujer bella y vanidosa, de nombre Josefa Saldaña, la cual se encontraba en sus últimos días, en 1938.
Antes de morir hizo una última petición: que su mausoleo estuviera recubierto de espejos, ya que de joven se peinaba y admiraba durante horas.
Por lo anterior, su marido construyó la tumba tal como la pidió, hoy ubicada en el Panteón de Leona.
Cada año, en cuanto se acerca la fecha de su aniversario o del Día de Muertos, el espíritu de Josefa sale de la tumba y pide un taxi para que la lleve a su domicilio, luego ella se baja, entra a una casa y no sale.
Al taxista se le hiela la sangre por el susto; alguien debe explicarle que la persona que llevaba ya falleció.
Uno de estos testimonios cuenta que un taxista encontró en una casa a una mujer, la cual le pidió que la llevara al Panteón.
Minutos después de iniciar el viaje, el ambiente se fue volviendo cada vez más frío, hasta el punto que los vidrios se empañaron.
La conversación fue tétrica, según el taxista, al final pasó lo que todos saben: el taxista se dio cuenta que la mujer no estaba, había desaparecido y el aire frío bajó más la temperatura.
Hoy la tumba se encuentra olvidada, junto a varios espejos y esculturas angelicales.
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