De los años treinta a los sesenta, Cuernavaca fue sede de grandes hoteles, algunos elegantes y fastuosos, otros campestres y populares. Era muy concurrida tanto por su cercanía con la gran ciudad como por la proliferación del automóvil, fue una época de auge.  
Cien años atrás, había mesones con grandes corredores y caballerizas, que eran ocupados por comerciantes y dueños de recuas de mulas para transporte de cargamentos. El principal era el Mesón de Robles en el lado norte de calle Hidalgo esquina con Galeana, donde se hospedó el Benemérito de la Patria Juan N. Álvarez –mi tatarabuelo- cuando en Cuernavaca tomó protesta como presidente de México, y Cuernavaca fue capital de la Republica. Ese mesón también dio hospedaje a otro Benemérito, el de Las Américas, Benito Juárez.
En calle Galeana casi esquina con Abasolo frente a la loma, estaba el Mesón de Las Delicias, era de Mariano Gómez Sarmina, heredó la propiedad a sus hijos, Mariano, Jesús y Lucia Gómez Valle que casó con Miguel Guadarrama Armillas, este, compra su parte a Mariano y a Jesús y la pone a nombre de su esposa Lucia. Ese mesón también fue “machero” –corral para machos o mulas de carga. En esa misma calle estaban; el Mesón del Sur; el de Máximo Rodríguez, y el Mesón Galeana del señor Bueno. En Gutenberg frente a Plaza de Armas estaba el Mesón del Cochino -porque así se llamaba esa parte de calle- que ocupó una fracción de lo que sería el Hotel Marik Plaza ahora Centro las Plazas; y al norte, en calle Matamoros estuvo el de San Francisco, y frente al Chapitel el “de García” donde hoy está el Edifico Alonso, y más al norte el de La Providencia en lo que después sería Hospital León XIII, donde hoy está la escuela Miguel Hidalgo. En calle Tepetates el Mesón de Tecoac que funcionó hasta 1942 -donde había estado una fábrica de aguardiente- que fue propiedad de mis parientes los Aranda.
Se fueron los antiguos mesones… pero llegaron modernos Hoteles; frente al lado norte del Jardín Juárez –el del quiosco- estaba el colonial Hotel La Bella Vista que abrió pocos meses antes de la Revolución en una antigua casona con arcadas que aún existe, donde Madero dijo su discurso como candidato a la presidencia en el balcón arriba de la entrada, y después ahí se hospedó su asesino Huerta. Su propietaria, la británica Rosa King se hizo amiga de los zapatistas y de sus contrarios federales, escribió el libro “Tempestad sobre México” sobre la Cuernavaca revolucionada.
El céntrico Hotel Morelos estaba donde ahora es el Palacio de Gobierno del lado norte; el hotel Madrid frente al Jardín Juárez donde ahora está el Teatro Ocampo. En calle Matamoros con Degollado se conserva el edificio del histórico Hotel Moctezuma que construyó su primer dueño don Ramón Oliveros Barón, que sería cuartel de Emiliano Zapata y a partir de 1925 propiedad de Carlos Lavín Aranda.
En 1930 abre el exuberante Borda del señor Francisco Rodríguez y su hija María Eugenia, funcionó hasta 1946; de 1910 al ‘14 funcionó ahí un restaurante.
Después el Hotel Palacio en calle Morrow, y otros menores en pleno centro.
En el bello Marik Plaza del lado norte del Jardín Morelos hoy Plaza de Armas con su famoso bar Eldorado donde se hospedaban Paul Newman, María Félix, Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas y el poeta Alfonso Reyes donde escribió

¡A Cuernavaca!

A Cuernavaca voy, dulce retiro,
cuando, por veleidad o desaliento,
cedo al afán de interrumpir el cuento
y dar a mi relato algún respiro.

A Cuernavaca voy, que sólo aspiro
a disfrutar sus auras un momento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.

Ni campo ni ciudad, cima ni hondura;
beata soledad, quietud que aplaca
o mansa compañía sin hartura.

Tibieza vegetal donde se hamaca
el ser en filosófica mesura...
¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!

No sé si con mi ánimo lo inspiro
o si el reposo se me da de intento.
Sea realidad o fingimiento,
¿a qué me lo pregunto, a qué deliro?

Básteme ya saber, dulce retiro
que solazas mis sienes con tu aliento:
pausa de libertad y esparcimiento
a la breve distancia de un suspiro.

El sosiego y la luz el alma apura
como vino cordial; trina la urraca
y el laurel de los pájaros murmura;

Vuela una nube; un astro se destaca,
y el tiempo mismo se suspende y dura...
¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!

En los años treinta abre el fastuoso Casino de la Selva que primero fue un salón de juegos y apuestas. En el ‘56 su ya dueño don Manuel Suarez, ordenó construir más habitaciones y otros servicios. Ahí trabajaron el muralista Siqueiros y el Doctor Atl, En él se hospedó Malcolm Lowry quien ahí ideó su célebre novela Bajo el volcán, de este gran hotel solo queda el grato recuerdo.
En el ‘46 abre el popular Papagayo, que ahora es sede del Ayuntamiento de Cuernavaca, casa que había sido del revolucionario General Juan Andreu Almazán -que se conserva al centro de esa instalación- quien fuera candidato a la presidencia de la Republica en el año 40 contra Ávila Camacho.
Al norte, en el edifico que ahora ocupa la Dirección de Tránsito estaba el gran Hotel Mandel, donde se efectuaban grandiosos bailes. Tenía un terreno que se usaba como trailer park cuando desde los Estados Unidos venían desde noviembre hasta marzo grandes caravanas de casas rodantes a pasar el invierno. Lo mismo pasaba en los hoteles, Chula Vista y Hernán Cortés, y cuando eran insuficientes, se les prestaban los terrenos frente a la 24a.Zona Militar.
El hoy IMSS del Boulevard fue el Hotel Hernán Cortés, que ya cerrado adquirió para su auto exilio el dictador de Argentina Juan Domingo Perón, finalmente decidió irse a España.
Todo iba bien, pero en 1952 llegó la autopista a Acapulco, y los turistas se pasaban de largo hasta el puerto, y los hoteles se empezaron a vaciar, y de ellos quedó solo el recuerdo, como el cascaron del que fuera el campestre Hotel Chula Vista en la colina al poniente de Cuernavaca que había sido inaugurado en 1935.
El único sobreviviente de esa entrañable época es el remodelado y partido en dos Hotel Los Canarios con su restaurante-terraza Saboy, donde su dueño, Carlos Morera preparaba la mejor paella de la región.
P.D. Hasta el próximo sábado.

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

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