Los orígenes de la cerámica en Morelos se remontan a siglos antes de la era cristiana, se conservan piezas olmecas de personajes, animales y de uso doméstico, esta cultura alcanzó su esplendor en Chalcatzingo y sucumbe antes de la conquista española. Se suman piezas xochicalcas de entre los años 650 a 900 de nuestra era con influencia teotihuacana. A partir del siglo XII, con la fundación de la antigua Cuauhnáhuac surge la artesanía tlahuica de influencia mexica, de la que todavía destaca la apreciada y rustica alfarería de Cuentepec.  

En la época colonial la cerámica local indígena se vio influenciada primeramente por la europea, y después por el comercio a través de la Nao de China o Galeón de Manila que traía porcelanas de Oriente, sedas, especias que arribaban al puerto de Acapulco, unas se quedaban en Cuernavaca, otras en la Ciudad de México y llagaban hasta España.

Con la llegada de exiliados españoles en los años cuarenta del pasado siglo, la cerámica evolucionó cuando se empezó a fusionar con la famosa técnica valenciana. Fue en Cuernavaca donde el empresario Don Manuel Suárez, visionario y dueño el Casino de la Selva se convirtió en mecenas y protector de esa oleada de republicanos, pintores, muralistas, arquitectos; escultores y ceramistas unos asturianos y otros valencianos que hicieron fama. Con estos últimos, concibió dentro de su hotel un taller que visité en varias ocasiones donde se fabricaban piezas de delicada porcelana con materiales importados de España, entre las que recuerdo delicadas figuras femeninas que se elaboraban con encajes de tela impregnados de una delgada pasta de porcelana y horneadas, además de una línea de vajillas. Ese taller-fábrica-escuela de porcelana ubicada dentro del Casino frente a la escultura de Hernán Cortés -cuyo autor es Florentino Aparicio- fue donde se prepararon los primeros aprendices y artesanos ceramistas de Cuernavaca. Esa primera escuela dirigida por el maestro ceramista valenciano Sebastián Aparicio –hermano de Florentino- finalmente se convirtió en una cooperativa, cuyos miembros y obreros trabajarían después en las empresas de Don Jorge Borbolla Villamil.

Don Jorge, entonces gerente de Coca Cola ubicada en calle Leandro Valle, a mediados de los años cincuenta se inició paralelamente como ceramista comprando en sociedad un pequeño taller frente a la iglesia de Gualupita donde se amasaba el barro con los pies, tenía cinco empleados, unos cuantos moldes, un horno de leña y un par de mesas; para 1967 fundaría la fábrica “Cerámica de Cuernavaca” -en la Avenida Plan de Ayala- y en 1970 “Porcelana de Cuernavaca” -en la zona industrial de CIVAC de la que fue gran impulsor- ambas daban empleó a 700 trabajadores. La ciudad estaba en su apogeo, NISSAN, Burlington, Miel Carlota, Rivetex, Zarebski en su mayor producción; Cerámica Santa María de “estilo talaverano” -traído de Puebla- productora de utensilios de uso diario y azulejos. En Cuernavaca, había una importante “colonia extranjera”, empleos, turismo de elite, grandes hoteles, discotecas, una intensa vida nocturna finsemanera con importantes artistas naciónales e internacionales, derrama económica, y sobre todo había seguridad.  

Aquel taller-escuela y fábrica de Don Manuel dirigida por Aparicio, y después las fábricas del señor Borbolla hicieron escuela, Cerámica y Porcelana de Cuernavaca crecieron juntas como una industria cuyos artísticos objetos eran exportados al mayoreo a Estados Unidos y Alemania, también eran parte de la escenografía de cine y televisión, finas piezas que adquirieron gran relevancia entre la clase acomodada de México, que competían con los “Capodimonte” italianos y los españoles Lladró, también produjo vajillas y accesorios domésticos, objetos promocionales, sobre todo piezas decorativas y coleccionables de la más alta calidad, como la línea infantil con personajes de Walt Disney, la línea “Decor”, la colección de “Perros campeones” como el “Galgo blanco” de tamaño natural del que adquirí una pieza, estaban inspirados  en los “Champion Dogs” de la “Royal Doulton” de Londres de 1815. 

Las fábricas de Don Jorge estaban en la cumbre de la producción y fama, sin embargo se vieron afectadas con la llegada de productos cerámicos de Asia a precios más bajos, lo mismo por las continuas devaluaciones, igual sucedió con el calzado y el vestido, pero a la Cerámica y Porcelana de Cuernavaca  se sumó una huelga de empleados sindicalizados. 

Fueron 40 años, para 1992 ambas fabricas cerrarían sus puertas cuando su propietario recién se había comprometido con la compra de nueva maquinaria alemana en un intento de dar un nuevo impulso a sus empresas, pero las circunstancias adversas por las que atravesaba el país y las banderas rojinegras lo impidieron, lo único que se pudo rescatar fue el directorio de clientes y proveedores. 

Los herederos directos de aquellos artesanos morelenses, adiestrados por maestros valencianos en la Escuela del Casino, y después en las fábricas de Don Jorge, hoy elaboran piezas con su estilo ya propio en la colonia Tres de Mayo, su último reducto. 

Don Jorge Borbolla, fue un excelente ser humano y empresario a quien conocí y traté por ser padre de mi amigo de la infancia del mismo nombre.

“Oficio noble y bizarro, entre todos el primero, pues en el arte del barro, Dios fue el primer alfarero y el hombre su primer cacharro”; refrán cotidiano de Don Jorge.

-Con datos y fotografías de Cristina -Kikis- Borbolla; Sra. Magdalena Gerard; Marcos Manuel Suárez Gerard y Alejandro González Acosta investigador de la UNAM. 

¡Hasta la próxima!

Por: Carlos Lavín Figueroa / carlos_lavin_mx@yahoo.com.mx

Cumple los criterios de The Trust Project

Saber más

Síguenos en Google Noticias para mantenerte siempre informado

Sigue el canal de Diario De Morelos en WhatsApp